El entonces subsecretario de Asuntos Políticos de las Naciones Unidas, el afroamericano Ralph Bunche, lo vio venir en febrero de 1960: “Este será el año de África”. En lo que iba de año, Camerún había logrado la independencia, y Bunche predijo que podrían nacer hasta otros siete nuevos países antes de final de año descolonizados de las potencias europeas. Pero se quedó corto. A Camerún le siguieron otros dieciséis países a lo largo de 1960, un año que cambió la imágen de África que tenía el mundo. Ocho territorios consiguieron la independencia solo en un mes, agosto. Todos ellos eran colonias de Francia, el país que más territorios perdió, catorce de los diecisiete, mientras que Reino Unido perdió dos, Somalia y Nigeria, y Bélgica la actual República Democrática del Congo. En total, la población africana independiente pasó de 95 a 180 millones de personas en 1960, más de la mitad de la población total del continente en ese momento.
Pero el impacto no fue solo en los números, sino también moral. África dejó de ser un continente defenestrado y los africanos de ser considerados ciudadanos menores. La ola de independencias trajo un cambio de paradigma: África pasó a liderar la descolonización a nivel internacional y fue clave, junto a otros países asiáticos, para la firma de la Resolución 1514 de la ONU, conocida como la Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales. Por primera vez, la ONU reconocía el “derecho a la autodeterminación” sobre la base de la “igualdad y el respeto a los derechos de las personas y su integridad territorial”. Una declaración que se aprobó sin ningún voto en contra y tan solo con la abstención de nueve países—la mayoría de ellas potencias colonizadoras—, lo que supuso una gran victoria moral para África. A día de hoy, el Grupo Africano sigue siendo el bloque regional con más Estados miembros de la ONU, representado un 28% del total.
Para ampliar: “El derecho a la autodeterminación y los límites a la independencia”, Trajan Shipley en El Orden Mundial, 2018
El efecto potenciador de la Segunda Guerra Mundial
Varios factores influyeron en la llegada del Año de África. Las potencias europeas habían quedado debilitadas tras la Segunda Guerra Mundial. Por otro lado, los africanos cada vez estaban más unidos en torno al panafricanismo, que abogaba por un continente unido e independiente y que incluía entre sus partidarios a algunos de los que serían los primeros presidentes de varios países africanos descolonizados. Mientras unos perdían poder, otros creían cada vez más en sus posibilidades de autogobierno.
El poeta ugandés Taban Lo Liyong dijo irónicamente que los africanos tenían que dar las gracias por su libertad a tres hombres blancos: Karl Marx, Friedrich Nietzsche y Adolf Hitler. A Marx le agradecía la idea de los pueblos oprimidos y de la explotación económica de los humanos. A Nietzsche le atribuía la teoría del superhombre y de que existe una raza dominante, sin la que Hitler no hubiera llevado a la práctica su ideología genocida. Finalmente, Hitler también había provocado la Segunda Guerra Mundial, que supondría un punto de inflexión para la descolonización de África.
La Segunda Guerra Mundial produjo cuatro cambios importantes para África: morales, económicos, políticos y militares. En el conflicto participaron más de un millón de africanos que luchaban por la libertad de sus potencias coloniales: Bélgica, Francia y Reino Unido, los países que les negaban a ellos la libertad. Cuando llegaron al frente, los africanos descubrieron que luchaban, sangraban y morían igual que sus compañeros europeos, con lo que la supremacía del hombre blanco, que se les llevaba décadas inculcando, quedó en entredicho. Los africanos se dieron cuenta de que los europeos no eran mejores que ellos. Además, tras el conflicto las potencias europeas se olvidaron de condecorar a los veteranos de guerra africanos, lo que aumentó su rechazo al poder colonial.
A ello se le sumaba que todos luchaban juntos contra la Alemania nazi y su teoría de la supremacía de la raza aria; los europeos luchaban contra el racismo en Europa pero lo practicaban en África. Si luchaban por liberar a los judíos, ¿qué diferencia había con los africanos? Si se consideraba nociva la dominación de un país por parte de otro, como hizo Alemania con otros países europeos, ¿por qué era correcto que las potencias coloniales gobernaran a los africanos?
A nivel económico, las economías de los países europeos estaban devastadas tras la guerra. El 70% de la industria europea quedó destruida y los países vencedores tuvieron que recurrir al Plan Marshall estadounidense para salir adelante. Además, Reino Unido y Francia tenían grandes problemas para sostener el costoso sistema colonial. Por si fuera poco, las economías de las colonias africanas también vivieron una grave crisis. A pesar de que habían incrementado la producción de materias primas durante la guerra, estaban destinadas a la exportación, mientras que las restricciones a las importaciones impuestas por las metrópolis provocaron escasez de productos e incrementó los precios, lo que llevó a muchas familias a la pobreza.
En el plano geopolítico, ninguna de las dos superpotencias que emergieron de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y la Unión Soviética, tenía intención de apoyar el dominio colonial europeo en África. Ambos preferían la descolonización, una oportunidad para aumentar su influencia política y comercial en el continente. Además, en los últimos años se habían independizado varios países asiáticos, lo que aumentó la confianza de los africanos. Aunque, por encima de todo, les daba confianza la experiencia militar que habían adquirido durante la guerra, que les preparó para un potencial conflicto por la independencia, y la unión de los distintos territorios africanos en torno al objetivo común de la descolonización.
Para ampliar: “¿Qué define una colonia?”, El Orden Mundial, 2019
El panafricanismo, la unión de África
La descolonización de África comenzó a fraguarse en el 5º Congreso Panafricano de Mánchester, en octubre de 1945, al que asistieron algunos de los futuros presidentes africanos, como Kwame Nkrumah de Ghana, Jomo Kenyatta de Kenia y Hastings Basanda de Malawi, y que inauguró la lucha unida por la independencia. El manifiesto de la reunión, titulado “Desafío a las potencias coloniales”, era toda una declaración de intenciones: “Estamos determinados a ser libres. Queremos educación. Queremos el derecho a tener una vida digna, a expresar nuestros pensamientos y emociones, a adoptar y crear formas de belleza”.
Originalmente, el panafricanismo surgió en el siglo XIX en Estados Unidos como la idea de que los afroamericanos tenían intereses comunes y debían permanecer unidos, pero fue el sociólogo estadounidense William E. B. Du Bois quien extrapoló la idea a la opresión colonial del continente africano a principios del siglo XX. Sin embargo, no fue hasta después de la Segunda Guerra Mundial cuando el panafricanismo se convirtió en un movimiento popular en África. En esa expansión fue clave la figura de Nkrumah, quien se erigió como líder del movimiento con la visión de que una “Unión de Estados Africanos” política y económica acabaría con el colonialismo europeo en el continente.
Nkrumah lideró en Ghana el movimiento de resistencia anticolonial con una llamada a protestas, huelgas y a no cooperar con las autoridades británicas que gobernaban el territorio. Su activismo le llevó a prisión, pero su popularidad quedó demostrada en 1951 en las primeras elecciones generales del entonces llamado Costa del Oro, todavía controlado por el Reino Unido. Nkrumah ganó, salió de prisión y lideró el país hacia su independencia en 1957 y a su transformación en una república en 1960, de la que fue su primer presidente.
Un año después de la independencia, Nkrumah organizó en la capital del país la Conferencia de Acra, en la que participaron los líderes anticoloniales de los distintos países y territorios todavía por descolonizar del continente. La Conferencia de Acra rubricó los principios del panafricanismo moderno: independencia política, unión diplomática africana y asistencia entre movimientos de liberación. Además, los líderes anticoloniales acordaron no alienarse con ningún bando de la Guerra Fría, un conflicto que, según Nkrumah, distraería a los africanos de su objetivo: la independencia. El ejemplo de la independencia de Ghana, con Nkrumah como figura de referencia, puso la primera piedra del Año de África tres años después.
1960
1960 empezó el 1 de enero con la independencia de Camerún, un país que había sido colonizado por tres potencias distintas: primero por Alemania y, tras la Primera Guerra Mundial, por Francia y Reino Unido. La independencia del Camerún francés dio el pistoletazo de salida a las independencias de otros territorios dominados por Francia, que perdería catorce de los diecisiete países que se independizaron ese año. Varios acontecimientos previos hacían inevitable la descolonización de los territorios franceses. De hecho, ya en 1944, el presidente francés, Charles de Gaulle, dijo en un viaje a Brazzaville, en el actual Congo, que el país debía tomar “el camino de una nueva era”.
Para ampliar: “Camerún, un país para dos colonias”, David Soler en El Orden Mundial, 2019
Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, no tardaron en surgir protestas anticoloniales por todo el antiguo Imperio francés, las primeras en Argelia en 1945 y en Madagascar dos años más tarde. Las fuerzas francesas respondieron con dureza en ambos casos, matando a 6.000 argelinos y hasta 89.000 malgaches. Sin embargo, la resistencia argelina derivó en una cruenta guerra por la independencia que duró entre 1954 y 1962 y dejó 1,5 millones de argelinos muertos. El coste humano, económico y reputacional hizo a De Gaulle replantear el proceso de descolonización del resto de colonias francesas en África. En 1958, el líder francés promulgó un nuevo modelo por el que los territorios africanos podrían “administrarse libremente”. Para ello debían aceptar la nueva Constitución francesa y decidir si preferían mantener su estatus, asimilarse dentro del sistema francés como territorios metropolitanos o tener autonomía política en un modelo federal bajo el control de París.
La mayoría de los territorios aceptaron la carta magna y la autonomía de gobierno. Guinea fue el único que rechazó todo el sistema, cortando la relación con Francia y convirtiéndose en la primera colonia francesa en alcanzar la independencia en 1958. Así, Guinea demostró al resto de colonias francesas que la independencia era posible, allanando el camino para la ola de descolonización dos años después. Pronto, otros territorios pidieron también la independencia: la Federación de Malí lo hizo en 1959, seguida de Madagascar. En diciembre de ese año, Francia aceptó lo que no había hecho con Guinea: negociar la independencia. Dos años más tarde, De Gaulle aseguró que había preferido establecer “nuevas relaciones basadas en la amistad y cooperación” que mantener un sistema colonial “costoso e improductivo”. A cambio, Francia pretendía de que las antiguas colonias se integraran en la nueva Comunidad Francesa, una asociación política al estilo de la Commonwealth británica, garantizándose así mantener un rol primordial en la región. En Camerún, por ejemplo, los franceses aplastaron la resistencia de un grupo marxista y acordaron la independencia con los partidarios de no romper la relación con Francia, asegurándose una buena relación futura con su antigua colonia.
A pesar de todo, Francia no esperaba tantas independencias ni que llegaran tan pronto, aunque no se opuso a ellas. Tras Camerún el 1 de enero de 1960, se produjo un efecto dominó. Togo se independizó en abril y en junio se sumaron Madagascar y la Federación de Malí, que en septiembre del mismo año se disolvería en dos países: Senegal y Malí. Mientras, temerosos de que una guerra como la de Argelia pudiera ocurrir en sus territorios, Bélgica y Reino Unido aceptaron las independencias de la República Democrática del Congo y Somalia a final de junio. Dos meses más tarde, agosto protagonizaría el mayor número de independencias, las de los territorios del África Occidental y África Ecuatorial francesas: Dahomey (el actual Benín), Níger, Alto Volta (el actual Burkina Faso) y Costa de Marfil por una parte, y Chad, República Centroafricana, República del Congo y Gabón por otra.
Las últimas dos independencias de ese año fueron la de Nigeria del Reino Unido en octubre y la de Mauritania de Francia. Este último territorio proclamó su soberanía en noviembre, meses más tarde que el resto de colonias francesas, debido a la indecisión sobre qué hacer con un territorio abandonado por París. Mauritania carecía de administración o infraestructuras y se gobernaba desde Senegal. Se plantearon tres opciones para su independencia: la integración con Marruecos, un proyecto de unión saharaui, y una federación junto con Senegal y Malí. Ninguna convencía a los mauritanos, que proclamaron la independencia a pesar del rechazo de Marruecos y la Liga Árabe.
Para ampliar: “La Francáfrica o el imperio neocolonial francés”, Fernando Arancón en El Orden Mundial, 2015
África internacional
El Año de África también lo fue debido a la proyección internacional que obtuvo el continente. El 21 de marzo de ese año, la lucha contra el supremacismo blanco cobraría otra dimensión tras la Matanza de Sharpeville, un poblado sudafricano. Las fuerzas del apartheid asesinaron a 69 personas de raza negra e hirieron a otras 180 reprimiendo una protesta pacífica. El Congreso Nacional Africano, liderado por Nelson Mandela, y el Partido Comunista Sudafricano fueron ilegalizados y adoptaron la violencia armada como forma de resistencia. Además, fuera del continente la matanza provocó protestas alrededor del mundo y la condena formal de la ONU, marcando el comienzo de la lucha mundial contra el apartheid. Seis años después, la ONU proclamó el 21 de marzo el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial para conmemorar este hecho.
Meses después de la matanza, Kwame Nkrumah, ya presidente de la República de Ghana totalmente independiente, subió al estrado de la 15º Asamblea General de la ONU como máximo representante del panafricanismo y demandó el fin de la “inhumana política y la barbarie” del supremacismo blanco. Nkrumah además incidió en que África no buscaba venganza ni la muerte de quienes les habían oprimido, sino justicia y libertad. En diciembre, la ONU reconoció la ocupación extranjera como una violación de los derechos humanos en la Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales.
Después de 1960, África quedó dividida en dos: casi la mitad de la población y países habían conseguido la independencia, pero todavía quedaban veintisiete países en manos coloniales. Algunos de ellos consiguieron la independencia negociando, otros por la vía violenta. Francia y Reino Unido optaron por llegar a acuerdos con los territorios todavía bajo su control como Seychelles o Kenia, respectivamente. Por el contrario, Portugal se resistió a abandonar Angola, Guinea-Bisáu y Mozambique, y perdió las tres en sendas guerras de independencia en 1974. A ellos se suman países como Sudáfrica, independiente pero gobernada por una minoría blanca, y Namibia, colonizada por el régimen del apartheid del país vecino, que no fueron libres del supremacismo blanco hasta 1990.
Para ampliar: “La independencia del África lusófona: una revolución traicionada”, Luis Martínez en El Orden Mundial, 2017
El efecto del Año de África fue global y puso al continente olvidado en el centro del discurso internacional. Su impacto impulsó al Movimiento por los Derechos Civiles de los afroamericanos en Estados Unidos y tuvo un efecto catalizador para el rechazo al colonialismo alrededor del mundo. El mundo ya no hacía la vista gorda a lo que pasaba en África. Sin embargo, sesenta años después sigue habiendo una colonia en el continente: el Sáhara Occidental, ocupado por Marruecos desde 1975 tras la salida de España. Además, Francia y Reino Unido mantienen doce y tres departamentos y territorios de ultramar en África, respectivamente, como las islas de Mayotte y Reunión en el caso francés o las islas de Ascensión, Santa Helena y Tristán de Acuña por parte británica.
A pesar de que todavía quedó un largo camino de descolonización por recorrer, 1960 supuso un antes y un después para los africanos. El hombre blanco ya no era superior al negro y las distintas comunidades africanas se unieron como nunca para conseguir su soberanía. Sesenta años después del Año de África, el sueño de Nkrumah de unir África está cada vez más cerca: todos los países del continente excepto Eritrea han ratificado un nuevo tratado de libre comercio en 2019 que pretende incrementar los lazos entre países africanos y reducir la dependencia del exterior. Quizá así África sea de una vez para los africanos.
Para ampliar: “El proyecto de una unión económica y monetaria en África”, David Soler en El Orden Mundial, 2019
1960, el año de la independencia en África fue publicado en El Orden Mundial - EOM.