El 2018 ha traído muchas cosas buenas a nuestra vida, como también algunas malas, barreras que hemos podido o no superar.
En enero todo empezó siendo felicidad, alegría por empezar un año número par (mis favoritos) y además rodeada de las personas a las que quieres, quizás con alguna ausencia pero por motivos, dentro de lo que cabe banales. Enero continuó tal y como tenía que hacerlo, con su cuesta, pero finalmente llegué a la cima, con éxito.
Febrero pasó dejando reencuentros con los de toda la vida, algún que otro disfraz y tiempo de volver a casa.
En marzo llegó la rutina, rota por la última semana llena de tradiciones maravillosas que me acompañan desde que tengo uso de razón.
Abril fue la puerta que se abrió definitivamente a personas que estaban a cegadas por la oscuridad de una habitación, al principio nos deslumbró a todos el fuerte rayo de luz, pero poco a poco fuimos encontrando las ventajas y disfrutamos del calorcito que nos daba y a día de hoy ese sol sigue calentando.
Mayo empezó con la ilusión de quien espera algo, de la música como forma de vida, de luces y sonidos de un concierto al que PROMETO no olvidar. Luego volvió esa leve cuesta que tuve en enero.
En junio alcancé de nuevo la cima y esta vez fui yo la que abrió los ojos y eliminé a personas que no me aportaban nada de mi lado. Tras esto solo pude acoger al verano con una gran sonrisa y con los brazos bien abiertos.
Di la bienvenida a julio con un gran espectáculo de luces, sonido y sobre todo acrobacias. Este mes tuvo mar, playa y mucho sabor a verano. Fue tiempo de experiencias, de retomar cosas guardadas en cajones y de conocer a gente maravillosa.
Un viaje sirvió de puente entre julio y agosto, donde llenamos nuestra caja de los recuerdos con lugares maravillosos. No pudo faltar disfrutar de una obra en un lugar con mucha historia y buenos actores, algo que siempre recordaré. Sin embargo, poco a poco agosto se fue nublando, terminándolo con días de dolor y despedidas, un tanto amargos.
Septiembre empezó con mal sabor, pero aún así pude disfrutar de las últimas noches de verano y empezar con ganas la vuelta a la rutina, acompañada de más personas maravillosas, las que ya estaban y las que llegaron.
Octubre fue el mes de renovar amores que perduran en el tiempo, dónde se vio que el amor es lo único que crece cuando se reparte.
Noviembre vino con más rutina, alguna escapada a lugares no tan conocidos.
Y finalmente llega diciembre, mes de la alegría, de disfrutar del ambiente navideño que tanto me gusta. De pasear por las calles y disfrutar con las luces, la música, la gente. De reencuentros familiares, de comidas y de puestas al día. De echar de menos a los que faltan. Diciembre es mes de reflexiones, propósitos y promesas.
De hacer balances.
Y este ha sido mi 2018, un año de altibajos, de más altos que bajos, aunque estos últimos sean los que más duelan. De bienvenidas y de duras despedidas. De música, circos y espectáculos. De m a g i a.
P.D.: Aunque este mes estaré ausente por los exámenes, volveré pronto y como siempre digo, espero ser más constante (aunque no lo pongo como propósito de año nuevo porque esos nunca se cumplen ;) )