2020, año histórico y filosófico

Publicado el 30 diciembre 2020 por Abel Ros

Mientras paseo, por las calles del vertedero, leo cientos de noticias al unísono. Noticias relacionadas con el año . Y noticias con el sesgo de la pandemia. Parece como si nada más hubiese ocurrido en el año que nos deja. Un año, la verdad se dicha, malo para la mayoría. Y un año que se podría catalogar de histórico y filosófico. Histórico porque ha puesto en valor el péndulo de Foucault. Y filosófico porque ha supuesto un punto de inflexión en el ideario colectivo. El 2020 nos ha recordado la fragilidad de los tiempos olvidados. Tiempos donde la gente moría por virus y pandemias. Tiempos donde la medicina llegaba tarde para combatir al enemigo. Y tiempos, maldita sea, donde lo real superaba la ficción. Hoy, siento en mi interior traición e ingenuidad. Traición porque creía que la historia no se repetía. Ingenuidad porque pensaba que la globalización era un tema de frikis y hamburguesas.

El 2020 pasará a la historia como el año que aprendimos a valorar lo intangible. El año donde el sujeto estuvo por encima del objeto. Y el año donde el riesgo de enfermedad se convirtió en inminente. Un año, el 2020, que por mucho que queramos arrojar a la basura siempre nos quedará lo aprendido. Decía Gabriel, un tipo que frecuentaba El Capri, que "nunca sabremos como terminará el día". Una incertidumbre que nos condena a vivir el presente. A disfrutar de los pequeños detalles que nos ofrece la vida. A disfrutar de la ducha matutina, de la buena compañía y del sol del mediodía. Disfrutar del ahora, nos convierte en seres agradecidos con los regalos del instante. No sirve de nada mirar más allá de media hora. Y no sirve, me comentaba Gabriel, porque somos seres finitos. Finitos como el coche que termina en el desguace. Y finitos como esa flor que perece en una fría mañana de enero. Por ello, hay que vivir cada minuto como si fuera el último de nuestra vida. Un pensamiento que nos insufla vitalidad ante el trágico final.

Este año, que agoniza, ha puesto en valor las tesis de Sastre. Tanto que algunos creyentes se preguntan aquello de "dónde está Dios cuando más lo necesitamos". Y tanto que la vida son dos días. Uno para vivirla y otro para disfrutarla. Somos cuerpo, como diría Nietzsche. Somos un amasijo de carne y huesos. De huesos frágiles como las copas de la vitrina. Pero duros, muy duros, gracias al vitalismo que los mueve. Sin ese vitalismo que tanto despreció Schopenhauer, la vida se convertiría en una mochila llena de piedras en la mitad del desierto. Gracias a la moral de amos, la esperanza por salir del agujero es la última que se pierde. Hoy, con la vacuna en nuestras manos, la ciencia gana la partida. Y es la ciencia, queridísimos amigos, la principal noticia del año que nos deja. Una ciencia que triunfa y pone freno a las fuerzas de la naturalaza. Que ha luchado, a su vez, contra el juicio de los escépticos. Y una ciencia, la verdad sea dicha, que ha convertido el año 2020 en histórico y filosófico.

Por Abel Ros, el 30 diciembre 2020

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