Manifiesto de Libertad
Sin siquiera estar sediento, sin pasar necesidad,
tu imagen aparece fugazmente en mí día a día,
una tortuosa existencia se genera fugazmente,
un buen día es aquel donde mi mente no tiene con qué dibujarla,
sonidos con qué recitar su voz,
un descanso de la lucha para salir del pantano donde quedé estancado.
No se necesita sangre y agonía, para sentir dolor,
es innecesaria la manifestación física para extrañar,
son tan nimios los detalles que pueden invocar
el recuerdo capaz de nublar una temporada
la existencia misma, el castigo de elegir mal.
Pero sin importar el ritual tortuoso de seguir,
ser indigno para uno, no significa una derrota total,
es incesante bajar de esa montaña su imagen,
generando cansancio y también una mezcla de aplomo y paz,
mi tragedia ahora solo es un recuerdo.
Un amargo recuerdo, utilizado para obligarme a no estar realizando
pernoctas fútiles cerca de una utopía,
evitando fabricar obsequios que nunca se entregarán,
así empieza la batalla por una libertad que se abdicó
sin siquiera existir un digno receptor de la misma.
En un acto fascista me niego a rendirme,
en un gesto soberbio te ignoro,
como autoritario decreto mi sublevación hacia tu recuerdo,
imponiendo con mano de hierro la deportación de todo aquello que representó su existencia en mi vida,
mientras por debajo de mi manga caen las gotas de sangre hacia el suelo de tanta fuerza hecha para no retractarse.
Firmaré una enmienda para reconstruir de nuevo mis valores,
utilizando el pasado como sextante y así dirigir mi nave hacia un nuevo destino no fijo,
ella será solo parte de un rito para un buen comienzo,
como una hermosa leyenda con un final justo pero tosco.
Desvarío en la Existencia
Recostado como un trotamundos a la intemperie, busco consuelo en el tronco al cual me recuesto para obtener un poco de sosiego y continuar aquel peregrinaje encomendado a los seres cuya existencia ha sido prestada por unas lunas.
Busco apresuradamente entre las hierbas del paraje, unas específicas para que sean la panacea justa para la herida que me causó el tropiezo más interesante hasta el momento.
A pesar de que se está sanando por sí sola, busco desesperadamente ayudar a cicatrizar aun cuando admito tener un desdén por curarme, intrigado aun me encuentro después del tropiezo, por tan significativo bloqueo en mí peregrinar.
Ese magnífico espejismo que se robó todos mis sentidos, la cautivadora presencia temporal fue suficiente para frenar y cambiar el camino por donde me había desplazado tanto tiempo, pero lo cierto es que fue sólo una parada transitoria, no se me permitió establecerme en ese lugar.
Me duele esa expulsión tan sutil como una acaricia, causando un par de riachuelos cerca de mis mejillas que se demoraran lo que esa herida se encuentre aún abierta, y aunque quiera sanarla, también me niego como un acto autodestructivo.
Una lucha entre dos pensamientos opuestos ante una misma crisis, pienso en no sanar la herida y buscar un foso donde quedarme contemplando el embaucador retrato del pasado aun cuando ya es inerte, o sanar por completo y buscar un nuevo lugar donde sea bienaventurado de establecerme y así tener un buen final.
Y aun cuando la última opción es la mejor, ignominiosamente considerar en momentos tomar la segunda, pero también es necesario olvidar lo dulce del veneno del pasado y exhumar el cadáver del mismo, para de esa forma empezar a luchar con toda el alma, el corazón y el cuerpo para así tener fuerza de encontrar ése lugar.