Llevo ya varios días en los que no me da por escribir nada, y no es porque no haya “material” para ello, sino porque me voy asqueando de tener que comentar las actuaciones de los “dirigentes” de nuestro país. Un país, España, donde no cabe más que una visión monolítica de la realidad y de las realidades, donde el inmovilismo es la norma (excepto si del cambio, incluso constitucional, depende la sumisión a los mercados internacionales, llamemos a éstos FMI, Bruselas, Alemania…), y donde la mayoría consideran que una constitución nacida de la dictadura es algo así como la Biblia, intocable en su redacción intachable y en su “resolución ejemplar” de todos los “problemas” que tenía España entonces y también de los que vendrían, como no podía ser menos en tan ejemplar ejemplar constitucional.
Hace un par de días escribía Almudena Grandes que España es un país injusto e inculto, y tenía razón. Seguimos en la cultura política de súbdito que nos ha acompañado durante prácticamente toda nuestra historia, con los breves periodos de lucidez que dieron algunos personajes que trataron de rebelarse contra la injusticia. Valga como ejemplo que aquí jamás nos cargamos un rey. Quizá no estaría de más reflexionar sobre lo que históricamente ha supuesto la revolución inglesa del XVII, donde “se quitó al rey la corona con la cabeza puesta” o la revolución francesa, cuando se guillotina al rey tras su traición… y dónde están ahora estos países en libertades, mentalidad… respecto a nuestro país, todavía dominado por los poderes oscuros de la iglesia católica (que vuelve con fuerza de la mano de un gobierno que confunde la política con la religión, como demostraron Bañez o Fernández con la desfachatez que da el saber que los que no creemos tenemos más respeto a las creencias de los otros que el que ellos tienen sobre nuestras no creencias), del gran capital y de la monarquía, con todos sus adláteres, aprovechados y lameculos detrás, medrando a costa del sufrimiento de la mayoría.
Un país donde el presidente del gobierno puede decir, sin sonrojarse, que “haré cualquier cosa aunque no me guste y aunque haya dicho que no lo voy a hacer” (Mariano Rajoy, 18 de mayo de 2012), incluyendo en ese “aunque haya dicho que no lo voy a hacer” lo prometido durante la campaña electoral, que deja como papel mojado lo que debía ser un contrato, mostrando que, como en otras tantas cosas, nuestra supuesta democracia es una bazofia. Un país donde una ministra puede decir que la virgen del Rocío nos ayudará a salir de la crisis, o donde un ministro puede negar la validez de una resolución del Tribunal Constitucional porque no cuadra con sus ideas religiosas/supersticiones de corte medieval, o donde se trata de volver a un modelo de educación que conduce a la estupidez social, contrario a todo lo que se aplica en los países que lideran los informes PISA, a los que, por otra parte, se toma como referente… para plantear un modelo que es justo el contrario.
Un país que apuesta por la educación “para la subditez” (como si aquí fuese necesario, por otra parte) en lugar de por la educación para la ciudadanía, que sigue marcado por la religión “oficial”, presente en todos y cada uno de los lugares de dónde debería estar excluída, comenzando por las aulas, y pasando por la presencia de biblias y crucifijos en el juramento/promesa de cargos públicos… por no decir nada de la financiación.
Un país donde tenemos una monarquía que se legitimó como demócrata a sí misma. Proveniente de las órdenes del “glorioso Caudillo”, el rey firma la Constitución que le legitima como monarca parlamentario… pero lo hace como jefe del Estado anterior a la Constitución, sin cuya firma ésta no tiene validez… Es de coña. Eso sí, Juanqui el Campechano y su ejemplar familia nos deslumbran diariamente con sus cosicas: ¿qué más se puede pedir?
Un país donde, además del gobierno, que ha sido capaz de incumplir prácticamente la totalidad de las promesas electorales en el plazo de un año, a mayor “gloria” de los poderosos, la oposición muestra la indecencia de un partido que debería cambiar sus siglas, aunque sólo fuese por respeto al fundador y a los luchadores dignos que pueblan su historia. Un partido que en la oposición dice justo lo contrario a lo que hizo en el poder, y donde son los mismos y las mismas los que plantean la necesidad del cambio… sin plantearse que el cambio debe iniciarse por la renovación de las elites del partido y la mayor democracia interna. Un partido que desde Felipe González no deja de ser una parodia neoliberal de lo que debería ser, y donde Zapatero llevó al límite la indecencia política de un grupo de personas que simplemente “no podían hacer otra cosa”, mostrando, o bien la desfachatez de la casta política, o bien la miseria de nuestra supuesta democracia, o quizá ambas cosas.
Un país donde los medios de (in)comunicación masivos son cadenas de transmisión del Poder (económico y político) en lugar de cumplir con su papel de freno a ese poder. Unos medios que venden “verdades” y ocultan otras realidades, cuando no simplemente las tergiversan, no vaya a ser que alguien pueda darse cuenta (pese a la incultura general) de que las cosas pueden hacerse de otra forma: Marinaleda, Ecuador, Bolivia, Islandia… u otros ejemplos de que las cosas pueden hacerse de otro modo son ocultados o manipulados para evitar que incluso “algo tan pequeño” pueda suponer un germen para plantearnos que hay otras posibilidades, más allá de “las verdades verdaderas” (¡que sí, que lo ha dicho la tele!).
Estos días llega un nuevo rescate. Un “rescate” del que no merece la pena ni hablar de las cifras. Está claro que se sigue apostando por una “sociedad” en la que se prescinde de la sociedad. A mi lo que me gustaría es que nos rescatáramos de toda esta panda que nos está machacando, que nos está quitando los derechos conseguidos durante generaciones, que nos está degradando nuestro nivel de vida, que nos está condicionando nuestro futuro y el de nuestros hijos para dejarlo en poco más que en la sumisión a un sistema en el que unos poquitos serán las elites, y el resto la mano de obra barata y sumisa que mantendrá los privilegios. Y para ello nada mejor que empezar excluyendo desde la escuela…
Palabras y actuaciones que muestran cómo nuestros poderes actúan con-fachatez y desfachatez con cada vez menos pudor. Y quizá por eso es por lo que hoy no sé de qué hablar…