Rufino José Cuervo en su centenario
Hace 100 años moría en París el lingüista y huérfano Rufino José Cuervo. Fue en julio, lejos de sus convulsionada patria. El Espectador pre-inauguró las celebraciones con una completa nota sobre Cuervo en su edición del domingo anterior.
Decir Cuervo es evocar al padre, un político trágico, y decir Ángel, es pensar en un hermano devoto y apasionado por la historia. Decir Rufino José Cuervo es elevarse ante el solio sagrado del idioma y honrar a quien le dedicó toda una vida a escudriñar en sus laberintos. Todo un personaje borgiano. Muchas letras estudió y escribió Rufino José. Estudios gramaticales y de construcción de la lengua española, así como sus anotaciones sobre americanismos y bogotanismos. Con su hermano escribieron la biografía de su padre, testimonio singular del medio siglo (XIX) en Colombia. Los dos hermanos vivieron muchos años en París, inmersos en sus investigaciones y viviendo de unos lejanos ecos de fantasmagóricas empresas. Vidas novelables.
En buena hora Colombia organiza un año Cuervo (después del 2010 de Caballero Calderón) y en febrero se inicia la conmemoración con una amplia agenda de actividades ligadas al lingüista y a la literatura actual. Ojala se incluyera algo del Cuervo cosmopolita de los años de París, y recrear así esa época del “mal del siglo”. ¿Cómo habrá vivido Don Rufino José en esa ciudad maldita de esos años, con un aire enrarecido entre ajenjo y exposiciones universales? ¿Su aislamiento no le habrá permitido conocer los “artefactos modernos”? Pienso en el cine. Quince años pasó don Rufino José solo en París (después de la muerte de su hermano). Quince años de ascetismo, según lo cuenta Silvia Rojas en su artículo sobre Cuervo en la Enciclopedia del Círculo de lectores: “Así, a las dificultades propias del trabajo, vino a sumarse la debilidad de su salud y la soledad en que se encontraba, especialmente después de la muerte de su hermano en 1896. Ya anciano, envejecido prematuramente por los rigores del trabajo, apenas podía dedicar unos minutos seguidos a su trabajo, que tenía que interrumpir constantemente...Murió vestido con una casaca ceremoniosa que con anterioridad se había hecho colocar y que sólo usaba en ocasiones solemnes”.
Aquiles Cuervo
París