Yo he sido (y soy) partidario de todo lo que significa 15-M como movimiento social, como catalizador de los descontentos, como arma social y posiblemente política con el tiempo, como algo que está poniendo las primeras piedras de algo que puede llegar a ser una muralla. Pero la actitud de los primeros momentos, aquél “buenismo” necesario, parece claro que no sirve de mucho, y que hay que volver a la lucha como tal, a la que genera una violencia evidente porque simplemente responde a la violencia “dura”, que es la que ejerce, con hijoputez y alevosía, el poder.
Así pues, ¿qué lucha nos queda?. Cuando el poder no cede ante la evidencia de la movilización “cívica”, y sigue castigando a los ciudadanos, ¿cuál es la salida?