1960: Su primera Romería

Por Soy_pastoreno

Bendición de una Ermita en Cantillana, en el sitio de Los Pajares, dedicada a la Divina Pastora.

No le resulta fácil al autor la elección de los acontecimientos a relatar en su sección de nuestra revista decana, que este año alcanza, felizmente, su quinto número y en la que la objetividad y el rigor histórico siguen teniendo su mejor baluarte. Muchos, variados y trascendentales han sido los que han jalonado desde su fundación la ya larga trayectoria y antigua historia de nuestra hermandad.

Una hermandad que nunca tuvo que recurrir a ridículas y falsas conexiones para ennoblecer sus orígenes y para impregnarse de una solera y de una antigüedad que sólo a la Historia con mayúsculas le está permitido conceder. Nuestra hermandad siempre tuvo muy claras sus raíces, sin necesidad de engrandecimientos foráneos y advenedizos. Antigua hermandad precursora e inimitable modelo de otras, siempre se mantuvo fiel a la advocación y a la imagen titular de su Divina Pastora, a la que esta vez no la acompaño de ningún calificativo, porque al autor le resulta ya imposible expresar por medio de la palabra escrita lo que llega a sentir y, como él cualquier pastoreño, ante la contemplación de nuestra entrañable Pastora. Sentimiento que sólo puede ser vivido y entendido cuando es heredado de unos mayores que siempre, y por encima de todo, se mantuvieron fieles a Ella, a la que perpetuamente consideraron su más preciado tesoro. La amaron y la sintieron como nadie y nunca les agradeceremos lo suficiente tantísima fidelidad.

¡Qué orgullosos debemos sentirnos de nuestros mayores, de ser pastoreños y de tener la Pastora que tenemos!

Sólo así se pueden entender los interminables chillidos que daba Ana Valverde Sánchez (la entrañable Anita la Clariana) cuando la tenía delante.

En los últimos artículos me he dejado arrastrar por la lejanía del tiempo, rememorando junto a generaciones pasadas momentos otrora vividos.

Esta vez, el camino trazado por la emoción y el júbilo que me produce el sólo hecho de pensar que la Virgen visitará de nuevo su santuario, me conduce inevitablemente hacia las ya doradas hojas de nuestra vieja hemeroteca en la que se halla impreso en letras de oro uno de los más felices episodios vividos por nuestra hermandad, y que no es otro que la primera visita de la Virgen a su ermita con motivo de su bendición e inauguración.

Quiero dedicar este artículo, muy cariñosamente, a todos los pastoreños que, con su esfuerzo e ilusión, hicieron posible la construcción de nuestra preciosa ermita y recordar a los que nunca pudieron ni imaginar a su idolatrada Pastora camino de una blanca ermita enmedio de centenarios olivares, a la que llegaba, más Pastora y más Zagala que nunca, cobijada bajo el palio de su campera carreta, después de atravesar los campos y riberas cantillaneros.

Son varios los periódicos que recogen los hechos que nos ocupan, caso de El Correo de Andalucía y ABC. A éstos hay que añadir la retransmisión realizada por la emisora de Sevilla de Radio Nacional de España. A través de todos ellos reviviremos el ambiente de aquel 30 de septiembre de 1960.

Siguiendo al locutor José Luis López Murcia, de los equipos de Radio Nacional de España que realizaron la retransmisión mencionada, sabemos que el día amaneció lluvioso, con un cielo plomizo:

"Desde nuestra salida de Sevilla, una cortina de agua nos impedía la visión clara de este paisaje vario, distinto, que el camino nos brinda. Los últimos alcores y la cercanía de los ríos nos ha ido descubriendo esta Cantillana, esperada y ansiada, que nos guarda la promesa hecha realidad de su devoción por la Divina Pastora, de la que tanto y tanto nos habían hablado y cuyo recuerdo ha quedado pequeño ante la verdad inconmensurable y única que, en esta mañana, hemos empezado a vivir junto a estos cantillaneros que sienten, piensan y viven sólo por, para y en la gracia de ésta su Virgen pequeña, bonita y dulce, primor de primores, Pastora Divina de las Almas y protección de éstos sus hijos que a Ella dedicaron generaciones y generaciones y cuyo amor es tan hereditario como la propia sangre.

Firmemente creemos que este amor desbordado, con locura, ha obrado hoy el milagro de hacer que el cielo quede despejado de nubes y estas primeras aguas otoñales hayan huido. Dejando paso a un día casi caluroso y radiante".

Para bendecir e inaugurar la ermita asistió el, por entonces, obispo auxiliar de la Archidiócesis de Sevilla. José Maria Cirarda Lachiondo. Fue recibido a las nueve y media de la mañana por las autoridades locales y representación de la hermandad en el término municipal. concretamente en el salto de aguas. Acompañado de grupos de jinetes y amazonas entro en el pueblo y, tras descender del automovil en la Puerta de Malara, fue conducido en coche de caballos hasta la misma puerta de la iglesia.

Para siempre se le quedaron grabados al señor obispo los momentos vividos en Cantillana junto a su Pastora. Y de ello dejo constancia en la inolvidable conversacion mantenida con el autor en la sierra madrileña, en julio de 1984. Al oir el nombre de Cantillana, después de veinticuatro años, no ceso de derramar elogios y piropos a su Pastora, ensalzando su belleza y su hermosura: " No he llegado a ver nunca Virgen tan llena de finura y de gracia [...] y tanto fervor y entusiasmo".

También recordó que fue la primera fiesta andaluza a la que asistió y donde vio por primera vez a jóvenes ataviados con los trajes típicos de nuestra región. Este emocionado encuentro hizo que el autor rememorara desde la distancia la estrofa de nuestra antigua sevillana:

" Dijo el obispo
Pastora Como ésta
yo nunca he visto
"

Don José Maria Cirarda acabo siendo obispo de Pamplona, y desde allí volvió de nuevo a Cantillana para predicar los cultos del triduo de mayo de 1996.

Tras la llegada del prelado a la iglesia, se procedió a iniciar el traslado de la Virgen, en brazos de sus hijos, hasta la carreta de plata que, desde hacia algunos años (1956) y hasta el estreno de la nuestra en 1961, nos cedía la Hermandad del Rocío del Salvador de Sevilla por mediación del pastoreño Manuel Espinosa Duran, muy amigo del, por entonces, hermano mayor de la citada Hermandad del Rocío, José María Doménech, Esta carreta, me contaba José Pérez Zamora -mi inolvidable y pastoreñisimo tío Pepe- era trasladada desde Sevilla tirada por mulos al mando de Antonio Daza Barba "el Mancebo", al que acompañaban algunos miembros de la hermandad, como los hermanos Villarreal o el propio informante. Venía totalmente protegida por una funda de lienzo y en alguna ocasión, por el asombro de las bestias, llegaron a temer por la integridad de la misma. Dicha carreta fue vendida a la hermandad de Santa María del Alcor del Viso.

Y la comitiva se puso en marcha, Iba presidida por el señor obispo delante de la carreta, que aparecía semicubierta por una Iona ante el riesgo de lluvia, y a la que seguían numerosas carretas de papelillos. Tras recorrer el corazón del pueblo se dirigió hacia el santuario, obra del arquitecto Aurelio Gómez Millán y costeado exclusivamente por las aportaciones de los hermanos y devotos de esta hermandad, quienes llegaron a organizar la recordada Fiesta del ladrillo en la que cada uno, según sus posibilidades, aportaba cuantos podía.

La ermita fue erigida en la finca denominada Olivar de Lapola, en el sitio conocido por Los Pajares, terrenos donados por Concepción López Santolalla. El dia 30 de septiembre de 1956, coincidiendo con la romería, se colocó la primera piedra. Para tal ocasión fue llevado desde la parroquial el simpecado de la Divina Pastora. Oficio la ceremonia José Sebastián y Bandaran, canónigo hispalense que, siguiendo el ritual romano, bendijo la primera piedra.

Una vez en la ermita, la Virgen fue bajada de la carreta por sus hermanos que, con el mayor de los cuidados. La colocaron en el altar mayor sobre una peana cubierta de damasco rojo. Desde donde presidio la santa misa oficiada por el señor obispo -y concelebrada por numerosos sacerdotes, a los que ayudaron los jóvenes Antonio Solís y Ricardo Laguillo, ataviados con traje corto- y de cuya platica extraemos algunos párrafos:

" Qué hermosa es esta advocación de la Divina Pastora! Era absolutamente necesaria en la devoción popular. Jesús gusto de decir que El era el Buen Pastor, tanto y tanto, que la primera advocación, a la que los primeros cristianos rindieron culto, del Señor, fue precisamente bajo esta imagen del Buen Pastor con la oveja sobre los hombros. Justo era y necesario que la Virgen tuviera también una advocación de la Divina Pastora, porque lo es de verdad, de todas nuestras vidas ".

A estos actos asistieron las autoridades locales, representaciones de las hermandades de Ntra. Sra. de la Soledad, Patrona de nuestra villa y de Ntra. Sra. de la Asunción de Cantillana, así como de otras hermandades sevillanas de la Divina Pastora y religiosos de la Orden Capuchina, entre ellos nuestro añorado padre Claudio de Trigueros.

Más tarde, tuvo lugar el besamanos de la Virgen que, bajada al presbiterio, recibió el respeto de miles de devotos. Siguiendo la retransmisión radiofónica podemos vivir el ambiente festivo:

"Terminado el solemnïsimo acto religioso. los romeros se reúnen en fraternales grupos., extendiéndose por los contornos del santuario, cobijándose del sol que a estas horas ya abrasa como en pleno verano, bajo los olivos y en el interior de las múltiples casetas que han sido levantadas frente al santuario, donde se cantaban sevillanas tradicionales:

Es morenita la Pastora Divina,
y de la España entera la más bonita.

De Cantillana estrellita, y lucero
de la mañana.

Y yo la quiero más que a mi propia vida,
por ella muero.

Una rosa entreabierta por la mañana,
parece la Pastora de Cantillana


una vara de nardo
cuando se abre.

Monseñor Cirarda y las representaciones oficiales fueron atendidas por la hermandad en la casa del Huerto Teruel, propiedad de la familia Sáenz de Tejada, cuyas salas fueron habilitadas y exomadas para la ocasión con colgaduras rojas de damasco y con un cuadro de la Divina Pastora. obra del pintor sevillano Juan Antonio Rodríguez, cedido por los señores Morejón Oliveros.

Y casi al anochecer, el regreso a su templo parroquial, que tuvo el mismo exponente de devoción, formando toda la hermandad con la medalla del Redil sobre el pecho, ensartada en el cordón de seda trenzado en blanco y celeste, colores de siempre de la hermandad pastoreña, que ya utilizaba desde su fundación a principios del siglo XVIII. Uso que siempre realizó con mesura y discreción aplicándolos sólo en los lugares y enseres dignos de ellos.

Tras un triunfal recibimiento en su pueblo, la entrada en la iglesia parroquial de la Divina Pastora de las Almas fue apoteósica. La Virgen fue depositada en su camarín y, después del canto de la solemne salve, continuó en besamanos. Como colofón, una exhibición de fuegos artificiales ponía broche de oro a tan excepcional jornada.

De por vida quedó grabado este día en la memoria colectiva pastoreña. Marcó un antes y un después para una romería indiscutiblemente única, con su propio estilo e idiosincrasia. un espectáculo de luz y de color en el que se suceden los más bellos momentos y escenas de una estética irrepetible. Sin embargo, todo queda eclipsado por el incontenible entusiasmo de los pastoreños ante la delicada y exquisita hermosura de su Pastora amada y por el delirante fervor que le demuestran sus devotos hijos.

Y en horas de despedida, el autor también lo hace, esta vez, desde la inquietud y el desasosiego que le produce la emoción al sentir que ya sólo son días, horas las que faltan para volver a verla, posada majestuosa sobre su carreta de plata -"¡Ay, que preciosa resulta la Pastora en su carroza¡ "-. Después de cinco largos años que, tan ansiado momento, Hizo interminables.

Basilio Pérez Camacho (q.e.p.d.)