Hace rato escuché el editorial de los días lunes del Pirata en el podcast ECDQEMSD (canaltrans.com, @canaltranscom). Hizo una reflexión que subraya que los acontecimientos sociales, políticos o de otra índole son realmente los que marcan las etapas de transición, más allá de la precisión que exigen los números. El siglo XX, por ejemplo, empezó, obvio, en 1901, según lo incuestionable que es un calendario; de acuerdo, pero para muchos europeos, 1914 fue, quizá, “el inicio” de ese siglo que estrenaban; en México, tal vez desde cuatro años atrás ya se sentía el sabor que traía el siglo que se sacaba recién del empaque.
Siguiendo esta visión de los cambios, el XXI, sí, con mucha razón, se puede decir que indiscutible y sincrónicamente arrancó en 2001, particularmente con el 9-11; pero la desaparición de las torres gemelas no sacudieron de una manera tan brutal al planeta entero como lo está haciendo la actual pandemia de Covid-19. Dice el Pirata que, claro, ya pasaron veinte largos años del arranque del siglo, según el calendario, pero es en este final de la segunda década cuando el detonador hizo clic, o pum, o chin, o algo, de manera que ahora, a mediados del año 20 de la centuria, podemos empezar a ajustarnos más y mejor las mascarillas, máscaras, cubrebocas, nasobucos o como les queramos llamar a los trapos que nos van a acompañar, quién sabe, tal vez por un largo rato. Con la nariz y la boca debidamente cerradas, las manos secas de tanto jabón y borrachas de tanto alcohol, los pies bien frotados en el tapete satanizador y con todos los mejunjes que se van sumando, somos testigos, se dice en el podcast, de fenómenos inéditos, como la superabundancia de información falsa y la profesionalización de lo que dudosamente puede considerarse como algo profesional (yo entendí: dejar de considerar banal lo que sí lo es, pero en el mundo de Internet, donde todo está pasando, se insiste en que no). Los partidos de futbol, recuerda el Pirata, se juegan en estadios vacíos a puerta cerrada, las reuniones de amigos se hacen a través de la pantalla por videoconferencias y ya no vamos a clases, nos conectamos a clases… Quién sabe hasta cuándo dure o quieran, o queramos que dure esto.