2013

Publicado el 18 enero 2013 por Jlmaldonado

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María Guevara, que yacía con sus dotes naturales exentas de bisturí mientras el sol besaba su bajo vientre, obsequiaba el último atardecer del 2012, un fin de año y el inicio del nuevo que pudo ser perfectamente la versión venezolana de la película “Qué pasó ayer” (Hangover) en El Yaque. Nalgas por aquí, tetas por allá, alcohol, yerba y pólvora, mucha pólvora. Esa hermosa playa en donde de día se viste de colores naturales y también de los artificiales gracias a las tablas y las velas de windsurf y el kitesurf, se transformó en la sede de un bacanal sincronizado con el conteo regresivo que disparó la llegada del 2013. Aquello fue la depredación absoluta (aunque un tanto de depravación también). Los fuegos artificiales y algunos “globos del deseo”, en un par de ocasiones estuvieron a punto de prender en llamas algunas palmeras, pero por suerte no sucedió. Abrazos iban y venían, primero con la familia, luego con cualquier turista que se te atravesara. Incluso las más atrevidas (y atrevidos también) repetían el abrazo quince minutos después sin importarles nada. A un brasilero fue necesario decirle “vá pro inferno”, entre broma y en serio.
La disco a orilla de playa no paraba con su cadencia repetitiva y tediosa que te inyecta en el cerebro un bombo atronador, mientras que una desatada mostraba el alma desde un pequeño balcón, haciendo movimientos sugestivos e insinuantes (en realidad posturas porno). Gritos, muchos gritos y a medida que pasaban las horas, el hielo se fue transformando en el bien más preciado. Una agarrada de mano, un abrazo de una desconocida, un apretujón ahí (sí, ahí)  no se hizo esperar; un matrimonio peleando y mandándose “a la mierda” en mutuo acuerdo, de igual  modo hizo acto de presencia, mientras los familiares de ella decían: “mándalo pal carajo, mándalo pal carajo”, y un trago profundo de algún escoses cinta roja barría sus gargantas y alimentaba la cizaña; dos mujeres espectaculares se besaban rico, profundo, húmedo y el agua tibia del mar las envolvía en un manto protector; contraste, mezcla y hecatombe entre whiskey, cerveza, anís, vino y lo que pecara en asomar su pico. Todo era arrasado por un desenfreno inútil, efímero, careta de tantos fracasos y frustraciones.
Pero el entusiasmo vale para subirse el ánimo, más si sabes que puedes, que algo te dice que será tu año; un algo que siempre es plural pues todos apuntan a lo mismo, a trazarse retos —unos más alcanzables que otros— para que funjan como motor de arranque en un año, que en términos venezolanos, pinta rudo, muy rudo, más cuando retornas a la realidad y te hallas con que escasean los productos más fundamentales de la dieta diaria venezolana: atestiguas cómo en un reconocido súper mercado lanzan al aire los paquetes de Harina PAN y la gente se medio mata por hacerse de uno, entre codazos, golpes e improperios varios, digamos, como si fuera una piñata para adultos pero sin jugueticos sexuales. Luego le sumas el circo eterno que se presenta en la Asamblea Nacional, y allí, como en un salón de bachillerato, se insultan, se lanzan constituciones y se chiflan entre los dos bandos, jugando a ser unos eternos adolescentes pletóricos de irreverencia y falsa gallardía.

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La consabida frase VAMOS PA’ LA PLAYA y la “venimos de la playa” (así, en chiquito) se refrenda por los buenos momentos vividos y la situación que te abre los brazos para darte la más cordial bienvenida a tu día a día. En un país como el nuestro, en donde el sol es capaz regalarnos un amanecer limpio en oriente y mil kilómetros más allá otro en occidente bajo el mismo manto de esperanza, puede pasar cualquier cosa, desde el más elemental irrespeto a las leyes de tránsito, pasando por la intolerancia al que disiente, hasta la múltiple reencarnación colectiva del primer mandatario a juzgar por el “CH somos todos”. La verdad, esa cosa intangible pero que suena con fuerza, nunca la sabremos en su totalidad, pero nos corresponde vaciar las maletas y seguir adelante desde nuestra minúscula participación ciudadana, que multiplicada, pudiera hacerse grande. El maestro Cabrujas dijo que esta tierra parece que no es capaz de reflejar su prosperidad, que es “una aldea provisional” de “mientras tanto y por si acaso”, y a nosotros nos toca tratar de revertir la vigencia de esa verdad. 

Foto @monikabella