Doña Cuca, como era conocida en el barrio, entró en una tienda. Caminó por sus pasillos. Trepó por las paredes. Saltó y brincó. Le gustaba. Era un sitio oscuro. Seco. Lleno de polvo.
De repente, el reflejo de un monstruo apareció delante de Doña Cuca. Movió una antena. Levantó una pata. A la misma vez que ella. Se acercó a ese ser, y se chocó contra el culo de la botella que estaba tirada en el suelo.
¡Qué susto me he dado! Sólo me falta ponerme colorete y seré un bello insecto.