Traductor: Miguel Temprano García
Debolsillo - Random House
Winston Smith reescribe la historia según las órdenes del Partido en un Londres distópico que pertenece a la superpotencia llamada Oceanía, pero un día conoce a Julia...
Como distopía, "1984" es una de las duras y desoladoras que he leído en mi vida (y la segunda, tal vez, "El cuento de la criada" de Margaret Atwood). Centrada en la vida de Winston, un hombre gris de Oceanía (una de las tres potencias del mundo imaginario, junto con Eurasia y Esteasia), nos recrea un estado dictatorial, continuamente en guerra, que no deja un solo resquicio a la esperanza y al cambio, donde el grado de opresión y control sobre la población alcanzan unos extremos insólitos, pero que recuerdan (mucho) al sistema soviético, aunque podría ser aplicable a cualquier totalitarismo.
En Oceanía, el ochenta por ciento de la población son "proles", y el resto pertenecen al Partido Interior y Exterior. En la cúspide del sistema está la figura enigmática y misteriosa del "Hermano Mayor", que, en realidad, es un símbolo que "vigila" a todos a través de la tecnología de la telepantalla, presente en todos los lugares. En este mundo, gente como Winston se dedica a cambiar las noticias de periódicos del pasado según como convenga en cada momento, hacer desaparecer fotografías comprometedoras, además de reescribir la historia, eliminar nombres de personas..., de tal forma que no haya ninguna contestación o duda sobre el sistema ni sobre sus orígenes.
Además, la política del pensamiento controla las ideas y moral de la gente no solo a través de la coacción y la "vaporización" de las personas (que desaparecen por las noches) sino también a través del "doblepiensa" y la "nuevalengua", dos instrumentos del lenguaje que manipulan la realidad según los criterios de la ideología del partido. Inevitable recordar aquí la moderna invasión en nuestro mundo real del lenguaje "políticamente correcto" y de las leyes de "derecho al olvido", "memorias históricas" y demás, encaminadas, las últimas, a la modificación del pasado desde el presente, salvando las distancias con lo descrito en la obra de Orwell, por supuesto.
La gente se desahoga a través de la violencia física y verbal durante los "dos minutos de odio" o la "semana del odio" contra los enemigos de turno. Siguiendo los principos del "doblepiensa", los ministerios tienen nombres que ocultan su verdadera función: Ministerio del Amor (donde se tortura), de la Abundancia (que gestiona la pobreza), etc. Ni que decir que la cultura y los libros se han "adaptado" y "traducido" también a la "nuevalengua".
La novela, escrita de forma sencilla, se lee fácilmente, aunque sea parca en anécdotas. En efecto, el argumento en sí es bastante breve, ya que lo importante es el dibujo del sistema político y social imperante. A través de Winston, vemos los pocos huecos que hay en el sistema para la rebelión (como el sexo, no muy bien visto por este, si no es con fines reproductivos, o el rumor sobre una secreta hermandad resistente). El tono agobiante está muy bien logrado. Notas el espanto de una vida sin perspectivas, encerrada en las cárceles de un totalitarismo del que no se puede escapar en modo alguno y que es capaz de convencer a la gente de que "dos y dos son cinco", si el Partido lo dice.
En la obra se incluye también una especie de ensayo que detalla cómo es Oceanía y los fundamentos políticos que lo sustentan, en relidad, fragmentos de un libro escrito por el disidente Goldstein, enemigo número uno del régimen, sobre el que se vuelca el odio. Esta parte, aunque interesante (achaca las guerras permanentes al exceso de producción de bienes de consumo, entre otras cosas), tal vez se hace un poco farragosa por lo obvia y por el tono de discurso. Orwell fue un hombre de izquierdas, que luchó en la Guerra Civil española contra el fascismo, pero que alertó también de los peligros del stalinismo, un hombre comprometido con las libertades humanas, y todo eso se plasma en 1984 sin demasiada sutilidad.
La obra es un poco previsible, ya que pasa lo que imaginas, aunque también es cierto que parece el único final posible.
Una siempre tiene la tentación de decir que "es muy exagerado todo" y que sería imposible que algo como lo descrito en este libro pudiera llegar a suceder, pero el caso es que ya sucedió con los nazis y los soviéticos, con otras dictaduras a lo largo y ancho del planeta, y puede volver a suceder, cuando se pone el énfasis en el estado y no en el individuo, el ser humano y su tendencia natural hacia la libertad.
Lectura imprescindible, más por el mensaje que transmite y por la creación del mundo distópico que por una trama cargada de giros (que es lo que se lleva ahora), y toda una experiencia para la mente que valore los libros como algo más que "evasión".
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