By elmundoenmoto – 29 diciembre, 2022Posteado en: América, Lo + nuevo, VIAJES
Después del obligado parón por la pandemia, el Encuentro Grandes Viajeros regresó al Perú y yo también. Desde octubre del 2019 no había vuelto por allí y el la vuelta mereció mucho la pena. Celebrar el IV EGV Perú, volver a recorrer las carreteras y los caminos peruanos, vivir los atascos permanentes en Lima, ascender de nuevo a Los Andes, sentir esas sensaciones recorriendo el cañón del Pato por tercera vez, visitar nuevos paisajes, aunque enmarcados en regiones que ya conocía, pero por encima de todo eso está el reencuentro con tantos y tantos amigos que tengo repartidos por aquel país.
El jueves 20 de octubre aterricé en Lima, el viernes dedicado a ultimar detalles del EGV PERÚ, retirar en las instalaciones de Motoviajeros Perú la BMW 850 GS que usaría en los próximos días, saludar a los primeros amigos y terminar de cerrar la fecha de otro audiovisual que daría en el Centro Español en el Perú, a mi regreso a Lima. El sábado íntegramente dedicado a los actos de celebración del IV EGV Perú y el domingo de nuevo compartiendo tiempo con más amigos y a última hora dejar la moto preparada para mi salida al día siguiente.
La experiencia es un grado, dicen, y este año estaba decidido a no sufrir ni lo más mínimo el horrible tráfico de un lunes por la mañana en Lima, por lo que a las 5 a.m. estaba ya con la moto recorriendo las avenidas, a esta hora completamente vacías, de la capital peruana. A pesar del madrugón fue un placer poder dejar atrás Lima en menos de una hora y entrar al desierto costero.
La Panamericana norte me esperaba para hacer un camino ya conocido hasta Huaraz. Una vez tomado el desvío a la laguna Conococha si hasta aquí el tráfico era escaso. a partir de este momento prácticamente voy solo por la carretera. En Europa un paso de montaña de más de 25 k nos parece largo, así te puedes llegar a imaginar lo qué son 3 veces más. Para ascender hasta los 4.100 m que se encuentra la Conococha hay que hacer unos 75 k de retorcida ascensión. Aunque ascender Los Andes me trajera las mismas sensaciones y paisajes de siempre, no significó que no volviera asombrarme por lo que sentía y veía. Circular por encima de los 4.000 m de altura siempre produce una cierta sensación de falta de fuerzas y frío, pero para lo segundo siempre hay solución, abrigarse antes de llegar a sentir el helador viento habitualmente presente en estas alturas.
El cielo estaba oscuro, pero me salvé de la lluvia. La entrada sur de Huaraz se encontraba totalmente destrozada, el asfalto presentaba grandes socavones.. Al recorrer rutas bien conocidas por mí, pude constatar que las fuertes lluvias que asolaron la región de Áncash en el 2020 dejaron claramente sus efectos, y cuando eso sucede, las reparaciones pueden tardar años en terminarse y el ciclo se repite, otro año especialmente lluvioso y otra vez más destrozos en las infraestructuras. Esta situación se me presentó en varios tramos de mi viaje.
Mi llegada al hotel La Cordillera me sorprendió con una proposición por parte de la dirección. Me pidieron hacer unas tomas de video de mi llegada con la moto para un anuncio publicitario, a cambio de obsequiarme con el almuerzo de ese día. En la tarde una rápida visita a la Universidad Santiago Antúnez de Mayolo para coordinar el programa del audiovisual que daría el lunes de la semana siguiente y por la noche cena con amigos y unos brindis con «maracuyá sour» por el reencuentro.
Para mí Huaraz es el centro ideal en esta región de Ancash para desde aquí hacer excursiones a cualquiera de sus lugares a cuál más espectacular. Este año decidí subir a un punto del que me habían hablado, pero que no conocía, la Punta Olímpica. Enclavada al norte de Huaraz, a la derecha del conocido Callejón del Huaylas, y a una altura de 4.736 m, es desde donde más cerca se puede llegar por carretera hasta el Huascarán, la montaña más alta el Perú (6.746 m) con tan sólo 200 m menos que le Aconcagua. La subida es como siempre en Los Andes, espectacular a más no poder pero que hay que realizarla con suma atención. La primera parte, afortunadamente menos de 4 k, se encontraba totalmente destrozada, si uno no sabe que luego ya mejora, hasta se plantearía si seguir ascendiendo.
Luego aparece el asfalto, más o menos en buen estado, curvas de todo tipo y afortunadamente, como es habitual, con un tráfico muy escaso que te permite, además de disfrutar del paisaje, disfrutar de la conducción. En el punto más alto de la carretera se abre un túnel que hasta el año 2019, la época en que los chinos se dedicaron a agujerear el Himalaya, ostentaba el record de ser el túnel para vehículos construido a mayor altura en el mundo.
Al otro lado del túnel la carretera ofrece una vertiginosa bajada hasta el pueblo de Chacas. El paisaje no deja de asombrar, picos majestuosos cubiertos de nieves perpetuas, lagunas andinas, curvas de todo tipo y trazado…
Chacas me sorprendió por lo bien cuidados que están sus edificios, con muchos balcones de madera, y por su gran Plaza de Armas. Desde aquí lo ideal sería continuar la carretera en dirección San Luis, hacer noche allí y a la mañana siguiente seguir hasta Chavín de Huantar (que ya conocí en el 2019) y cerrar el circuito regresando por el sur a Huaraz, pero eso será para otra ocasión. Debo desandar el camino, ascender de nuevo, cruzar el túnel y estar a buena hora de la tarde en Huaraz, cosa que en algún momento tuve mis dudas, pues a la salida del túnel me sorprendió una ligera nevada, por fortuna desapareció a medida que comencé a descender hacia el callejón del Huaylas.
El cañón del Pato es para mí unos de los 5 mejores lugares de mundo para recorrer en moto, puede que está afirmación tan rotunda sea fruto de las sensaciones que en octubre de 2018 produjo en mí la primera vez que lo recorrí, y de las que se repitieron en el 2019 cuando lo hice en sentido inverso. Tenía alguna duda acerca de hacerlo una tercera vez, sin embargo para desde Huaraz llegar a Trujillo ésta es una de las dos rutas que existen, la segunda, por Casma, la iba a hacer en pocos días, así que estaba claro, recorrería el Pato por tercera vez. En esta ocasión no me repetiré explicando cómo es el cañón del Pato, su estructura, orografía, el anterior uso de esta ruta como trayecto del ferrocarril…ya que todo eso lo he explicado en crónicas de viajes anteriores.
Los primeros kilómetros los encontré con un asfalto destrozado, otra vez resultado de las lluvias de 2020 y 2021. Especialmente peligrosa encontré el descenso hasta la central hidroeléctrica. Alli, y como en otro puntos, los lugareños me comentaron «hasta que sea imposible circular con las camionetas 4×4 nadie se acordará de reparar la carretera…»
Pasado el Pato paré a tomar un almuerzo ligero, pregunté a la gente del lugar acerca de un camino de trocha (no asfalto) que me llevaría hasta la Panamericana, pero más al norte que la carretera habitual que lleva hasta el cruce de Santa, y por donde me habían dicho ahorraría una hora de viaje. «Ni se le ocurra meterse por allí, al camión que nos trae los suministros, le asaltaron la semana pasada, es muy peligroso y más viajando solo». Una hora después, esto mismo me lo confirmó la propia policía peruana en un control que estaba en el punto donde comenzaba el atajo, «si quiere que le asalten, vaya por la trocha».
Así que seguí por la carretera de otras veces, antes de llegar a Santa, donde se enlaza con la Pan, encontré a una viajera canadiense muy particular. Más que por el viaje que estaba realizando, cruzando el continente, su particularidad estaba en el asiento trasero de su moto, su acompañante perfectamente equipado, educado y ubicado, para ese largo viaje…
Al llegar al cruce con la Panamericana me las prometía muy felices, pero no me di cuenta que a esa hora la gente que trabaja fuera de Trjillo regresa a la ciudad. En lo tramos que la Pan es autopista, «peruana» eso sí, el tráfico era lento, en un carril viejos autobuses y colectivos aborrotados de pasajeros, adelantando a camiones, aún con más años, y con sobrecarga, y todos a velocidades inferiores a 50k/h. A veces se cambiaban las tornas y eran los ancianos camiones los que adelantaban a los autobuses. Dicen que conducir por autopistas es aburrido, ya, ya…Acá esa sensación no existe, en realidad debido al tráfico descrito y al escaso respeto de las normas habituales a la hora de conducir, y sino quieres eternizarte en tu viaje, vas con la moto continuamente haciendo zigs zags de un carril a otro, y no tienes tiempo para el aburrimiento. Lo peor son los tramos en que la Panamericana se convierte en carrtera normal, ahí no tienes más remedio que jugártela en cada adelantamiento. Al atardecer llegaba a Trujillo y desde allí al pueblo costero de Huanchaco, situado soalmente 20 k más adelante.