2020, Un verano en la pandemia.-De mar a océano con la mascarilla en el rostro.- 1 El proyecto

Por Salpebu

Estoy habituado a planificar con bastante antelación las actividades lúdicas y de descanso de los períodos festivos y vacacionales, especialmente en verano.

Pero en este año “vírico” de 2020, la planificación se me antojó complicada, si no imposible.

Ya por el mes de marzo comprobé cómo el confinamiento del Covid-19 y la crisis sanitaria mundial contribuían a forzar y neutralizar mi propósito de desplazamiento (habitual cada año) con mi esposa, hasta Ucrania, para visitar al hijo que allí mora, su esposa y los nietos.

Primeramente las noticias de los contagios en Ucrania, después el confinamiento en España, y finalmente el anuncio de la desastrosa compañía aérea Ryanair, en el sentido que se cancelaba el vuelo a Kiev en primeros de abril, que habíamos reservado (y pagado) dos meses antes.

El aviso de la aerolínea era irritante, por lo cínico, ya que invitaba a obtener un bono por el importe de los billetes pagados, advirtiendo que si se pedía el reintegro eso iba a ser muy complejo, por las muchas peticiones y por la falta de personal operativo.

Solicitamos la devolución del importe, y diré que en el día de hoy solamente hemos recibido (hace un mes) una invitación a obtener el citado bono de viaje, o a insistir en el reintegro, que se anuncia complicado.

(Como en Ucrania, ejemplo de casi sanitario y de otros órdenes) está decretada hasta finales de septiembre –por ahora—la cuarentena para los que viajen desde España, con la obligación de hacer tests y muchas cosas más, la resignación ya es nuestra norma de pensamiento al respecto.

Y, claro, frustrado el viaje a Ucrania en abril, había que pensar en la posibilidad de unas vacaciones veraniegas, para lo que a primeros de junio decidimos mi esposa y yo mismo que, ente la práctica imposibilidad de salidas al extranjero, lo conveniente sería visitar algunas zonas de España, en las que el calor húmedo que padecemos en Valencia se trocara en algún fresco reparador, además del cambio de paisaje, ambiente y alimentación.

En principio delimitamos el norte de España, con especial atención a Galicia, Asturias y Cantabria, sin descartar Euskadi y Navarra.

Comencé personalmente a buscar en las redes sociales y en los distintos programas de viajes y alojamientos, y quedé anclado a la montaña cántabra, a los valles y costas asturianas y, especialmente, a Galicia.


Después de innúmeras comprobaciones esbocéun proyecto consistente en alojarnos en Galicia, en el centro de la región (más bien no lejos de Santiago de Compostela), porque, con independencia de que yo estuve viviendo allí casi diez años, la zona de la Mariña lucense ya la habíamos disfrutado (en el Hotel Rústico Casa Franco, de Alfoz, cerca de Mondoñedo, que aprovecho para recomendar); en Manzaneda, comarca de A Pobra de Trives (en el espléndido y maravilloso Pazo da Pena (de la familia Rial, en Rozavales, sobre el que he escrito y abierto un blog denominado “Lembranzas do Pazo da Pena”); y hasta en el norte de Portugal, muy cerca de Viana do Castelo, en la muy confortable Casa da Reina, que también recomiendo.

Me sedujo en principio un alojamiento cerca de Torrelavega, pero desistí al comprobar que estaba situado cerca de una autovía y los clientes se quejaban de calor y mosquitos.

Analicé posibilidad en los Picos de Europa, tanto en la zona asturiana como en la cántabra, para concretarme finalmente en la Galicia más o menos atlántica.

Allí, pese a lo avanzado de junio, me centré en la península de Barbanza, al sur de Santiago de Compostela, con las sugerentes rías de Vilagarcía de Arousa, y Muros-Noia, y con poblaciones interesantes como Rianxo, Ribeira, Pobra do Caramiñal, Carril, Vilagarcía de Arousa, isla de Arousa; y no descarté la llamada “costa da Morte”, porque me atraía visitar de nuevo Fisterra (Finisterre y su legendario cabo), Ézaro, Muxía y Camariñas. (La gran ventaja era que las reservas eran cancelables sin costo hasta uno o dos


días antes de la llegada)

Así pues, tras consultarlo con mi mujer, hilvané un proyecto que nos gustó, consistente en viajar por Aragón, vía Teruel y calamocha, hasta Castilla y León; llegar a la provincia de Soria, visitar la zona del río Lobos y su impresionante garganta, y seguir a Burgos, continuar en dirección Palencia, para pernoctar en Cervera de Pisuerga, en la zona de las Fuentes Carrionas y al pie de los inicios de cordillera cantábrica.

La segunda etapa consistiría en viajar a través del puerto de Piedras Luengas (maravillosas vistas de los Picos de Europa, con sus mares de nubes), hasta llegar a Potes, ya en plena Cantabria, alcanzando Espinama y Fuete De, ya en los Picos.

Después, el proyecto era continuar por el desfiladero de la Hermida (impresionante por su longitud y angostura de la carretera nacional) hasta la Autopista A-8, visitando la asturiana Llanes y pasando por Ribadesella, continuando en la misma autovía, ya en Galicia, por Mondoñedo y concluir en Santiago de Compostela y Padrón.

En Padrón elegimos un alojamiento que nos resultó muy sugerente, la denominada A Casa Antiga do Monte, en Lestrove, una aldeíta a dos kilómetros de la ciudad de Rosalía de Castro.

Hicimos las oportunas reserva en el Hotel Rústico Peñalabra, de Cervera de Pisuerga, y en la citada casa de Lestrove (sobre ellos comentaré en sucesivas entradas)

Y de esta guisa quedó configurada nuestra “aventura” veraniega en la pandemia: Del Mar Mediterráneo al Mar Cantábrico, para llegar a las proximidades del océano Atlántico, o sea, cruzar España en busca de nuevas sensaciones y de seguir descubriendo más lugares deliciosos.

Como así resultó y seguiré narrando.

SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA