Lo bueno de que la vida te de una hostia de esas que te dejan tiritando es que al hilo descubres otro puñado de cosas que, a veces, aunque evidentes, no reciben todo el valor que tienen.
2012 me ha traído lo peor (y no me refiero al gobierno Rajoy; pero no es momento ahora de hablar de ello), y también lo mejor: tras muchos problemas me casé con la persona con la que quiero compartir mi vida, y, lo más increíble, hemos tenido un hijo, Luar, que hace que la vida sea inigualable. ¿Cómo decir que ha sido un mal año?
Además, en el camino del año el concepto de amistad, de amigo y de amiga, alcanzó una nueva perspectiva. Es alucinante ver que hay un montón de gente dispuesta a todo. Y, como decía, a veces estas cosas, aunque evidentes, no se valoran lo suficiente hasta que se nos ponen delante de los ojos.
Así pues, toca abrir el camino al optimismo, porque 2013 será mejor, no porque traiga cosas buenas, sino porque ayude a solucionar las malas. Para mí sería increíble…