02/03/2012. 1984, Michael Anderson, 1956, USA-Gran Bretaña
Primera adaptación para el cine del original orwelliano, declaradamente libre para que nadie se espante, que dulcifica el conjunto y centra el interés en la rebelión amorosa de Winston y Julia dejando a un lado los aspectos satíricos y sociológicos más cortantes. Sólida en cuanto a su acabado y con excelentes presencias de secundarios británicos –Michael Redgrave, el gran Donald Pleasence, David Kossoff… – reforzando a la bien poco adecuada pareja norteamericana – Edmond O’Brien esforzado pero increíble y Jan Sterling falta de lascivia-, exhibe buenos momentos de montaje estilo soviético y una fotografía macilenta apropiada. Todo dentro de un contexto narrativo/formal que, bebiendo del tono sombrío y documentalista del brit-noir y de la severidad de la ciencia-ficción inglesa, a lo cual también se puede sumar el aire a paranoia anticomunista del cine USA de bajo presupuesto, financiación encubierta de la CIA incluida, que parece querer repopularizar el material de origen, devolverlo a un posible origen básico como fábula siniestra-pulp.
04/03/2012. No habrá paz para los malvados, Enrique Urbizu, España, 2011
Seco policial donde Urbizu prorroga con coherencia, e incluso extrema por la vía de la concisión y el ascetismo, sus previos trabajos de género, con los cuales comparte estructura y dimensión de comentario de la realidad sociopolítica. Roda por encima de la media en el cine español (no ya alardes de montaje mediante fundidos-encadenados, dilataciones del tiempo o movimientos de cámara fascinantes, sino en cuanto a precisión y expresividad de las distintas puestas en escena según corresponda el punto de vista a uno u otro personaje: frío y funcional para la jueza, con interpretación a juego, desequilibrado y obsesivo para Santos Trinidad), narrada con gran sentido del ritmo y confianza en al capacidad comunicativa de la imagen retrotrae a las etapas de madurez/vejez de directores como Aldrich, Siegel o Fuller (y a la ética crepuscular de Peckinpah, al cual se cita en espíritu a lo largo del soberbio clímax) pero tampoco cuesta emparentarla, en más de un sentido, con la notable MR73 de Olivier Marchal, donde se presenta un protagonista homologable y un estilo, entre elíptico y bravo, donde el interés, magnético, de su protagonista se impone a una trama elíptica. Por lo demás un gran Coronado, construido a golpe de imagen estilizada y hieratismo, y un final de cruda ironía donde la aparición del título a modo de remate no parece casual.
09/03/2012. Larga noche de julio, José Luis Comerón, 1974, España
Un thriller injustamente olvidado que se remite con limpieza a una ética de serie b (concisión, sobriedad, economía en definitiva tanto narrativa como de medios) que aparece como un elemento extraño en un cine criminal español que pronto iba a dirimirse entre os filmes escándalo de Eloy de la Iglesia, y aquí Comerón usa con inteligencia las tipologías de Simón Andreu y Eusebio Poncela, amén de plantear un obvio subtexto homosexual, y el advenimiento quinqui, que ya bullía a mediados de los 70. Todo lo cual no significa que carezca de vigor en la observación sociológica y psicológica, bien al contrario incide con agudeza en las diferencias de clase de sus dos protagonistas: un niño pijo que pretende acelerar la herencia de una tía y un aspirante a piloto de motociclista. En cualquier caso lo mejor tiene que ver con lo preciso del suspense, con la progresión paroxística de una tensión que empuja a los protagonista a cometer unos asesinatos desesperados e irónicamente inútiles, todo ello de acuerdo al canon fatalista del género. Los aficionados a las motos pueden deleitarse con todo el metraje documental rodado durante las 24 horas de Montjuic, ya que el ingenioso plan (perfecto) depende de la coordinación de relevos entre pilotos.
10/03/2012. Angelina o el honor de un brigadier, Louis King, 1935, USA
Uno de los insólitos filmes que la Fox produjo y rodó en Estados Unidos para el mercado hispanoparlante a instancias de los comediógrafos de la Otra Generación del 27 que se habían ido a trabajar en el Spanish Hollywood. En este caso un astracán de ambientación fin de siglo e inspiración Muñoz Seca, escrito y casi co-dirigido (ya que se ocupó de los actores tal que si fuera una pieza teatral) por Jardiel Poncela. En ripio, que no en verso, se toma a pitorreo la honra (o “el tema de la honra”, tan popular en el teatro español) en una trama de cuernos y amores cruzados que continúan hasta postmortem donde todos los elementos está enfocados a la farsa, el chiste y la dislocación, incluyéndose rupturas de la cuarta pared, anacronismos y cualquier insensatez que saque una sonrisa. Ágil, aunque la dirección de Louis King aparece algo comida por el texto, y muy divertida con interpretaciones memorables del argentino Enrique de Rosas como el Brigadier o la nuera de Juan Negrín, Rosita Díaz, como la susodicha Angelina, que no se entera de nada pero es un poco coqueta.
11/03/2012. Crime d’amour, Alain Corneau, 2010, Francia
Regreso y despedida del Corneau más interesante con un thriller de oficina de aspecto ligero e ingenioso pero de similares cargas de profundidad sobre la lógica depredadora del sistema que las del Arcadia de Costa Gavras. La primera mitad mimetiza con elegancia las constantes/arquetipos del film de gangsters en el aséptico contexto de una empresa de altos vuelos para contar la rivalidad entre una jefa, Kristin Scott-Thomas desplegando clase y malicia, que vampiriza a sus empleados y la más avezada de todos ellos, la dulce Ludivine Sagnier en un rol hierático y obsesivo, perfectamente caracterizadas ambas y maravillosamente diseñadas (la manera de vestirse, el lugar que sus despachos ocupan en el encuadre…). La segunda mitad cambia el juego, convirtiéndose en la minuciosa planificación y comisión de un crimen perfecto, el cual remite al “Más allá de la duda” de Fritz Lang. Deslucida por unos flashbacks horribles, pura trampa, muy bien puesta en escena a cambio, sobria y aguda, se cierra con apropiada ironía en un juego que no hace otra cosa que recomenzar con las piezas cambiadas de orden.
11/03/2012. La amenaza, Alain Corneau, 1977, Francia
Absorbente relato, entre el suspense alambicado y el drama criminal, perteneciente al mejor momento de la carrera de su admirable director. La historia se centra en el complicado plan de un hombre, Yves Montand, que para exonerar a su amante inocente arregla pruebas en su contra con el fin de autoinculparse de un asesinato, el de su enloquecida ex-mujer, que en realidad ninguno de los dos cometió. Negro y cáustico, absorbente y minucioso, Corneau dirige la trama con estilo lacónico, elegante pero acerado, apoyado en la figura de Yves Montand, clave en su cine de entonces, y en un score memorable de Gerry Mulligan. El resultado es un film rico en todo tipo de elementos, que van desde los puramente mecánicos, el espléndido funcionamiento de la trama, a los metatextuales, el protagonista se construye una historia novelesca noir a medida, o los más implacablemente irónicos. La redondean un tercio final sobresaliente, de una economía expresiva ejemplar, y una escenas de acción sobre ruedas imponentes.
12/03/2012. Kiss, kiss…bang, bang, Duccio Tessari, 1966, Italia-España
Parodia descarada del universo bondiano en particular y del spionistico en general a cargo de unos Tessari y Gemma que prorrogan el tratamiento (y estructura/premisa) adjudicado al péplum en Los Titanes. Los gags se suceden con mayor o menor fortuna y todo es objeto de burla, en especial la rebuscada puesta en escena sesentera o la idea del glamour sexy (modelitos impagables de la fantástica Nieves Navarro), hasta el punto del astracán, con todos los elementos del film buscando la risa. Soluciones de tebeo, secundarios entrañables, esplendorosa pareja protagonista, trama caprichosa, metraje en exceso y todo ello bajo la lógica del absurdo.
20/03/2012. Los Nibelungos (Sigfrido – La venganza de Krimilda) Harald Reinl, 1966, Alemania
Versión a color del ciclo de Los Nibelungos, mitopoética entre el ocaso del paganismo y la implantación del cristianismo, por parte de un Artur Brauner obsesionado con prolongar de algún modo el legado de Fritz Lang. Así produce una suntuosa versión del díptico original, que de ninguna manera lo desmerece gracias tanto a la vigorosa plasticidad de la puesta en escena del reivindicable Reinl, a la cual acompañan constantes aciertos en cuanto a diseño de vestuario, escenografía y personajes mismos (memorables el Hagen de Siegfried Wischnewski, la Brunilda de Karin Dor o el Atila de Herbert Lom), como a una intensidad telúrica y a un particular sentido del delirio que nunca oculta los contornos más desaforados o truculentos. Progresivamente ennegrecido, el relato degenera de la fantasía heroica del primer capítulo a la barbarie trágica del segundo, mostrando en una lado concomitancias con el peplum italiano y por el otro avanzando momentos y soluciones del Excalibur de John Boorman. Los seguidores de la excelente Juego de tronos reconocerán (reconoceremos) inspiraciones y citas.
22/03/2012. 1984, Rudolph Cartier (TV), 1954, Gran Bretaña
Excepcional versión de la anti-utopía orwelliana escrita por el gran Nigel Kneale para ser pasada como dramático en la BBC (en dos ocasiones se puso en escena, siendo la segunda la que quedó registrada). Pese a las limitaciones del formato, y también del año de producción, bien puede decirse que perdura como la mejor versión del original, tanto por la calidad del texto/escritura (notable al inteligencia con la cual Kneale integra las capitales digresiones sobre la creación de la neolengua a través de los parlamentos de un Donald Pleasence genial) como por la adecuación de los actores. Incluso puede decirse que las propias limitaciones juegan a favor del conjunto, creado un clima paupérrimo, sórdido y opresivo que traduce de manera agobiante la penetrante degradación del libro. Peter Cushing, con su cuerpo de alambre, es un Winston perfecto, su pronto pareja holmesiana André Morrel resuelve a O’Brien con la mezcla justa de elegancia y crueldad, mientras Yvonne Mitchell despliega carnalidad desesperada como Julia; siendo además esta incidencia sexual escandalosa en su momento. Pesimista hasta lo abisal, irónica de un modo fatalista y terrible como ver una voluntad disolverse.
22/03/2012. Brazil, Terry Gilliam, 1985, USA-GB
El más ambicioso trabajo de la carrera de Gilliam y aquel en el cual, pese a lo tortuoso de su estreno con diversos intentos de boicot y mutilación, cristaliza de manera más libre su aleación de sordidez y luminosidad, de pesimismo y esperanza íntima. Gilliam plantea la lucha que vertebra toda su filmografía: la imaginación contra la realidad (un planteaminte que se extiende desde lo conceptual hasta lo “material”, con, por ejemplo, la fascinación de Gilliam por el trampantojo). Esta vez en un contexto distópico que es al tiempo una variación grotesca del 1984 de Orwell y del universo de paranoia burocrática de Kafka, sin desechar las posibles influencias de su admirado Alan Moore, de Harlan Ellison y la herencia de sus años con los Monty Python. Paródica y sincera, de formulación artesanal y aparatoso acabado retrofuturista de Inglaterra en posguerra eterna, desborda creatividad y energía, satura la pantalla de información y se redondea con una final que es, paradoja, falsamente feliz y falsamente pesimista: si en 1984 Winston Smith pierde contra en sistema en el último lugar de intimidad, la mente, Sam Lowry gana para ser libre al menos ahí.
25/03/2012. El Coyote, Joaquín Romero Marchent, 1954, España
Primera entrega de las hazañas del personaje de José Mallorquí El Coyote, apropiación de El Zorro donde el héroe defiende la libertad de California de los desmanes USAmericanos. El actor y productor (clave en el desarrollo del fantaterror azteca) Abel Salazar toma la máscara y el gran Joaquín Romero marchen se encarga de la dirección en base a un destartalado guión de Jesús Franco donde no faltan inopinados toques cupletísticos. Un conjunto, por lo demás, de agradable simplicidad, ingenuo como el solo y escaso en cuanto a producción, de resolución tosca pero llena de apuntes de interés en al puesta en escena, mucho más enfática de lo que luego será norma en los excelentes westerns marchentianos. Puro bolsicine, honrado hasta el tuétano.
26/03/2012. And soon, the darkness, Robert Fuest, 1970, Gran Bretaña
Thriller minimalista y horror soleado con dos jóvenes enfermeras británicas siendo acosadas por un psicópata durante un viaje en bicicleta por el interior de Francia. Escrito por el gran Brian Clemens y con una dirección mucho más concentrada de lo habitual en el extravagante Robert Fuest, cineasta de jugosa personalidad a revisar. Algo decaída y estirada en su tramo central reparte lo mejor entre el parsimonioso inicio, que sienta las bases de la inquietud y el misterio mediante el uso de elementos tan mínimos como un parpadeo de sombra, y su crispante final, en absoluto acomodaticio y lleno de la ironía propia de su guionista. La excelente localización, apenas tres elementos escogidos que la modulación visual de los mismos y la mesura dramática con que se usan convierten en una mixtura de agorafobia e inhospitalidad progresiva que afila el tono paranoico. La magnífica banda sonora y la presencia, siempre genial, de Pamela Franklin casi hacen olvidar tanto las trampas como el exceso de metraje en relación a la anécdota.
27/03/2012. Fanny Pelopaja, Vicente Aranda, 1984, España
Policial sórdido y brutal donde Aranda propone una valiosa relectura (afrancesada)del original de Andreu Martín, la excelente Prótesis, mediante el cambio de sexo del personaje protagonista, lo cual matiza sus motivaciones añadiendo una tortuosa dimensión a la relación de interdependencia que este, ahora Fanny Pelopaja, mantiene con un ex-policía sádico y corrupto, El Gallego. Violenta hasta decir basta, de un realismo acre pero al tiempo estilizada gracias a ese amor/odio mortal desquiciado que une a los protagonistas al final de una venganza, supone una de las mejores películas de su bien irregular director, despojado aquí de cualquier rasgo irónico o distanciado. Fanny Contennçon lo intenta con más inexpresividad que impenetrabilidad mientras Bruno Cremer ruge en una interpretación a la altura de su talento y su físico. Por lo demás gran ritmo en el tramo central y final (ambos concisos, directos y con un uso audaz de la elipsis), algunas dudas por caprichos de estructura y varios elementos secundarios (personajes o voz en off) sobrantes pero que no empañan lo sólido del resultado.
29/03/2012. La piel que habito, Pedro Almodovar, 2011, España.
Almodovar esconde tras la excusa de una adaptación del Tarántula de Thierry Jonquet lo que es una remake avergonzado de Los ojos sin rostro de Franjú (a lo cual se unen citas descaradas a Judex y el serial Las vampiras de Loius Feuillade) pasado todo por una túrmix de melodramón mexicano y culebrón hiperbólico, sin percatarse de la diferente naturaleza de ambas obras, una grotesca y caliente, la otra gélida y lírica. Diálogos de oírlos y no creerlos, sentido de la narración ausente (todo se para constantemente entre monólogos explicativos y saltos en el tiempo absurdos), sobrepoblación de secundarios sin objetivo (algunos bochornosos)… todas las carencias recurrentes de su director amplificadas por unas interpretaciones nefastas (solo Elene Anaya salva su parte gracias a un magnetismo propio), un guión que es batiburrillo que dilapida sistemáticamente la historia según una ordenación de sus elementos que no dosifica, sino que acumula y despacha. Pobre en lo formal, apenas un par de aciertos escenográficos (prestados) y, encima, revestida de gravedad, con Almodovar creyéndose que rueda una historia oscura y tortuosa, pese a no ser capaz nunca de aceptar lo abisal de la(s) historia(s) de origen y necesitar dar un cierre tranquilizador.
30/03/2012. Los ojos sin rostro, George Franju, 1960
Fascinante pieza de horror lírico-quirúrgico que crearía escuela (de Gritos en la noche a La piel que habito) y que supone la pieza clave de la filmografía de su director y del fantastique francés. Gélida e hipnótica posee una cualidad irreal que establece una dialéctica perturbadora con su naturalismo formal. Algo acentuado por la limpieza de la puesta en escena, la calidad detallista de la imagen o la mímica de sus intérpretes, en especial la fascinante Edith Scob enmascarada, con sus gestos de pájara extraño y melancólico. El ritmo musical de Maurice Jarre mece mientras Franjú dirige de modo imperturbable