20 junio 2014 por evasinmás
Cuando se habla de escritores visionarios suele aparecer en el top ten de las listas Julio Verne, con su viaje a la luna y tantas otras aventuras que, en otro tiempo, eran imposibles. Pero, después de leer 1984, de George Orwell, presento su candidatura a presidir el listado de profetas. Parece increíble que esta novela, en la que el mundo se divide en tres grandes potencias en guerra permanente, se escribiera en los años cuarenta. Orwell crea un país, Oceanía, en el que domina el Partido, que ejerce un control total sobre el pensamiento y las actividades de sus ciudadanos. Es el gran espía, que domina cada aspecto, mente y cuerpo, de los seres humanos que viven bajo su protección, mediante grandes pantallas de televisión, instaladas dentro y fuera de los hogares. De esta novela, que cuenta con varias versiones cinematográficas, se recuerda, sobre todo, el germen de ese Gran Hermano que se ha convertido en inagotable concurso de telerrealidad.
Sin embargo, quizás uno de los aspectos más terroríficos (que explica mejor el libro, aunque la película que aquí les indico es bastante fiel a la obra de Orwell) es el uso del lenguaje, la creación de un nuevo diccionario que se jacta, en cada edición, de reducir cada vez más palabras. Esto facilita que los humanos no tengan términos para expresar según qué conceptos, con lo que esa crítica, ese pensamiento que no interesa al partido desaparece. Leer este libro, escrito en los años cuarenta del siglo pasado, en 2014, provoca sorpresa y horror, cuando se descubre que poco han cambiado los esquemas sociales que sitúan en el punto más cómodo a los más poderosos y colocan las duras herramientas y el sudor del trabajo en los de siempre. Un sistema que manipula siempre el lenguaje, que esconde la verdad en palabras melódicas que pretenden ocultar la amargura de aquellas que definen la situación real.
Si prefieren el cine a la literatura, pueden intentar localizar la película inglesa que se estrenó justo en 1984 y cuyo protagonista es el gran actor John Hurt. Se trata un largometraje fiel a la novela, con una fotografía y una interpretación que contribuyen a crear un ambiente frío, automático, que antes la mente ya imaginó al leer el libro. Un clima metálico que construyó Orwell solo con la televisión… Me pregunto qué novela saldría de sus pensamientos si viera cómo están transformando el mundo las comunicaciones y las redes sociales, ésas que los gobiernos luchan por controlar.