La noche del 18 dormí poco -casi nada- y mal. Pero, con ardor en los ojos y aún medio embotado por la falta de sueño, me levanté a las ocho de la mañana, saqué a pasear a las perras, desayuné y me vestí para salir a la marcha convocacada para todas las ciudades del país.
Una franela blanca manga larga y con capucha, una gorra, un short, zapatos cómodos, un rosario al cuello y un pote de agua con hielo. Ya a las nueve y pico llegaba a la Plaza de la República, lugar de concentración en Maracaibo para caminar hasta la Defensoría del Pueblo en el centro de Maracaibo.
El calor y la humedad eran sofocantes. Ya desde antes de arrancar a caminar, la franela y el pelo estaban empapados de sudor. La gente iba llegando por montones. En pocos minutos la zona estaba a tope de manifestantes y…
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