"Dedicada a ellos, a todos ellos". Breve y sentido punto y final para la historia de dos hombres que en los años 60 emigraron a Suiza para encontrar trabajo y poder optar a una vida mejor de la que les ofrecía la España de la época. Representantes de una parte importante de la sociedad de la época, los dos protagonistas de Un franco, 14 pesetas nos hicieron reír -y también indignar- con el choque de culturas entre ambos países y, como ellos, nos enamoramos de ese paisaje suizo lleno de libertad, belleza y respeto. Eso sí, no eran el humor ni la fotografía lo que hacían de la ópera prima de Carlos Iglesias un diamante en bruto, sino la sensación de desamparo, el no pertenecer a ningún sitio y la melancolía originada por el recuerdo de un hogar amado y odiado al mismo tiempo. Perfectamente plasmados en la gran pantalla, eran esos sentimientos los que al final de la película dejaban a uno con el corazón en la mano, cautivado por un encanto intrínseco a los personajes y a sus historias.
Ahora, ocho años después del estreno de Un franco, 14 pesetas, Carlos Iglesias recupera a sus queridos personajes, Martín y Marcos, y escenifica su reencuentro en Suiza seis años después de que... (continuar leyendo)
Lo mejor: como las distintas tramas de la historia desembocan en un clímax propio de una comedia de enredos clásica.
Lo peor: que parte del encanto, nostalgia y melodrama de la primera parte se pierde al optar por el "solo comedia".
Nota: 7
El contenido original de esta entrada pertenece a MySofa. Para leer el contenido entero entra aquí.