Tengo, se encuentra en una espiral paranoica debido a la publicación de La crisálida de aire, pues las llamadas que recibe suelen ser de personas que le dan malas noticias o le presionan para que acepte una beca de tres millones de yenes por parte de una sospechosa organización llamada Nueva Asociación Para el Fomento de las Ciencias y las Artes de Japón.
Ninguno de los dos sabe que les deparará el destino en 1Q84, pues ambos se precipitan a un futuro incierto que, por las presiones, amenazas y consecuencias que la secta les pone a cada paso parece misterioso y oscuro. Y a cada paso que dan más se adentran en ese mundo desconocido para ellos y con una atmosfera distinta pero visible para unos pocos.
Recomiendo esta parte de la novela porque describe la relación entre Tengo y Aomame de una forma especial y mágica. También para aquellos que quieran descubrir la visión de Murakami en un mundo increible, sus personajes (algunos tan especiales como Fukaeri y otros tan escalofriantes como Ushikawa) y sus bellas descripciones de paisajes tan comunes y corrientes como una noche en la que brillan unas lunas. Por último para los incondicionales de este autor, no les defraudará, simplemente te mantendrá en vilo, hasta la llegada del otoño porque será cuando se publique la tercera y última parte de esta inquietante y fantástica gran obra.
Extractos:
Aomame entró en un amplio tocador y se puso el chándal. Dobló la blusa y los pantalones y los guardó en la bolsa. Comprobó que tenía el cabello bien sujeto. Se echó en la boca un espray para el mal aliento. Sacó la Heckler & Koch del neceser y, después de abrir el grifo del lavabo para que no la oyeran, tiró de la corredera hacia atrás y envió una bala a la recámara. Luego puso el seguro. También colocó el estuche del picahielos en la parte superior de la bolsa para poder sacarlo rápidamente. Una vez todo dispuesto, se miró en el espejo y distendió la expresión de crispación en su rostro. «Tranquila, por ahora lo tienes todo bajo control.»
Tengo se acercó a la ventana, descorrió un poco la cortina y miró hacia fuera. En la escena que se contemplaba desde la ventana del tercer piso no había ningún cambio. No se veía a nadie sospechoso, ni había ningún coche sospechoso aparcado. Sólo se extendía el mismo paisaje insulso de la zona residencial insulsa de siempre. Los árboles de ramas deformes que había en la calle estaban cubiertos polvo gris; los quitamiedos, llenos de abolladuras, y había unas cuantas bicicletas oxidadas abandonadas al borde de la carretera. De una tapia colgaba un eslogan de la policía: CONDUCCIÓN BAJO LOS EFECTOS DEL ALCOHOL: VÍA UNICA HACIA LA DESTRUCCIÓN DE LA VIDA (¿existiría un puesto en la policía encargado de inventar eslóganes?). Un anciano de aspecto insidioso paseaba un perro mestizo lerdo. Una mujer lerda conducía un coche utilitario feo. Un poste eléctrico feo extendía insidiosamente los cables eléctricos en el aire. Aquel paisaje al otro lado de la ventana sugería que el mundo se situaba entre «lo trágico» y «la ausencia de júbilo» y que se componía de la acumulación infinita de pequeños mundo que adquieren su propia forma.
Editorial: Tusquets
Autor: Haruki Murakami
Páginas: 744
Precio:26 euros