Como la buena música perdura, todo aquello que no entró en este resumen aparecerá en este sitio durante 2016 (hubo unos cuantos álbumes que salieron cuando terminaba el año pasado, y otros tantos de artistas que admiro y a los que aún no llegué). El tiempo acomoda todo, pero los 21 discos que más aprecié a lo largo de 2015 fueron estos:
LOS QUE SIEMPRE DAN EN LA TECLA
Como leerán, no es necesario aclarar demasiado la primera categoría. Los siete discos que la conforman son de músicos que hace años son garantía de calidad. Podríamos juntarlos por pares (teniendo en cuenta que hay dos discos con un mismo protagonista): el dueto Valle de Muñecas y Fantasmagoria sería el primero. Dos bandas con más de diez años de trayectoria, varios discos en su haber y un pasado frondoso de sus integrantes. Manza Esain y Gori, songwriters de peso en esta era, otra vez demuestran su poder de fuego: el primero ha conseguido afianzar una banda que entiende sus composiciones a la perfección. Fernando Blanco ya se convirtió en su mejor ladero para sacarle chispas a la guitarra, la base que conforman Lulo Esain y Mariano López Gringauz se entiende de maravillas, y no hay un solo segundo de desperdicio en El final de las primaveras. su cuarto álbum de estudio, el más pulido en producción y canciones: descuellan con pop smithsoniano ("Insomnio"), fogón melancólico ("La cura y el dolor") y urgencia punk ("Una hoja en blanco"). Un disco que confirma las mejores suposiciones: Valle de Muñecas hace rato juega en Primera A.
Se escucha acá: http://goo.gl/WKDMlp
Qué decir de Gori y su criatura. Pasó mucho tiempo entre El río y El mago Mandrax: cinco años en los que el cantor se dedicó más a otros proyectos y Fantasmagoria sufrió mutaciones. Luego de encontrar tres nuevos coequipers y bajo el abrigo de Scatter Records -el mismo sello que alberga a Valle-, El mago... es el disco más extenso y directo de los hombres de negro, aunque a su vez tenga las dos canciones más misteriosas de su discografía: la apertura y el cierre, "La araucaria" y el tema-título. Dos viajes en sí mismos, uno redondo y místico, el otro, arduo y épico. En el medio, canciones que van al grano y dan clase de humildad y sencillez -"Las cosas de verdad", "Mirá bien"- en letra y música.
Se escucha acá: http://goo.gl/4SYtHr
Otro díptico: el de Maxi Prietto y Shaman Herrera. Aunque en verdad sea injusto reducir Los Espíritus, Prietto y Los Pilares de la Creación a estas dos mentes brillantes. Por el lado de Maxi hubo producción con sus dos proyectos mencionados arriba, ambos con resultados brillantes: Charly García decía que le gustaría ser negro, Prietto, Santi Moraes -qué predicador barrial- y los suyos lo llevan a la práctica con groove y espesor. La música de Los Espíritus tiene el humo indispensable y le brota por todos lados: la gente lo nota. Su arribo a El Teatro (Vorterix, bah) es una de las grandes noticias del año rockero y un acto de justicia para una banda que con dos discos ya es una realidad para observar de cerca.
Se escucha acá: http://losespiritus.bandcamp.com/album/gratitud-2
El otro proyecto, enmarcable a lo solista, es aún más oscuro, puro y duro, una banda que suena a otra época y crea un espacio bien reflejado en el arte de tapa: ese bar en blanco y negro con la fábrica enfrente. La formación termina de despejar las dudas, viendo el contrabajo, las teclas, la criolla y la batería austera: con Prietto se blusea a la vieja usanza y con las copas en alto.
Se escucha acá: https://prietto.bandcamp.com/album/prietto
¿Y Shaman? Si Prietto y Moraes son las voces reas, Herrera es el oráculo. Apoyado en una banda versátil, que puede sonar cruda y también supernatural -a propósito, qué nombre tan preciso Los Pilares de la Creación-, el hombre despliega todo su caudal. Charly García, otra vez, dijo que no podía pasar de los primeros dos temas de Nevermind porque eran demasiado buenos. Con Sueño real pasa algo parecido, pero son tres las perlas: entre "La sed" y "Sonríe" -a dúo con el Chango de El Mató- transcurren diez minutos hipnóticos que resumen los climas del disco. Lo que sigue no es menos atrapante: "ahora sé lo que es volar en libertad", canta Shaman. Y es imposible no creerle.
Se escucha acá: http://www.conceptocero.com/shaman/
Completan este combo de infalibles otros dos solistas que calan hondo, la última dupla de esta categoría, Florencia Ruiz y Lucio Mantel. Dos artesanos. El caso de Florencia esta vez es literal, porque su disco 7 cartas invisibles se muestra precioso desde su forma física, un sobre de tela que contiene al mini CD con las siete canciones-misiva. Todo en el disco es chiquito, hogareño, familiar, mientras que la voz oceánica de Ruiz, su poesía y su guitarra limpia -qué guitarrista notable- llevan tal profundidad que esos veinte minutos de duración son, al decir de Spinetta, la eternidad imaginaria. O un universo sanador.
Se escucha (y se ve) acá: https://youtu.be/mJ4ktJ3VMhY
Mantel no se queda atrás y de nuevo muestra sus dotes de orfebre. Se vale de lo acústico para construir un universo tan frágil como mágico. Puede ser dramático ("Péndulo", "Otro sobre el tiempo") o extremadamente cálido ("Es la noche"), arrimarse a colores folclóricos con devoción ("Deshielo", que remite a la "Zamba del grillo" de Yupanqui) o armar juego desde su guitarra en apariencia sencilla ("Luz de día"). Cada elemento emerge en el momento exacto y todo es resuelto con maestría... y una ayudita de sus amigos (Alejandro Terán, Fito Páez, entre otros). Otro disco perfecto.
Se escucha acá: https://goo.gl/CzHwKY
EL PASO FIRME
Estos cinco álbumes confirman sospechas: un quinteto de grupos que no tiene demasiado que ver entre sí, excepto porque sus producciones de 2015 demuestran que si se esperaba mucho de ellos es porque mucho era lo que había para recibir.
Empecemos por Pels, que peló una obra monumental. Gospels parece un tratado sobre (el fin de) la juventud pero es mucho más. Un disco que demuestra cómo se puede seguir sorprendiendo con una formación clásica de rock si se tienen buenas ideas (y se las desarrolla, claro). Once canciones acabadas al detalle, que destierran toda obviedad compositiva y desandan caminos no tan sencillos, donde siempre se llega a buen puerto. Desde el acorde imposible de piano que da comienzo a la épica "Dormiría" hasta los senderos que se bifurcan en temas que se enroscan y desatan como "Los diablos" o "Limón negro". Y "Viva la pepa", que debería convertirse en la canción por excelencia para bailar drogado y desquiciado. Pasaron muchos años desde su primer disco, Ugo, pero la espera se curó por la gracia con que mastican ese chicle que el mundo sigue estirando: las preguntas irresueltas para ser siempre joven. Un piso altísimo para lo que vendrá.
Se escucha acá: https://pels.bandcamp.com/album/gospels
Mi Amigo Invencible, en verdad, ya podría estar en el listado de arriba. La danza de los principiantes nos presenta a un protagonista algo perdido en el nervio de los tiempos y los códigos de convivencia ("viajé al pasado a solucionar/ lo que había arruinado y lo volví a estropear"; "sé que siempre estuve en otra/ nunca supe cuál es la que va/ te quiero hablar mientras bailás"). Entre la historia a desentrañar que llega desde la palabra -¿las letras deben leerse en orden?, eso parece- y la precisión milimétrica de las canciones -hay sabiduría para acelerar y bajar velocidades, groove y punk a la vez, ¿postpunk?- se arma un viaje con vaivenes anímicos, fantástico y duro. En "Edmundo Año Cero", el protagonista encuentra sus cosas "cargadas de tiempo". El entorno fue arrasado. ¿Cómo se resuelve el dilema? La última frase de la canción lo sugiere: "Hombre caminando". Así procede Mi Amigo Invencible: manejando los tiempos con paciencia y maestría.
Se escucha acá: http://goo.gl/pSB6Ur
Con una dosis de certeza similar pero una dirección menos sinuosa y más obvia -no por eso menos atractiva-, ahí está Una comedia romántica, el novísimo álbum de Valentín y Los Volcanes. Yo le hubiera puesto Una apuesta por la pornografía, pero comprendo que el título no garpaba tanto. Lograr diez canciones así de redondas, asquerosamente melodiosas -¡es un elogio!- y familiares al oído no es tan sencillo como parece, podés quedar como un mero copy and paste en el intento. O como un chanta. La apuesta es brava: limpian las marcas de indieismo -todo está pulido, Jo Goyeneche casi no arrastra su voz ni su erre como antes, produce Tweety González- y apuntan directo al corazón radial, con la melodía como núcleo. No cambiarán el mundo, cambian mi mundo.
Se escucha acá: https://goo.gl/IX1iML
Algo así sucede con Segba y En otro camino, su cuarto disco y el mejor resuelto a la fecha. Hay dos vectores de poder en este cancionero: la llamada puede venir desde la fuerza de la guitarra y el impulso de eso que se suele denominar como la base -el bajo y la batería que... ¡no siempre son la base!-; o bien desde el magnetismo de estribillos como el de "Si me voy": la canción sin versos. Como indica su portada, rutera y con luz de noche, este es un disco de viajes: literales como el del tema-título y su bello aire folklórico; oníricos desde lo que se narra o por sus fugas hacia otras latitudes -el trip oriental de "Distancia horizonte destino" y "Huellas", que se topa con "Kashmir" de Led Zeppelin en su pico-. ¿A quién no le gusta viajar?
Se escucha acá: https://segba.bandcamp.com/album/en-otro-camino
Cierra esta categoría... un álbum debut. ¿Un álbum debut en la categoría El paso firme? Sí, porque es el primer larga duración de Las Armas Bs. As. pero a Ramiro García Morete, uno de los grandes letristas del rock argentino, ya lo conocemos desde mucho antes. Y acá muestra una faceta que apenas se insinuaba en su grupo anterior -los geniales Miro y su Fabulosa Orquesta de Juguete- y en su tenebroso disco solista "El olor de la sangre". Hagan la prueba y empiecen por ahí: algo se sentía de la perversión y el rock and roll de Las Armas, este combo delincuencial que desde la tierra prometida viene a contarnos que dios, las pastillas y las parrillas son la posta en Buenos Aires. El soul de camperas negras, también.
Se escucha acá: https://lasarmasbsas.bandcamp.com/album/vol-i
Las categorías empiezan a desbarrancar. Pero si consideramos que todo lo que antecede puede englobarse dentro de un frondoso bosque al que denominamos "rock", aquí van cuatro producciones con fecha 2015 de difícil catalogamiento. Lejos de ser una crítica, el ¿Estos dónde van? es, además de un chiste, una valoración positiva hacia estos álbumes difíciles de categorizar.
Empezamos por Gastón Urioste, oriental de Uruguay, radicado en Buenos Aires, exparisino. Su disco Últimos soles de verano es madera pura. Trabajadísima. Nótese la selección de colores: Gastón es oboísta (inserte signo de exclamación/admiración gigante) y a ese instrumento de viento, poco utilizado en la música popular, lo pone en primer plano junto a melódicas, armonios, trombones, violoncellos, contrabajos, criollas, y la voz de Victoria Zotalis en modo lalalá: silbadora, silabeadora, siguiendo a la cuerda frotada y las notas tenidas de los vientos (comentario nerd: quisiera ver el Manual de instrucciones que Gastón le preparó a la cantante). Que el gesto sea lo que la palabra. El resultado es cálido y sorprendente, como si proyectara el mismísimo campo despejado de la tapa: si le prestás atención, está lleno de pequeños detalles. Ojo, también podría ser la música de la metrópoli moderna, Montevideo, Buenos Aires, París. O mejor, como dice Catupecu Machu, de una metrópoli nueva.
Se escucha acá: http://gastonurioste.bandcamp.com/releases
Sigamos con Reptil, un monstruo hermoso creado por el guitarrista chaqueño Francisco Slepoy. Contemporáneo, perturbador, heavy metal y más. La premisa es jazzera -se parte desde la improvisación con unas pocas pautas- pero tiene elementos de la música contemporánea -se trabaja la forma desde el sonido mínimo- y momentos dignos del rock más experimental -romper todo y empezar de nuevo-, ese que Marcelo Iconomidis pasaba hasta hace poco en La TV Pública. El resultado: muy bien 10, felicitado. Un trío de saxo, guitarra y batería (a Slepoy se le suman Lucas Goicoechea y Andrés Elstein) que se escucha, se sigue y se persigue hasta el infinito y más allá. Y cuando arremeten a guitarra preparada y canto armónico, agarrate. Anímense a "Neptuno" y me cuentan si a ustedes también les da escalofríos.
Se escucha acá: https://kuaimusic.bandcamp.com/album/reptil
Menos perturbador y más ecléctico, el segundo disco de Los Mutantes del Paraná recibe con afecto esta categoría desgenerada que le aplicamos. Noctámbulo se puede bailar a los saltos o escuchar en el más absoluto silencio. No soy demasiado afecto a los grupos que en un solo tema se pasean de aquí para allá... pero los zarateños lo logran sin sonar forzados y desplegando su big band como un abanico que se mueve de la milonga a la cumbia, de la bossa-nova a Carl Stalling y de Explosions in the Sky a Erik Satie (¡"Nocturno" es una gnossiene perdida!). Importante: a pesar de ser instrumentales, todos los temas se pueden cantar, en lo que constituye otra victoria del lalalá. Arenga con cerebro.
Se escucha acá: https://goo.gl/Ek7Y6U
Cierra esta categoría Mecánica celeste, de Leandro Kalén. Lo primero que llama la atención es la cantidad infernal de invitados: son tantos que en el booklet del disco están divididos por tipo de instrumento ejecutado (además de ser muchos, los hay estelares: Litto Nebbia, Hermeto Pascoal, Alambre González, Michiel Borstlap, Juan Carlos Ingaramo y un etcétera casi infinito). El desafío es lograr, con tanta intervención ajena, un álbum que banque su propia coherencia de principio a fin. Y las composiciones de Leandro resuelven ese acertijo: canciones adultas, maduras, resultado de herencias múltiples, aquí matizadas por piezas instrumentales y recitados que funcionan como separadores. La santísima trinidad Nebbia-García-Spinetta tiene su lugar -uno como invitado, los otros versionados- dentro de un repertorio que se acerca al jazz y la música rioplatense, por ejecución y volumen. Pero el cóctel está. Aquello de que "la soledad del tonto es ser indiferente" en "Despertando al diablo" no es un dicho al pasar: se canta rock, se siente otro groove.
Se escucha acá: https://goo.gl/hBTmvc
REVELACIONES
Les juro que con estos seis cerramos. La categoría no necesita tanta explicación, lo que sí vale aclarar es que algunos de estos discos son revelaciones para mí porque desconocía a los autores. De algunos de ellos simplemente no esperaba lo que hicieron. Creo, además, que estos discos no han sido descubiertos al nivel de otros que conforman esta lista y por eso están acá: para que los busquen, los encuentren y los escuchen,
Empecemos por Gonzalo Gamallo, cara visible de La Joven Guarrior y Los Niños y los Locos. Suena ridículo que él esté en la lista -este espacio eligió entre sus discos favoritos de 2013 al tercero de la Guarrior- pero no me esperaba un álbum solista de este tenor, con esa densidad. Gonzalo pone el corazón y los huevos sobre la mesa -para qué decirlo de otra forma si es eso- y pela canciones que pueden separarse en dos tándems: rock and roll irónico y folk tierno. En ambas facetas se cuela un compositor sencillo y crudo, que con su nombre a cuestas se planta ideológicamente en el universo nacional y popular. Desde ahí, hace reír con declamaciones de porro ("Memoria imprudente", inspirado en una entrevista televisiva a Moria Casán), llorar con historias escalofriantes ("Lo que hubiera sucedido", una hermosura) y nos obliga a pensar qué haremos en estos cuatro años de ceofascismo en "Vacaciones largas".
Se escucha acá: http://gonzalogamallo.bandcamp.com/
El disco de Crisologo y los Cuerdos tampoco es una revelación del todo para mí. En 2012 ya había degustado y aprobado su EP Melodías para dar. Pero sabemos que un EP no es un disco y nunca se sabe dónde puede quedar la inspiración cuando los tiempos se triplican y hay que llenar los 45 minutos de un álbum. Pues bien: Manuel Bence Pieres canta "no descansaré/ como un juglar quiero seguir cantando" y lo logra: 11 canciones que respiran psicodelia pop y nos redirigen a clásicos (los Beach Boys maduros, los Zombies, los Beatles, obvio) y modernos (La Perla Irregular, los propios Pels). Las cuerdas -violines, acústicas- y pianos embellecen todo y lo tiñen de un aura romántica indispensable para este modelo de canción. En el medio, Parado en el umbral, la pieza que da nombre al álbum: una delicia orquestal que divide aguas a la manera de los lados de un vinilo. ¿Preciosista? Precioso.
Se escucha acá: http://goo.gl/fVdGrF
Como La valijita rosa de Constanza Cofreces. Un disco diminuto y de apariencia amigable, que va soltando sus capas de dolor a medida que crece el drama en las letras. La voz dulce e inquieta de la autora se retuerce según las obsesiones que la asedien; siempre autorreferencial, va a ser la guía ante cada historia. Se ríe de su propia locura en -sí- Loca como una cabra ("de chiquita me drogaban porque no quería dormir/ como loca desquiciada/ no paraba de reír"); sufre el abandono en Los años me darán la respuesta (el "tu cara se diluye en el tiempo" del final es un gesto de dolor spinetteano). Parece un disco etéreo pero viene recargado... Y decorado al detalle como un cuarto femenino, con banjos, melódicas y lapsteel deliciosos. Entre la belleza chamber de Realidad, la primera canción, y la sordidez final de Salir del silencio, hay un abismo digno de ser observado.
Se escucha acá: https://constanzacofreces.bandcamp.com/releases
El dúo El Pendejo pare un duende deforme, que hace de la palabra un desvarío y del sonido un cuchillo -como bien dice el título- En punta (aunque aluda a un buen par de pezones). Eléctrica y electrónica, la música de Guido Aloisi y Tiburcio Benegas -ellos son, aunque el librito no diga nada- se hace a sí misma a partir de repeticiones abrasivas, sonido saturado, guitarras acústicas que constituyen un fogón for no one, como si en vez de construirse se fuera destruyendo la madera entre las chispas ("Feliz todo el día"). ¿Puede decirse que lo que se escucha son canciones? Más bien parecen gestos pictóricos, donde las manchas van comiéndose toda posibilidad de una figura identificable... pero algo vemos, algo queda: como en esos juegos donde se fija la mirada y, tras unos segundos de vista borrosa, se apunta hacia una pared blanca y le vemos la jeta a dios. La forma de la deforma, con gospel para zombis ("Hizo el vino") y blues para robots ("Preciosura"). Luche, resista, y vuelva.
Se escucha acá: https://elpendejo.bandcamp.com/releases
Ludovico Zanettini, ladero de El Pendejo en el sello Red, se viste elegante para copar el fondo blanco de El look de la pelea. Lo que se escucha de Puar, su proyecto solista con nombre de banda, es casi como lo que se ve: el lienzo apenas retocado por colores exóticos para el ojo medio. Lo blanco de la portada podría ser el clasicismo del piano (aunque éste emerja desde profundidades llenas de eco y no sea un piano for dummies). ¿Los colores? En los beats programados, en las resonancias, en los pulsos más flotantes, en la propia voz de Ludovico descrbiendo otros beats -los de sus manos y las piernas de una chica en, claro, no podía llamarse de otra forma... "Todo en este beat"-. O en el desmembramiento sonoro de "El regador", una canción que se extingue desde el proceso técnico, atroz. Como si Tanguito se hubiera mudado a Mendoza para sintonizar la música de mañana.
Se escucha acá: http://puar.bandcamp.com/releases
Llegamos al último. Last but not least, el caso José Unidos significa para mí una revelación tardía. Agarré hace poco su gran primer disco, Administración, y casi de la mano cayó este sucesor Lampedusa. La voz de Lucas Colonna es una respuesta lejana al susurro seco de Nick Cave que en el plano local también -tan bien- disemina Juan Pablo Fernández, por citar. Es fiel seguidora del sonido parco del grupo, que en Lampedusa y Boulevard construye antihits o, para decirlo mejor, canciones que son redondas pero se combaten a sí mismas, como si fueran gemas del Robert Smith más optimista tocadas por un ejército de ianescurtis colgados de la soga. Un grupo que canta que el amor es un "gran cliché" no se puede permitir esa culminación tan shiny. Por eso prefiere, en la que podría ser una gran autodefinición de su música, "colores en monocromo". Un susurro que se escucha al palo: para José Unidos la victoria es el sonido desgarrado y desgarbado de, valga la redundancia, Victoria, o el contrabajo saturador de Canción prescripta. Para nosotros también.
Se escucha acá: https://joseunidos.bandcamp.com/album/lampedusa