1968: érase una vez, hace 50 años hubo una pacífica revolución que muchos añoramos

Publicado el 21 diciembre 2017 por Solitarios Invisibles @belzinvisible

Muchos no lo recordarán, hace 50 años tuvimos una revolución en Europa.

Estamos a punto de entrar en el año 2018 y nos vamos a adelantar cinco meses para conmemorar el 50 Aniversario de los trascendentales hechos sucedidos en Mayo de 1968.

Serán tal vez pocos los que recuerden las cadenas de protestas estudiantiles en Francia, y muchos los que han pasado de largo por ese camino del recuerdo recorrido en la historia con alfombras que cubren lo que muchos no desean descubrir y ver a su paso, que reclamaba la abolición de la sociedad de clases, instando a la llamada popular para recuperar y tomar posesión de una conciencia común por hallar soluciones urgentes y pacíficas para abolir las desigualdades, en lo que bien podríamos denominar con la segunda gran revolución moderna del siglo XX, sin guillotinas y más diálogo de concentración.

Todo empezó en las aulas del conocimiento por la animada joven reacción, hipérbole en su inicio inmaduro, de una izquierda saturada de una ofensiva mercadológica cuyos únicos fines se concentraban en un aumento desproporcional del consumo, ignorando las prioridades de una sociedad más motivada en ampliar sus horizontes culturales, aderezados por influencias de movimientos "beatnik" - "hippie" y la música fascinante de Beatles y Rolling Stones, y cantautores como Bod Dylan, que abogaba por mentalizarse en una nueva era, lograr una paz inmediata en los conflictos bélicos como el de Vietnam y la guerra fría, que empañaba las dudas de sí se podría entrar en otra campaña que lacerase la Europa occicdental, sin menospreciar a la vez los síntomas de un declive económico después de una larga bonanza de prosperidad experimentada tras la segunda guerra mundial. Una situación que empeoraba y empezaba a formar grandes bolsas de desempleo, muy especialmente entre la juventud obrera y las nuevas promesas de las doctas profesiones que salían de las legendarias universidades galas.

A las manifestaciones se unieron sindicatos, autónomos y el Partido Comunista Francés, organizándose la mayor huelga general, todavía no superada, de la historia de Francia, reuniendo a más de nueve millones de personas, descolocando cualquier motivación en contra del Gobierno de Gaulle, que en un principio temió lo que nunca se produjo ni se había previsto por los comités interlocutores, como hubiese sido una escalada de insurrecciones para hacerse con el poder estatal, quien en su rápido conclavé de ministros anunciaron elecciones anticipadas en sus dos vueltas fijadas en el 23 y 30 de junio de 1968.

El éxito se propagó a otros países igual de sensibles a cambiar las caducas formas de gobernar no acordes con los momentos de una actualidad vertiginosa que requería de más imaginación al poder, lo que condujo a que en Estados Unidos, República Federal Alemana, Italia, España, Checoslovaquia, México, Argentina, Uruguay, llegasen a considerar un refrán del siglo XIX : ¡ Cuando París estornuda, toda Europa se resfría !. Un lema de total apoyo a los orígenes que suscitaron el cambio, para unos países más lento y para otros más rápido.

Tras la reclamación también existían fuertes reivindicaciones por parte de un pueblo que no admitía ni se conformaba con propuestas inexistentes provenientes de los representantes empresariales, que no lograban reducir los dos millones de parados que percibian un salario mínimo interprofesional que no alcanzaba a superar determinados precios del mercado básico, máxime cuando el salario de los más afortunados bajaba, se reducía o desaparecía. Toda esa problemática embolsada con un espíritu crítico de una democracia embadurnada, ficticia y mecida en los fondos de valor de la contracultura underground con toques de filosofías marxistas, que desbarataban la insolente opinión conservadora desmedida y atemorizada de la implantada burguesía, permitieron que una nueva generación de militantes de la libertad surgiesen en la escena política, tal fue la aparición de Daniel Cohn-Bendit como uno de los máximos exponentes y responsables que aprovechó un cita de la judicatura francesa para declarar sobre los procesos abiertos por las protestas en otra ciudad, lanzando a la salida de sede judicial arengas de inmediata repercusión que unieron a las masas, las asambleas de estudiantes y a sus profesores, llamando a una huelga general, convirtiéndose en un líder indiscutible que convenció a las autoridades de ejercer la mayor prudencia en sus intervenciones y cargas policiales, que las hubo y se consideraron dolorosas para muchos, dado que también ellos erán afectos a un sistema perezoso dominado por el caos institucional.

Hoy Daniel Cohn-Bendit es un eurodiputado de 72 años, con la doble nacionalidad francesa-alemana, que contribuyó a transformar la sociedad en aquel alegre y nunca olvidado mayo del 68, utilizando un lenguaje claro y sin romper en ningún momento las normas de las negociaciones con bloques de la oposición que aludían su próximidad a la temible anarquía, que a día de hoy y desde su oficial escaño ha convalidado por la reforma ecologista.

Por mucho menos de lo que ha sucedido en una España de la recesión, la corrupción y las pocas espectativas de darle un aire fresco y saludable que recupere la ilusión de los ciudadanos, se lió en París (Francia) una amalgama de protestas coaligadas, plausibles, perfumadas de aromas limpios y convincentes para la inspiración, firmes y contundentes por demostrar la razón de la verdad de una situación insostenible a la que debía darse la vuelta con las coherencias de las respuestas inmediatas, lo cuál nos aleja de una "advertencia social" que en la actualidad no exige de premisas para llamar al timbre de una intervención parlamentaria, por otra parte impotente y "secuestrada" entre unos políticos que deberían haber hecho frente con el apoyo "callejero" de sus representados, pues ocasiones tienen habitualmente, imitando el ejemplo sereno y organizado en Mayo de 1968, que pronto hará 50 años.