De repente un zarandeo la despertó, cuando abrió uno de los ojos vio la cara de Aubrey con una sonrisa pícara.
- La clase ha terminado, no ha dado tiempo de hacer las prácticas.
- Gracias por no haberme despertado antes, lo necesitaba.
- Ya, pretendía dejarte durante la hora del descanso durmiendo pero creo que ese chico guapo te espera a ti. -En la boca de Aubrey se asomó lo que pareció una sonrisa coqueta. -¿Me lo presentarás?
- Si... claro...
La mirada de Lav seguía clavada en los ojos del chico misterioso del que hablaba Aubrey, hacía tiempo que no lo veía y lo echaba de menos pero sentía rabia ya que se había ido sin mediar palabra un año atrás, no hubo ni siquiera una simple despedida. Después de un año allí estaba, tras las puertas de cristal mirándola fijamente apoyado en el muro de piedra que estaba enfrente de aquel edificio. Sus ojos azules se clavaron en los marrones ojos de Lav.
- ¿Y...? -Aubrey empezaba a desesperarse
- Lo siento, es que no se si quiero tenerlo cerca.
- ¿Tienes miedo?
- Ni de coña.
- Pues corre, está ahí no se que te ocurre pero está ahí. Ya te lo sacaré en otro momento.
Ese fue el impulso que necesitaba Lav, unas palabras de aliento de la que ahora se había convertido en su mejor amiga. Corrió hacia la puerta y cuando se estaba acercando a él gritó su nombre y luego lo abrazó.
- ¡Dieeeego!
- Hola Lavi.
- No perderás nunca las costumbres.
Diego era primo de Ian, era como de la familia pero el año anterior por asuntos de negocio se había tenido que marchar con su padre sin mediar palabra, no le permitían hablar de cuál era su destino ni cuándo volvería. Lavinia se apartó de él y lo observó, sus ojos azules tenían el mismo brillo de siempre, la curvatura de su nariz era perfecta para su cara fina y su pelo castaño resaltaba sus ojos pero había cambiado en algo, su modo de vestir, lo recordaba siempre con chándal ropa que no le favorecía nada pero ahora vestía unos pantalones vaqueros ajustados y una camiseta de manga hueca color blanco era irresistible a cualquier chica eso le recordó la posición de su amiga, quien seguía esperando que la presentara. Fue a buscarla y enseguida estaba de nuevo al lado de Diego.
- Diego, esta es Aubrey, mi compañera de prácticas.
- Encantado Aubrey -cogió su mano y le besó el dorso en ese instante solo pudo mirar como la cara de su amiga se sonrojaba.
- Bueno, basta de besos. ¿Qué haces aquí?
- Vine por asuntos, ya sabes, con mi padre.
- Ajá, y no se te ocurrió nada más importante que hacer que venir a verme ¿cómo sabías que estaba aquí?
- Mi primo, le pregunté por ti y me dijo que estabas en prácticas muy contenta.
No sabía porqué pero le molestaba como su amiga coqueteaba con el que era su amigo, solo era eso, un amigo pero le molestaba, había venido a verla a ella y no a “Aubrey” Miró el reloj intentando quitar la vista del coqueteo constante que había surgido inesperadamente entre esos dos, ya era la hora de volver, cogió sus cosas y volvió dentro no sin antes decirle a su amiga
- Te espero dentro, te quedan 10 minutos.
Ninguno de los dos había visto a Lav actuar de esa manera anteriormente y se miraron perplejos a los pocos segundos retomaron la conversación que mantenían.
- ¿Y cuánto tiempo vas a estar por aquí? -la voz de Aubrey sonó dulce y melodiosa.
- Unos días, los suficientes para arreglar unos asuntos.
- ¿Y qué tipo de asuntos son, si se puede saber?
- No sé explicarlos, ni yo mismo sé lo que debo hacer.
- Está bien eso, ¿piensas pasarte algún día más por aquí? -en su cabeza solo se repetían las mismas palabras <<¡Dios dí que sí!>>
- No lo sé, mira... ¿puedes hablar luego con Lav? No entiendo lo que acaba de suceder, la conozco desde que era pequeña, es como de mi familia y de repente la he sentido tan lejos.
- Hablaré con ella, seguro que solo son unos celos tontos -dijo sin pensar, cuando se dio cuenta de lo dicho ya era tarde.
- ¿Celos? ¿De qué? Oh por Dios, me voy. Deberías volver ahí dentro tú también.
Aubrey se quedó mirando como Diego se dio la vuelta y se fue, sin dignarse a decir adiós. Supuso que estaría acostumbrado a tratar así a las chicas por su belleza pero no, ella no era una cualquiera y ese tratamiento la enfureció. Recogió su bolso del suelo y volvió dentro con la intención de buscar a Lav, normal que se fuese sin despedirse, por lo que se veía era algo que venía de “familia”. Ya dentro del aula no encontró a Lav, ni en las siguientes horas. Tal vez se hubiese ido, ya la llamaría a la casa tampoco ella se encontraba de buen humor.