2001: una odisea espacial, o sobre la rebelión de Adán.

Publicado el 14 noviembre 2011 por Bojiano
Ficha técnica:
-País: Reino Unido, EE.UU.
-Año: 1968
-Género: Ciencia-ficción
-Dirección y producción : Stanley Kubrick
-Guión: Stanley Kubrick, Arthur C. Clarke
Una interpretación filosófica verosímil.
En una ocasión escuché a Carlos Pumares, conocido crítico español de cine que se recicló profesionalmente durante una temporada como colaborador del programa de variedades Crónicas marcianas, decir, entre alaridos, que el famoso monolito del film 2001: una odisea espacial representaba a Dios. Los contertulios le habían interrogado sobre el significado de tan extraño símbolo y él, ofendido por lo que debió considerar una prueba de la ignorancia de los presentes, se dispuso a regalar al mundo un pedacito de sabiduría.
La aseveración de Pumares me llamó la atención, y aunque tardaría todavía años en degustar esta, la más ambiciosa y trascendente obra de Kubrick, fui capaz de recordarla y someterla a prueba. Busqué en el afamado monolito en particular y en todo el film en general, la huella de Dios, sin demasiado éxito. Posteriormente, decidí acudir a la novela homónima de Arthur C. Clarke, en la cual se basó la película de Kubrick —en realidad, Clarke unió varios de sus relatos y les dio forma de novela para la realización de la película—, si obtener resultados distintos. Debo decir que la comparación de la novela y el film me resultó mucho más interesante de lo que habría podido imaginar. Podríamos dividir la obra cinematográfica en dos partes bien distintas. La primera parte versa sobre la trágica lucha entre el ser humano y la máquina, en lo que podríamos considerar como la representación de la dialéctica del amo y el esclavo. La herramienta, elevada al rango de Inteligencia Artificial, se rebela contra su creador. El HALL 9000, ordenador que controla la misión espacial de esta odisea, trata de deshacerse de su tripulación, algo que habría logrado de no ser por la obstinación humana —el personaje de David Bowman es el único superviviente—. En la novela se insinúa que HALL se vuelve paranoico por el hecho de que ha recibido órdenes de ocultar el verdadero objetivo de una misión a una tripulación que cree que su cometido se limita a arrojar sondas y hacer mediciones en los grandes planetas del sistema solar. Esa ambigüedad, ese doblepensar implícito a toda mentira, es demasiado humano para ser soportado por una máquina inteligente y perfecta. La mentira trastorna al pobre HALL, y le hace desarrollar un comportamiento neurótico y paranoide. Esta primera parte toca un tema —el de la racionalidad instrumental, esa razón técnica que permite al ser humano adaptarse al medio, hacer que el medio se adapte a él, ejercer el dominio sobre la naturaleza y los demás, y que mal gestionada pone en peligro la propia supervivencia de la especie humana a largo plazo— que desgraciadamente tendré que dejar apartado para centrarme en la segunda parte de la película. En ella se muestra el viaje suicida hacia los abismos misteriosos del espacio en busca de un “otro”, una alteridad alienígena. Esta es la parte en la cual Kubrick se toma tantas licencias en la interpretación de la novela de Clarke que llega a alterar, a mi juicio, el sentido de toda la obra en su conjunto. Según el argumento tanto de la novela como del film, una raza alienígena construyó el monolito, lo envió para observar a los ancestros homínidos de la humanidad y luego lo enterró en la Luna a la espera de que el ser humano alcanzara el grado de tecnificación suficiente para descubrir el señuelo. Si este era el significado literal del monolito, es decir, una especie de cacharro alienígena que hace las veces tanto de aparato de investigación científica como de embajador en planetas ajenos, no veía yo cómo podía, al mismo tiempo, simbolizar a la figura de Dios. Tras haber leído la novela de Clarke, decidí realizar un segundo visionado de la película de Kubrick y, esta vez sí, encontré la estela de Dios en la opaca e inmutable superficie del monolito, solo que el lugar que este símbolo ocupa en la obra de Kubrick es, a mi parecer, bastante más modesto de lo que cabría esperar atendiendo a la exclamación de Pumares.Se ha interpretado, en numerosas ocasiones, que el mensaje de la película es místico, religioso, espiritual o, al menos, que hace referencia a la transcendencia metafísica o a la inmortalidad. Lo que Clarke refleja en la novela es que los extraterrestres constructores del monolito propulsan a Bowman a un estadio superior, convirtiéndolo en espíritu puro, omnipotente y omnisciente —representado por el feto que aparece flotando en espacio—. Da igual que se trate de alienígenas, esta interpretación es acorde con la afirmación de Pumares por el simple hecho de que se está apelando a una fuerza transcendente que proporciona la salvación del ser humano más allá de la existencia material del cuerpo perecedero. Desde mi punto de vista, no pretendo defender que el film esté desprovisto de elementos místicos o metafísicos, pero sí creo poder defender que existen otro tipo de elementos o símbolos más relevantes. Cuando Bowman es arrojado a través del Stargate, contemplamos una escena lisérgica de un mundo no-humano que nos traslada a una casa, la de Bowman. En la novela de Clarke, la estancia era en realidad una reproducción de la inteligencia extraterrestre para hacer más cálida la metamorfosis del protagonista en un ser superior. En Kubrick, creo que tenemos buenas razones para pensar que se nos está trasladando a una escena subjetiva. Además, en la casa, Bowman asiste a diversas fases de su vida, la vejez y la muerte. Creo que esta alegoría significa algo así como que “toda odisea es una odisea interior cuya última frontera es la muerte”. Cuando Bowman está en su lecho, postrado a espera de la Parca, levanta su dedo hacia el monolito, que aparece ante él con toda su inmutabilidad inefable. Creo que esta escena, junto con la del feto ingrávido representa en realidad el “adanismo”, si tenemos en cuenta que la escena del lecho es una curiosa reinterpretación del fresco “La creación de Adan” de la Capilla Sixtina, donde el lugar de Dios lo ocupa el monolito y el de Adán David Bowman. El adanismo hace referencia a un nuevo comienzo para la humanidad, ante la cual se abre un nuevo horizonte a la búsqueda, al conocimiento y al reencuentro más que probable con “Otro”, seguramente un otro ético no humano. David Bowman es el Adán de una nueva era, el primer “hijo de las estrellas”, y el monolito ocupa el lugar de Dios por el mero hecho de que es la “causa” de la transformación del protagonista al igual que Dios era la “causa” de Adán. Dios es instrumentalizado en pos de la metáfora. El hombre está por encima de la divinidad en esta alegoría. Kubrick llegó a decir, consciente de huella que dejaría su película: “Son libres de especular acerca del significado filosófico y alegórico de 2001”, y eso es lo que he tratado de hacer desde mi humilde punto de vista, probable, falible, verosímil, como casi todo. Cuando Napoleón interrogó a Laplace sobre su nuevo sistema referente a la mecánica celeste le dijo “Monsieur Laplace, Newton habló de Dios en su libro. Recorrí el vuestro y no lo he encontrado nombrado una sola vez”, a lo que Laplace contestó: “Sire, nunca he necesitado esa hipótesis”. Creo poder decir que yo tampoco necesito esa hipótesis para explicar la película de Kubrick.Bojiano