El 28 de junio del año que entra se cumplirá el centenario de la chispa que hizo prender en Europa la larga guerra civil que asoló el continente hasta 1945. Las causas de la I Guerra Mundial son muchas y muy profundas. Al igual que pasa con los accidentes aéreos, no existe una sola causa que condujese a Europa a una larga guerra, sino una multitud de causas que de forma entrelazada condujeron a 1914. Las rivalidades entre las grandes potencias europeas no eran pocas y habían aumentado desde el reparto de África y la consolidación de Alemania como Estado unificado. Aún así pensar que había un camino que tenía que llevar indefectiblemente a la guerra es difícil de defender puesto que el Concierto Europeo había sobrevivido desde la derrota napoleónica a multitud de crisis. Desde el Congreso de Viena, Europa había vivido un siglo de paz duradera salpicada por conflictos breves y localizados como los que dieron lugar a las unificaciones italiana y alemana. Es más, el asesinato de Francisco Fernando no era la mayor crisis a la que se había enfrentado el Concierto Europeo. Ya se habían solventado dos crisis marroquíes y balcánicas, una de las cuales conllevó una movilización parcial de los ejércitos austro-húngaro y ruso. Tal vez por ello, por la despreocupación que otorgaba haber llegado siempre a un compromiso, los actores políticos no valoraron lo que muchos consideraron un mero incidente en Sarajevo el 28 de junio de 1914 que terminó llevando a una guerra general en Europa y, más adelante, en el mundo. ¿Cómo un conflicto muy localizado en una región menor de Europa pudo desencadenar el inicio de una larga guerra general en Europa? La respuesta no es única ya que hay que analizar los infinitas motivaciones de las grandes potencias, sus filias y fobias para con los demás países europeos. Esta maraña de causas las analiza de una forma magistral la historiadora por Oxford Margaret MacMillan en su libro 1914, de la paz a la guerra. Y para inaugurar el año que va a entrar sólo apuntaré algunas pinceladas sobre las causas que empujaron a cada potencia a iniciar el camino que terminó llevando a Europa a 1914.
Un segundo aspecto del Plan Schlieffen que terminaría llevando a un conflicto general era que se basaba en la violación, si era necesario, de la neutralidad belga. Cuestión que terminaría decantando a Inglaterra hacia la intervención al lado de la Entente. Cuando fue asesinado el Archiduque Francisco Fernando, muy pocas cancillerías pensaban que después de peores crisis este incidente fuese a ser el detonante de una guerra general en Europa. Pero el Imperio Austro-Húngaro estaba decidida a aplastar a Serbia y le habían brindado la oportunidad en bandeja de plata. Rusia, que al igual que Austria-Hungría no podía permitirse otra humillación internacional, respondió como garante de la independencia serbia a cualquier precio. La rigidez de ambas monarquías absolutas impidió un final negociado de la crisis como había ocurrido en la crisis Bosnia de 1908. Los términos del ultimátum austro-húngaro eran completamente inaceptable por Serbia. Si Austria-Hungría se atrevió a tanto fue porque contaba con el beneplácito alemán. Muchos historiadores sitúan en este punto la responsabilidad alemana, si ésta hubiera presionado a Austria-Hungría como lo hizo en 1908 puede que el inaceptable ultimátum hubiera sido mucho más razonable y el Concierto Europeo hubiera encontrado una salida como había sucedido en crisis anteriores. Pero en lugar de esto, la Monarquía Dual obtuvo de Alemania un cheque en blanco para que actuase según sus propios intereses. Una vez que Serbia rechazó el ultimátum austriaco, ésta le declaró la guerra provocando la movilización rusa. Cumpliendo sus compromisos, Alemania le envió un ultimátum a Rusia para que se desmovilizara, cosa que se rechazó. Así se puso en marcha el Plan Schlieffen y lo que era una guerra en los Balcanes se extendió al oeste. Alemania envió un ultimátum a Francia para que se mantuviera neutral (la cesión de importantes fortalezas a Alemania como garantía era un punto inaceptable). Francia rechazó el ultimátum e hizo gala de su alianza con Rusia y comenzó su movilización.
Quedaba por saber qué haría Inglaterra. Aunque los PM británicos, principalmente Edward Grey, siempre afirmaron tener libertad de acción, lo cierto es que su política estaba íntimamente ligada a la francesa y le sería inaceptable y bochornoso no acudir en su ayuda. Los británicos necesitaban una excusa para intervenir y sabían, porque habían descifrado los códigos alemanes, que el Plan Schlieffen se basaba en la invasión belga, país neutral del que Gran Bretaña era su garante. La negativa belga a dejar tránsito a los ejércitos alemanes por su territorio forzó la violación de su neutralidad y el ultimátum británico a Alemania para que se retirase. Cuando expiró el plazo, toda Europa se encontraba en guerra. ¿Se pudo haber evitado la guerra? La tesis de la autora es que sí, hubo muchísimos momentos en los que el Concierto Europeo se pudo haber apartado del camino de la guerra. Es más, el libro hace hincapié en todos y cada uno de esos momentos en que las potencias pudieron haber tomado otras decisiones, en los que se pudo presionar, echado a atrás e, incluso, en las motivaciones personales de los protagonistas. Es curioso que la guerra estallase precisamente en 1914, momento en que la amenaza de las crisis marroquíes y balcánicas se estaba alejando. Los contactos entre los antagonistas comenzaban a ser más frecuentes y las negociaciones parecían tender puentes en lugar de volarlos. Es curioso que un incidente al que muchos no dieron importancia terminase desembocando en un conflicto general para el que parecía no haber alternativa.