Autor: Emilio Salgari
Colección: Robin Hood
Edita: Acme, Buenos Aires, 1957
Generalmente se nombra a Salgari a la par de Julio Verne cuando se habla de maestros de la aventura decimonónica. Y hay varios puntos en común: ambos han caído (muchas veces injustamente) en la categoría de “lectura juvenil”), los dos tienen una preocupación en el desarrollo argumental por sobre el del os personajes en su historia y ambos tienen fascinación con generar detalladas descripciones de hechos lugares sucesos y teorías que aplican en sus historias.
Pero hay una diferencia importante a mi juicio: Verne quiere contar cosas posibles –algo una proto ciencia ficción de línea dura- en sus historias. Son cosas que podrían pasar de acuerdo al os desarrollos científicos de la época. Salgari en cambio está generalmente interesado en la aventura histórica o, si ocurre en el presente dedicada a la realidad antropológica. A él le preocupa más las sociedades donde ocurren las historias, las culturas antes que los avances científicos. Y, de hecho, cuando trata de imitar más fielmente a Verne, fracasa estrepitosamente.
Esta novela es un buen ejemplo de esto.
Desde el título, esta novela remite automáticamente a la novela 20000 leguas de viaje submarino de Verne. Pero claro, la premisa del viaje submarino de Verne (que termina resultando plausible en ese contexto) se remplaza con el viaje subterráneo que plantea Salgari con una premisa bastante tirada de los pelos (incluso en esos años): que habría un río subterráneo uniendo Estados Unidos con el Perú. Y la novela es básicamente el viaje de cuatro intrépidos aventureros por ese río a fin de encontrar el tesoro perdido de los Incas.
Tras las primeras páginas queda clarísimo que la historia no aguanta una novela: por mucha dificultad natural que le agregue no alcanza a sostener el interés. Más allá de los infinitos discursos y teorías que aparecen en el texto, no pasa mucho la verdad. Y por eso en un momento Salgari trata de generar suspenso haciendo que, de improviso, haya alguien persiguiéndolos. Que no suena muy creíble la verdad: es como si, en medio de la escalada al Everest, apareciera un alpinista loco dispuesto a asesinar a los trepadores, sin aviso previo. Si al menos hubieran descubierto una civilización perdida en las entrañas de la tierra… Pero no: Salgari quiere ser Verne y ser plausible en todo. Pulpos gigantes, si; dinosaurios no. Hordas de ratas si; hordas de criaturas mutantes no.
En fin, la verdad sea dicha, este es un libro soporífero. Habiendo tantas otras cosas de Salgari mucho mejores, ¿para qué leer este?