El reloj del mar avanzaba con lentitud. Ni tan
siquiera sonaba como uno normal, con un tic-tac. Su tiempo era más lento, más
pausado. Un largo tic. Y al cabo de unas horas, un largo tac. Algunas personas pensaban
que ese movimiento del reloj era causado por las mareas. Pero la historia va
mas allá de una simple subida o bajada de agua de mar.
El pensamiento estaba
rodeado por petunias a la entrada a la ciudad. Esta flor era consultada por los
pájaros que venían desde otros lugares, querían saber si encontrarían árboles
en los que hacer su casa, o si había suficiente fruta o bichitos para poder
comer y alimentar a sus familias. La flor del recuerdo les contestaba siempre,
pidiendo a cambio que le contaran de donde venían. Así fue como conoció que el
mar posee un reloj que cuenta, no el tiempo, sino sus propias gotas.
Gracias a la Bichillo, por la elección de las palabras.