El anuncio tan anticipado de los 190 días de clase, y el de que en los próximos años deben llegar a los 210, es un apriete contra los reclamos docentes y las huelgas, y un elemento más en el camino de establecer aumentos (miserables) por paz social y salario por mérito, igual que Macri en la Ciudad de Buenos Aires. Este chantaje es explícito. Antes del comienzo del ciclo lectivo actual, Cristina, en cadena nacional, atacó a los docentes de Neuquén, y los amenazó para que dejaran de hacer paros. No fue entonces, ni lo es el anuncio de hoy, un exabrupto. Cuando comenzó su gobierno, lo primero que planteó CFK fue “la instrucción de que los maestros, a cambio del aumento, se comprometan a cumplir el dictado de 180 días de clases durante el año y a no promover paros. La exigencia para condicionar el aumento salarial fue transmitida a los gremios en la reunión paritaria nacional, celebrada en el Ministerio de Trabajo, junto con funcionarios de gobiernos provinciales” (La Nación, 14/2/08).
En aquel momento, como ahora, tampoco cambió la actitud de la burocracia kirchnerista de Hugo Yasky. Como señala Sileoni, el anuncio de la imposición de los 190 días de clase tuvo una gran acogida en los gremios.
El clima de la docencia en todas las provincias es otro: a las provincias con conflictos más fuertes -antes mencionadas-, ya se sumaron las paros de los docentes santafecinos, contra el incumplimiento del 82% móvil con 25 años de servicio de parte de Binner; las masivas huelgas del 28 y 29 de setiembre en la provincia de Buenos Aires, por aumento salarial y en contra de la violencia en la escuela; el parazo y la enorme movilización de los docentes de la Ciudad de Buenos Aires, contra la eliminación del Estatuto Docente por parte de Macri.
Por lo tanto, el anuncio de los 190 días obligatorios nada tiene que ver con una preocupación pedagógica. Es un apriete del gobierno y de la oposición contra las luchas que se vienen en 2012.
Daniel Sierra