Mi nombre es Lola Birlanga Urbán y tengo casi 43 añitos. Mi entrada en la década de los cuarenta supuso un momento convulso y para sobrellevarlo, decidí abrir un blog personal donde contar todo aquello que me apeteciera, sorprendiera, cabreara, motivara y muchos más verbos acabados en “ara”. Y así nació Sobrevolando los Cuarenta.
Pero es un hecho innegable que tengo tres maravillosos hijos a los que me toca criar y educar y que me dedico a ellos en un 100%. Me gusta ejercer la maternidad, aunque a veces tenga ganas de comérmelos con patatas, y también me encanta escribir. Así que, de alguna manera, la maternidad es un tema muy recurrente en el blog.
Con todo lo que eso conlleva… Turismo con niños, visitas culturales por la ciudad con niños, anecdotario infantil, los anti-consejos…
A partir de ahora, todos los miércoles os contaré cosas y anécdotas sobre la maternidad o mejor, sobre mi maternidad. No pretendo ni mucho menos ser ejemplo para nadie de lo que sí o lo que no se debe hacer. Simplemente os hablaré de cómo yo lo veo, lo hago y lo vivo siendo madre de una niña de doce y dos niños de diez y seis años respectivamente.
Como única pretensión tengo el entreteneos. Así, sin más. Que disfrutéis del momento. Que leáis algo divertido que a la vez os sirva y podáis utilizar para vuestros niños y en vuestra propia maternidad.Para ir abriendo boca, os contaré una anécdota del pequeño y de cómo, no hay palabras mal dichas sino, mal interpretadas.
El sábado me despierto por los llantos del pequeño. Estaba en su mesa intentando escribir algo. Ha aprendido a escribir y a leer este año y, el hombre se lo ha tomado muy en serio.
Me acerco a él por detrás. Le abrazo y él me dice con su voz de niño de cinco años: “Mami, ¿cómo se escribe “chocho”?”
¡Un poco más y la palmo! ¡Qué impresión!
Pero el niño se explica, ante mi cara de asombro y la risa floja de su hermano mediano de diez años: “Es que quiero escribir “cho” y no sé cómo se escribe”
Voy aterrizando y veo que lo que el niño quiere escribir es “mucho” y le explico tranquilamente que “una ce, una hache y una o”
Y me voy al salón muerta de risa y él se queda todo concentrado terminando su dibujo y su texto.
Al rato aparece todo orgulloso en el salón con este precioso dibujo:
¿Pensáis como yo que no se puede pedir más a la vida?