20 sugerencias para atravesar nuestros muros genealógicos

Publicado el 01 septiembre 2015 por Antonio Alfaro De Prado @genealogiah

El mayor placer de un genealogista es ver como se va expandiendo su árbol genealógico. Pero este crecimiento nunca es proporcionado ya que algunas ramas somos capaces de desarrollarlas cientos de años mientras que otras las tenemos prácticamente por iniciar. La representación gráfica resultante es siempre un árbol irregular, en la mayoría de los casos tremendamente descompensado. 

En los extremos aparecerán aquellos antepasados de quienes no conocemos sus ascendientes. Si el árbol es grande, la razón en la mayoría de los casos será que apenas hemos tenido tiempo de investigarlos. Ahora bien, hay ocasiones en que una persona parece absolutamente imposible de descifrar. O bien no aparece documentación sobre ella, o hay incongruencias o disponemos de tan pocos y ambiguos datos que realmente no sabemos por donde proseguir la búsqueda.

De hecho, el interés por descubrir más sobre estas personas aumenta a medida que destinamos tiempo y recursos, consultando archivos, revisando documentos, intercambiando información… Misterios que a veces se resuelven gracias a un ataque de “inspiración genealógica” o casualmente, mientras que otros permanecen durante años y años en nuestra lista de tareas pendientes. Es más, debemos asumir que algunos de ellos quizás supieron ocultar perfectamente su origen o se han destruido por completo los documentos clave.

Pero no desesperemos, por muchos años que hayamos tenido abierta esta búsqueda puede ser útil repasar detenidamente las siguientes sugerencias para intentar solucionar el misterio. Probablemente muchas de ellas se hayan tenido en cuenta o se consideren obvias, pero precisamente la rutina investigadora es la que a veces nos impide descubrir la pista definitiva:

1- Revisemos las fuentes originales. Seguramente han pasado años desde el descubrimiento de nuestro enigmático antepasado y es posible que  una lectura precipitada nos hiciera anotar datos erróneos, ¿estamos totalmente seguros de la información que manejamos?

2- Reorganicemos nuestros datos. Todos hemos visto en las series de detectives que una técnica básica de investigación es recoger y ordenar todos los hechos en torno a un caso para que surjan incoherencias o pistas que nos ayuden a aclarar el misterio. Como detectives del pasado, puede ser muy útil seguir ese mismo procedimiento, centrar el foco en la persona que buscamos y ordenar todos los hechos relacionados con ella. Quizás haya un salto de fechas que no cuadre y que habíamos pasado por alto, o nos encontramos con datos que no encajan con los demás, vías de investigación que nunca llegamos a desarrollar, etc.

3- Los apellidos no son inmutables.  Cualquier apellido ha podido variar a lo largo del tiempo y quizás sea ese el obstáculo. Las diferentes lenguas y dialectos españoles a lo largo y ancho del país han provocado en algunos casos que los apellidos se modificaran o incluso que derivasen en una variante y que luego volvieran a la forma original. Pero también hubo muchos extranjeros que modificaron sus apellidos al llegar a España o al cabo de algunas generaciones, adaptaciones que en algunos casos son obvias traducciones pero en otras pueden resultar sorprendentes. Pero además puede haber otras causas; cambios en la ortografía que se han aplicado a los apellidos, supresión o inclusión de guiones, uniones totales o parciales… Tengamos por tanto un criterio flexible respecto al apellido, una pequeña o gran variación puede hacer que nos resulte invisible una persona cuyos datos tenemos ante nuestros ojos.

4- El “correcto” orden de los apellidos. Asumamos que no hubo normas fijas y obligatorias hasta finales del siglo XIX, antes de esa fecha según nos alejamos en el tiempo es mayor la libertad a la hora de elegir apellidos. Por tanto, una persona podía usar otros diferentes al primero del padre y de la madre, a veces tomando otro más remoto (ver La ¿caótica? transmisión de apellidos hasta el siglo XIX en España).

5- Nombres de pila y nombres al uso.  La experiencia nos hace dar por supuesto que las personas tradicionalmente usaban toda su vida el nombre de pila o los dos primeros nombres que les fueron impuestos en el bautismo. Pero a veces esa persona al crecer escogía únicamente su segundo nombre, o el tercero, o incluso el cuarto… No sabemos por qué motivo, pero puede ser así y por ello conviene anotar todos los nombres de los bautizados y considerar esta posibilidad. Incluso la realidad aún puede ser más sorprendente ya que quizás la persona bautizada con unos nombres de mayor llegue a ser conocida por otros totalmente distintos que podrían quedar anotados en documentos tales como las partidas parroquiales. En conclusión, tampoco seamos rígidos respecto al nombre propio. De hecho, cuando localicemos a todos los hermanos de una familia menos a nuestro antepasado revisemos las fechas, quizás está oculto entre ellos [un caso de este tipo describe de forma magistral e hilarante Enrique Boix en su post ¿Por qué me haces esto María Rosario?].

6- En busca del topónimo correcto. Este es otro motivo de confusión muy frecuente, puesto que hay poblaciones que cambiaron de nombre, que se pudieron fusionar o segregar con otras, fueron anotadas de forma ambigua o se da el caso de varios lugares homónimos. Problema que se multiplica en lugares como Galicia y Asturias, poblados de microtopónimos y también cuando se hace mención a pueblos o ciudades muy alejados o incluso extranjeros. Además, cuando la mención la encontramos de forma secundaria en los documentos, por ejemplo las anotaciones sobre los abuelos en las partidas parroquiales, es mayor la posibilidad de encontrar errores.

Estas barreras en la investigación son denominadas por los genealogistas anglosajones como brick walls, paredes de ladrillo. Un término muy descriptivo de las dificultades con las que se encuentra el investigador y que sin duda se multiplican en los antiguos territorios de ultramar tanto británicos como españoles.

7- Y la jurisdicción apropiada. No siempre han coincidido los límites de las jurisdicciones civil, judicial, religiosa y militar. De hecho lo más común es que las divisiones territoriales fueran muy diferentes y apenas en el último siglo se ha intentado la unificación en todos estos ámbitos, persistiendo aún muchas excepciones (ver el caso de las diócesis españolas). Por tanto, revisemos cuales han de ser los archivos de referencia en cada caso, puede que hayamos descartado uno de ellos por haber sufrido pérdidas de fondos pero que en realidad debamos dirigirnos a otro.

8- Errores involuntarios… e intencionados. Además de las cuestiones relativas a nombres y lugares, otros muchos datos nos pueden llevar a una vía muerta; lugares de residencia, empleos o fechas vitales, etc. Hay que considerar qué ocurriría si alguna de estas informaciones fuera errónea tanto por una confusión de quien las anotó como por una ocultación o falsificación premeditada. Ante esto, no nos aferremos a todos los datos conocidos como si fueran verdades incontestables y ampliemos las búsquedas a otras fechas, lugares y situaciones más allá de lo que nos dicen los documentos.

9- Los innumerables archivos alternativos. El eje central de la genealogía en España lo constituyen los registros parroquiales y más recientemente los civiles, sin embargo hay muchísimas otras fuentes documentales que podrían contener la ansiada genealogía. En el ámbito religioso son importantísimas las dispensas matrimoniales, mucho más frecuentes de lo que cabría sospechar, así como los llamados padrones de cumplimiento pascual donde aparecen reflejadas las familias completas, incluso los registros de cofradías y hermandades pueden servir para reconstruir varias generaciones. Otras veces puede ser el seminario el que recoja el paso tal vez fugaz de nuestra persona. El archivo municipal suele ser otra fuente clave, con sus padrones tanto fiscales como de llamamientos a filas y todo tipo de documentación muy variada. Los archivos militares albergan centenares de miles de expedientes, no solo de profesionales sino de reemplazos.  La Administración de Justicia y otras instancias, los archivos notariales, instituciones públicas o privadas, empresas, archivos familiares, nobiliarios… Repasemos todas estas posibilidades no descartando a priori ninguna de ellas.

10- Hermanos y otros parientes ciertos pueden ser la clave.  Además de nuestro antepasado es frecuente que hayamos documentado la existencia de hermanos, sobrinos, tíos, etc. Todos ellos pueden aportarnos información clave. Quizás un sobrino que al casar solicitó dispensa matrimonial y debió reflejar su parentesco, mostrándonos generaciones desconocidas. O bien algún hermano del padre o la madre nos sirva para continuar la investigación, ya que aunque desconozcamos el nombre del padre, teniendo la certeza de los abuelos podrá avanzar el árbol. Todos ellos pueden también aparecer en los múltiples registros alternativos antes citados.

11- Actualizando las búsquedas en los archivos ya consultados. Los índices y bases de datos de muchos archivos pueden actualizarse con el paso de los años gracias a nuevas catalogaciones y publicaciones de series. Tanto si hicimos la búsqueda en red como si consultamos a los técnicos del archivo, consideremos el tiempo transcurrido y la posibilidad de que ahora sí pueda esta localizable el documento que no apareció tiempo atrás.

12- Los índices no son infalibles. En todas nuestras búsquedas nos valemos de los índices, que sin duda facilitan enormemente la localización de registros, pero ¿y si el índice tuviera errores u omisiones? Si disponemos de serios indicios de que la persona buscada debe estar en una serie documental y no figura en el índice, realicemos si es posible la consulta registro a registro.

13- Revisión de nuevos datos en Internet. Relacionado con lo anterior, los inmensos recursos de Internet se expanden diariamente y una consultar periódica puede resultar fructífera en el momento más insospechado. Seguramente hubo un momento en que peinamos todos los recursos online persiguiendo cualquier dato útil pero ¿cuanto tiempo hace de aquello?

14- Compartiendo nuestro problema con otros genealogistas. Si no hemos expuesto nuestro problema a los miembros de las asociaciones, grupos o listas de correo a las que pertenezcamos, hagámoslo cuanto antes. Si lo hicimos hace tiempo, un recordatorio puede surtir efecto ya que se habrán incorporado nuevas personas que puedan colaborar o aquellas a quienes consultamos quizás dispongan ahora de nuevas informaciones útiles. Repasemos las listas de correo genealógicas en España.

15- Dejemos constancia en la red de nuestra búsqueda. Además las consultas a grupos de genealogistas, un recurso complementario puede ser dejar constancia en Internet sobre nuestra búsqueda, de forma que si alguien más se interesa por esta persona pueda localizarnos y compartir información. Es un recurso que puede funcionar a medio o largo plazo, estamos “echando una red” y quizás obtengamos resultados en meses o incluso años. Para ello son muy útiles los llamados foros o tablones, especialmente amplio es el Foro de Raíces Españolas de HISPAGEN

16- Los investigadores de historia local, expertos imprescindibles. No olvidemos que aunque se trata de “nuestra” genealogía, estamos recurriendo a fuentes documentales que manejan con asiduidad los historiadores locales. Intentemos localizarles, desde otra perspectiva pueden aportarnos indicaciones muy valiosas.

17- Bibliografía y hemerotecas locales. En nuestros días solemos considerar que todo lo que hay, o casi, está en Internet, algo que sabemos que no es cierto en el caso de los archivos, pero que también hay que aplicar a las publicaciones de libros y revistas. Todo este conjunto es una gran fuente de nombres e informaciones familiares obtenidos en muchos casos de primera mano. Repasemos las publicaciones sobre los lugares o actividades conocidas de nuestro antepasado y consideremos la consulta de las hemerotecas, incluidos los crecientes recursos en red.

18- Qué puede aportar nuestro ADN. Esta es una opción que debemos considerar y que en algunos casos es clave. Con unas bases de datos cada vez más amplias y una profundidad mayor en el análisis de los resultados, nuestra genética podría confirmarnos o desmentirnos algunas hipótesis. Desde leyendas familiares sobre el origen extranjero de una rama a la comparación de ADN entre dos personas actuales que nos muestren si hay coincidencias genéticas o no. Unas notas básicas sobre genética y su aplicación práctica  nos serán de gran ayuda.

19- El recurso a los profesionales. En los casos más complejos, cuando consideramos agotados todos los recursos de investigación posibles y la persona puede ser clave para nuestra genealogía cabe la opción de plantear la búsqueda a un profesional, probablemente una excepción en nuestra trayectoria de investigadores, pero que en casos como estos puede tener plena justificación. Tengamos en cuenta las recomendaciones sobre Genealogista profesional: cuando, cómo y para qué

20- Dejemos tiempo para reposar la búsqueda. Por último, tengamos en cuenta que centrar nuestra atención en un solo caso puede llegar a embotar nuestro cerebro y conducirnos a un punto muerto. Salvo que este antepasado sea la llave para obtener una inmensa herencia familiar, algo desgraciadamente poco habitual, puede ser útil guardar en un cajón la información y continuar con otras genealogías. Pasado un tiempo prudencial es probable que volvamos a afrontar la cuestión desde una nueva perspectiva más provechosa o que quizás en esta pausa pueda surgir la clave que no habíamos sabido encontrar.

En definitiva, no desesperemos y no demos por vencida la investigación pese a los esfuerzos infructuosos que hayamos realizado. Hay opciones alternativas que podemos considerar en todo momento y hay también otras que requerirán tiempo y paciencia. Afortunadamente hay aún muchísimos recursos genealógicos por aflorar que junto con la creciente comunidad de investigadores nos servirán para derribar muchos de estos muros genealógicos.

Antonio Alfaro de Prado