* 2012 uruguay

Por Jaimeleonu

Que nuestro viaje discurriera por países pertenecientes al Mercosur (Mercado común del Sur) facilitó mucho los trámites aduaneros, ya que pasar las motos de un país a otro no representó ningún problema. De este modo la entrada a Uruguay fue tan rápida como la salida de Brasil.

En comparación con sus vecinos Uruguay es un país pequeño, su tamaño es aproximadamente un tercio del de España, y allí viven menos de tres millones y medio de personas. Excepto la capital, en Montevideo y sus alrededores se concentran dos millones de habitantes, el resto está poco poblado. La impresión que tuvimos fue que está menos desarrollado que sus dos vecinos, sus infraestructuras so más modestas y la mayoría de los automóviles tienen bastantes años, pero contrariamente a lo que se podía esperar nos resultó el más caro de los tres.

Para los españoles Uruguay es más bien un país desconocido, seguramente no sabrás de mucha gente que haya viajado por allí. Te propongo una sencilla prueba para ver si conoces algunas cosas básicas acerca de Uruguay respondiendo a estas preguntas.

1ª-¿Entre que dos países se encuentra situado Uruguay?

2ª-Además de su capital, Montevideo, ¿sabes el nombre de otras dos ciudades?

3ª-¿Quién es su actual presidente?

4ª-¿Conoces a algún cantante o escritor uruguayo de fama internacional?

5ª-La última, y ya para nota: ¿quién fue  Mazurkiewicz?

Si tus respuestas correctas se encuentran entre cero y dos note preocupes, tus conocimientos sobre Uruguay son como los de la mayoría de los españoles, escasos. Si has acertado tres-cuatro, ya se puede decir que estás por encima de la media, y si has acertado las cinco seguramente serás un uruguayo que está leyendo esta web. Ah, espera que no te he puesto las respuestas, son estas:-entre Argentina y Brasil.  2ª-Punta del Este, Colonia Sacramento, Paysandú, Rivera… -José Mújica.  -Jorge Drexler, que ganó un oscar, y el escritor Mario Benedetti.  Y 5ª- Mazurkiewicz es reconocido como uno de los mejores porteros del mundo. En las décadas de los 60 y 70 jugó en diferentes equipos, incluso en España, y defendió la portería uruguaya en tres campeonatos del mundo.

El presidente Mújica merece un comentario aparte. A pesar de su aspecto, un tanto desaliñado y que de entrada puede parecer un anciano aficionado a la bebida, la mayoría de los gobernantes deberían aprender de él. Es conocido como “el presidente pobre”, y cuando el diario español ABC tituló de este modo un articulo sobre su persona, se tomó la molestia de escribir una carta al periódico para aclararlo y entre otras cosas decía: “es verdad que tengo pocas cosas, las mínimas, pero suficientes para vivir…”. Nació en 1935, lleva en el cargo desde el año 2010 pero sigue ocupando su residencia de siempre, no tiene asistenta, “pasamos la escoba entre la vieja y yo” dice. Su coche oficial es un sencillo Opel Corsa, que a veces conduce el mismo. Antes, en su época de diputado, iba al congreso conduciendo su Vespa de toda la vida. Tiene una paga mensual como presidente de unos 10.000 euros, de los cuales dona más del 90% a fondos de ayuda social y ONG´s. El se queda con sólo 800 euros, ya que dice que hay uruguayos que tienen que vivir con mucho menos. Es habitual ver a Pepe, como es conocido, ir  hacer compras conduciendo un modesto VW Escarabajo, o subido en su tractor Massey Ferguson y en ropa de faena haciendo labores del campo. Utiliza un viejo teléfono móvil que, para no dejárselo olvidado, lo lleva atado con un  cordel…. Su pasado también es un tanto peculiar, en los 60 estuvo entre los fundadores del Movimiento Tupamaro, una guerrilla urbana. Fue encarcelado, luego protagonizó una de las mayores fugas de presos de Uruguay, volvió a la cárcel, en total pasó en ella 14 años…

 Etapas en Uruguay

Chuí-Piriápolis   285 km

-Piriápolis-Colonia de Sacramento   293 km

-Colonia de S.-Buenos Aires (ferry)

Nuestra idea era cruzarlo por la zona central, pero enseguida nos la quitaron de la cabeza. Uruguay es de los países más planos que existen, su mayor elevación es una colina de poco más de 500 mt de altura,  por ello nos recomendaron que nuestro itinerario fuera por la carretera que discurre cerca de la costa, más habitada y entretenida.  “Por el interior solo verán llanos y vacas…”. Hablando de vacas, la carne argentina es mundialmente famosa, pero los entendidos dicen que la mejor de toda sudamérica es la uruguaya, y puede que sea verdad.

Bajando por la carretera de la costa, a unos 30 kmde la frontera, encontramos un indicador señalando la entrada a una fortaleza de nombre Santa Teresa. Al igual que en otras ocasiones que en nuestros viajes hemos encontrado referencias a esta santa (murió en Alba de Tormes, donde vivimos,  y allí reposan sus restos) sentimos la curiosidad del porqué de este nombre y hacia allí dirigimos nuestras motos.

La fortaleza se encuentra dentro de un gran parque nacional que tiene el mismo nombre. Encontramos una caseta con un vigilante. Paramos a preguntar y nos llevamos una grata sorpresa.

-Buenos días, queríamos entrar ¿hay que pagar algo?

-No, nada. En Uruguay la entrada a todos los parques nacionales y muesos, siempre que no sean particulares, es gratuita para todo el mundo, nacionales o extranjeros. Pueden pasar.

No pudimos ver el interior del edificio, debido a que el horario de visitas empezaba más tarde, pero nos enteramos de algunos datos. Fue levantada por la corona portuguesa, entre los años 1762-63, pero más tarde fue conquistada por los españoles. Cuenta con un perímetro de 650 m. y unos gruesos muros  que  en algunos puntos tienen más de 12 m. de altura. Servía de acuartelamiento de tropas, llegando a albergar a más de 400 soldados. El motivo de su nombre se debe a que quien ordenó su construcción, el conde de Bobadela, capitán y gobernador de Río de Janeiro, era un ferviente devoto de Santa Teresa.

A media mañana el cielo comenzó a oscurecerse como si fuera a anochecer y pronto empezó a llover. Encontramos una parada de ómnibus (autobús) y nos refugiamos a esperar que la tormenta se alejara. Allí coincidimos con unos niños de distintas edades  y con ellos entretuvimos el tiempo. La llegada de unos extranjeros, y más conduciendo unas motos, los sacó de la monótona espera del autobús que diariamente los llevaba a la escuela.

Además de las típicas preguntas de cuánto costaban y a cuánto corrían las motos, también preguntaron de dónde éramos. Nuestra sorpresa fue cuando descubrimos que no sabían dónde estaba España, vamos, ni España ni Europa ni prácticamente ningún país.

-Y Francia ¿sabéis en que continente está?

Silencio total. Alguno preguntó “¿y qué es un continente?”. Sus miradas estaban fijas en el que tenía pinta de más espabilado y que parecía ser el mayor. Dudó unos instantes pero al final se atrevió…

-Yo lo sé, ¡en América!- dijo seguro de su respuesta.

Ay, señor Pepe Múgica, dígale a su ministro de educación que hay que revisar esos planes de estudio, al menos en las zonas rurales…

El paisaje era similar al que nos habían descrito del centro del país. Grandes planicies en las que pastaban cientos de vacas. Ello hacía que la carretera tuviera largas rectas, aunque a medida que avanzábamos empezaron a aparecer pequeñas colinas y algunas curvas. Poco a poco nos acercábamos a la costa sur.

Punta del Este es una ciudad situada en una franja de tierra que se adentra en el mar. Se da un aire de “Mónaco a la sudamericana”, y es el lugar de veraneo de los argentinos y brasileños con alto poder económico. Al llegar a Punta (como la llaman los pijos al referirse a ella) uno encuentra lo que imagina, torres de apartamentos, grandes chalés, boutiques de lujo, coches deportivos, avenidas resplandecientes…Pero rápidamente la dejamos atrás, nuestro interés se encontraba situado a 30 km de allí, el museo-taller de Carlos Páez Vilaró,  mundialmente conocido con el nombre de “Casapueblo”.

Páez Vilaró nació en Montevideo en 1923, y es un artista en toda la extensión. Gran escultor, pintor, escritor, músico e infatigable viajero. ¿Recuerdas la tragedia del avión que en 1972 se estrelló en los Andes y que los supervivientes tuvieron que alimentarse con los restos de algunos compañeros fallecidos?. En ese avión viajaba un hijo suyo. Tan pronto como Vilaró supo de la noticia, marchó al lugar de la tragedia y se sumó a los equipos de rescate. Tras 8 días sin novedades, las autoridades decidieron que la búsqueda había llegado a su fin. Pero Vilaró no se dio por vencido y siguió organizando él mismo las expediciones. En un desesperado intento de dar con su hijo y el resto del pasaje, reclutó voluntarios y con su ayuda se internó  en la cordillera. Buscó por toda la zona y llevó la noticia a todos los rincones del lugar. La gente le conocía como “el padre loco, que busca al hijo perdido”. Tres meses después del accidente encontraron a 16 sobrevivientes, entre ellos se encontraba su hijo. Meses después escribió un libro rememorando aquellos días y vivencias, el relato se titula “Entre mi hijo y yo, la luna”.

Al ser privado, la entrada al museo-taller es de pago, pero las chicas que atendían la recepción, al enterarse que Conchi viajaba conduciendo una moto, decidieron que era motivo más que suficiente para no cobrarnos la entrada.

“Casapueblo” está construida en un lugar privilegiado frente al Río de la Plata, en un lugar llamado “Punta Ballena”. En su interior hay multitud de obras representativas de sus diferentes  inquietudes artísticas. También recuerdos de sus viajes por el mundo y de su amistad con los más grandes, como Picasso, Dalí…

Y si quieres quedarte durante más tiempo contemplando la maravillosa vista que se disfruta desde aquí, no hay problema, uno de los edificios de “Casapueblo” es un hotel. La oferta resultaba tentadora, pero como todavía era pronto, preferimos seguir viaje.

A pesar de ser una  tarde muy calurosa, conducir por la sinuosa carretera de la costa resultó un placer. Así llegamos a una bonita ciudad con un nombre original, Piriápolis. Recorriendo su paseo marítimo buscando un hotel, por cierto hay mucho donde elegir, vino a mi mente otra ciudad que conocimos en Nueva Zelanda, Napier. ¿El motivo? las construcciones con arquitectura tipo art decó que ambas comparten. Más tarde supe el porqué.

Piriápolis debe su nombre a Francisco Piria, empresario, visionario y fundador de la ciudad. Nació en Montevideo en 1847, de niño fue enviado a vivir con un tío suyo en Italia. Con 16 años regresó a Uruguay y se encontró huérfano y  con que la fortuna familiar había desaparecido. Desde la nada levantó un imperio, primero como vendedor de todo tipo de objetos, más tarde, finales del XIX,  compró grandes extensiones de terrenos donde hoy se levanta Piriapolis y los fue parcelando y vendiendo a plazos, algo innovador en aquellas épocas. Sus técnicas de venta resultaron toda una revolución, contrataba trenes en los que trasportaba gratuitamente a los posibles comparadores, los agasajaba con comidas y regalos. A resultas de la quiebra del banco que intervenía en la operación, pudo recomprar gran parte de aquellos terrenos por la tercera parte que los había vendido y volver a venderlos. Resultado, en un año triplicó su fortuna. Piria quería levantar en esta zona costera una réplica de la “Costa Azul” francesa. En el punto central de la ciudad construyó un gran hotel-balneario, que durante décadas fue el mayor de toda Sudamérica. Hoy en día sigue plenamente operativo y es el edificio más emblemático. A partir de entonces la ciudad comenzó a crecer, toda la alta sociedad de Uruguay y Buenos Aires quería tener una segunda residencia en Piriapolis, y a lo largo de toda la costanera no dejaron de levantarse chalés y residencias con el estilo de moda de la época, el art decó.

  La ciudad también cuenta con un casino que es el destino favorito de los argentinos pudientes para llevar a cabo sus “trapicheos” con las divisas. Con los pesos que traen compran fichas en el casino, que luego recambian en dólares, y vuelta a Argentina. Todavía faltan un par de semanas para que Piriapolis sea invadida por miles de turistas que vienen a pasar el verano austral, por lo que podemos movernos sin problemas por la ciudad y los alrededores. Una corta, pero retorcida carretera, sube hasta el Cerro San Antonio desde el que se tiene una vista general de toda la ciudad.

Si tienes tiempo acércate hasta otro cerro, el Pan de Azucar, está a unos 5 kmy en su base hay una gran reserva natural con multitud de senderos. Recorriéndolos es fácil llegar a ver una gran variedad de fauna uruguaya en semi-libertad. La reserva es de propiedad pública, por lo que, como en el resto del país, la entrada es gratuita.

Es jueves 6 de diciembre y mañana debemos tomar un ferry en Colonia del Sacramento para cruzar el Río de la Plata y volver a Buenos Aires, donde termina nuestro viaje. A pesar que desde Piriápolis a Colonia sólo nos separan 290 km, decidimos salir a primera hora de la mañana. El día amanece despejado, y aunque las previsiones que tenemos son de fuertes lluvias, estamos lejos de imaginar la que nos espera…No existe una carretera que circunvale a Montevideo, por lo que tenemos que cruzarla. Al principio no hay ninguna problema, son grandes avenidas y todo está bien indicado, pero a medida que nos internamos en la ciudad las señales son cada vez más escasas y las calles más estrechas. Una hora después, y unas cuantas paradas para preguntar y orientarnos, estamos ya en la carretera que nos llevará a Colonia.  Rápidamente el horizonte aparece cubierto por negros nubarrones. El aire comienza a tener el olor característico que precede a una tormenta. Paramos a echar gasolina y ponernos los forros para la lluvia. Esta es cada vez es más intensa, la cortina de agua no deja ver prácticamente nada, ni siquiera la luz de la otra moto, conducir en estas condiciones ya no es que sea molesto ,es que empieza a ser peligroso. Cuando nos cruzamos con algún camión, su gran estela de agua cae sobre nosotros. Recuerdo lo que nos advirtió aquel camionero el primer día de viaje: “si hay tormenta, no sigan, paren dónde sea. Si el cielo empieza a ponerse oscuro más vale que se detengan, así lo que hago yo. Y vos con esas motos…” y aunque esto no sea Argentina, es mejor hacerle caso. Sería una estupidez echar a perder un viaje de casi 4.000 km cuando nos faltan menos de 200 para terminarlo.

La marquesina de una parada de autobús nos cubre de la lluvia. Mientras miramos el cielo pasamos el rato intentando comparar nuestra situación con otras similares vividas en cualquier rincón del mundo: “¿Te acuerdas de la que nos cogió camino de Melbourne?”, “Sí, aquella fue gorda y además con la carretera cortada…¿ y  llegando a Cuzco?… ¡además entonces era de noche…!”

La tormenta parece que no tiene intenciones de marcharse, miremos a donde miremos vemos lo mismo, una espesa cortina de agua, pero no podemos pasarnos todo el día parados, así que extremando las precauciones decidimos volver a la carretera. Tanto tiempo bajo el agua hace que el goretex comience a perder sus cualidades, empiezo a notar la humedad en mi ropa y mi cuerpo. Es como si en lugar de guantes mis manos estén metidas en dos esponjas y los pies en cubos con agua, el resto como estuviera dándome una ducha. Después de otras 6 ó 7 paradas  y más de 5 horas para recorrer menos de 200 km. llegamos a Colonia. Al entrar en la ciudad lo primero que hago es  dar gracias a Dios porque, aunque calados hasta los huesos, al menos hemos  llegado de una pieza. Es primera hora de la tarde, pero las calles están casi desiertas, muy pocos vehículos, y todavía menos gente, se atreven a recorrerlas bajo este diluvio.

Cambiados de ropa y aburridos de estar en el hotel, como el puerto estaba a sólo dos cuadras, nos acercamos hasta allí para comprar los tickets del ferry, regresamos completamente calados. La gran sala de la terminal del puerto donde están las oficinas de la compañía de la naviera, Buquebus, estaba inundada. Allí nos informaron que si durante la noche la situación no mejoraba, seguramente al día siguiente no saldría ningún barco hacia Buenos Aires, ya que en esas condiciones cierran la navegación por el Río de la Plata.  Además, en la otra orilla, la situación que vivía la capital argentina era todavía peor, la televisión mostraba calles convertidas en ríos, coches arrastrados, centros comerciales con un metro de agua, cortes de electricidad, de circulación, un caos total… Por la noche nos enteramos que, un par de horas después de nuestro paso,  la carretera a Montevideo había sido cortada al tráfico. En la misma ciudad de Colonia un hombre había muerto alcanzado por un rayo. Las noticias decían que habían caído más 130 lt/m2.

Pero a la mañana siguiente un cielo azul iluminaba las calles de Colonia, aunque en ellas eran bien visibles los destrozos de la tormenta. Como hasta la salida del ferry teníamos algunas horas libres, nos lanzamos a visitar el casco antiguo de la ciudad. Es lo más representativo, y en 1995 fue declarado Patrimonio de la Humanidad. Colonia es la ciudad más antigua de Uruguay, y fue fundada por el portugués Manuel del Lobo en 1680. Sus viejas callejuelas de piedra están muy bien conservadas y son una mezcla de estilos portugués, español y colonial, ya que debido a su estratégica situación, diversas batallas hicieron que cambiara varias veces de manos portuguesas a las españolas y viceversa.

Su calle más famosa es la llamada “De los suspiros”, nombre muy acertado ya que antiguamente en ella se concentraban los burdeles de la ciudad.

El billete del Buquebus cuesta unos 90 euros por persona y moto, y tarda  hora y media en recorrer los 45 km que separan las dos ciudades. Mientras esperábamos para embarcar notamos que nuestras botas aún no se habían secado del todo y hubo que buscar calcetines secos para cambiarnos. También compartimos charla con unos curiosos moteros brasileños acerca de las distintas constumbres a la hora de viajar en moto, ellos cruzaban a Argentina para sisitir a una concentración  “custom”.

Han sido muchas las veces que en nuestros viajes hemos tenido que meter las motos en diferentes ferrys, pero sin duda este de Buquebus es en el que mejor resuelto tienen el tema de la sujección de las mismas, seguro, sencillo  y rápido. Sin mayor novedad desembarcamos en B. Aires y a lo largo de los 7 km que separan el puerto y la sede de Rentamoto, pudimos ver  el rastro que  la tormenta del día anterior había dejado a su paso, el asfalto cubierto por barro, árboles caídos…

Aunque todavía nos quedaban 4 más días en Buenos Aires, había llegado la hora de decir adiós a nuestras compañeras de viaje, se habían portado tal y como era de esperar y sobre ellas descubrimos paisajes espectaculares. Nos llevaron desde las infinitas avenidas bonaerenses a los caminos de tierras rojizas de Misiones, nos acercaron a las Cataratas de Iguazú, con ellas cruzamos las montañas del Paraná, llegamos a las playas de Florianópolis, juntos recorrimos las solitaria carretera de la “Lagoa dos patos”, las aparcamos a la entrada de “Casapueblo”, aguantaron bajo el diluvio camino de Colonia…Y la que nos dio el único problema, la 650, lo hizo cerca de una ciudad.

Emilio Scotto y su mujer Mónica nos esperaban de nuevo, otra vez pusieron su tiempo y su coche para movernos por la ciudad,  para nosotros toda una suerte tenerlos como anfitriones. Nos enseñaron los barrios típicos, Boca, Palermo, Recoleta… también algunos de esos pequeños rincones que sólo conocen los porteños. Nos relataron mil historias y. como Emilio es muy conocido. nos presentaron a mucha gente, que al fin y al cabo, con sus grandezas y miserias, son los que conforman el alma de cualquier ciudad, pero todo eso daría para otra crónica.

 

  

 Si algún día quieres viajar en moto por Argentina y no hacer el típico viaje por la 40 hasta Ushuaia, o ya lo has hecho, este es otro gran recorrido que no te defraudrá.