Así que una tarde, en que unos niños con pañal jugaban cerca de su mata, se meció y de un salto se desprendió, yendo a caer en un cochecito de juguete. Desde allí, pensaba, recorrería mundo. Escucharía miles de historias, aprendería otras mil cosas más. Sería la primera fresa ilustrada del mundo.
¡Cuán vana fue su ilusión! En cuanto la vieron, acabó en la boca de uno de los niños. Casi sin masticar.