El primer día internacional de la educación no sexista lo celebró, en Brasil, en 1989, un grupo de mujeres que recordó a la sociedad las inequidades impuestas a las mujeres por la cultura patriarcal que desde hace siglos se reproduce sistemáticamente. Desde entonces, la celebración de la fecha se ha ido extendiendo en América Latina y el Caribe, y se han multiplicado las iniciativas para promover el derecho de las mujeres a una educación democrática, libre de estereotipos, que no refuerce la discriminación femenina en el ámbito laboral, familiar y en los espacios de poder. La educación no sexista significa preparar a niñas y adolescentes para una independencia económica, a través de la formación y del empleo; y a los niños y a los adolescentes para que compartan y desarrollen sus conocimientos sobre el cuidado del hogar, los hijos e hijas y la administración del presupuesto familiar, lo que redundará en un comportamiento más igualitario, respetuoso y comprensivo entre hombres y mujeres, en las tareas prácticas y las responsabilidades de la vida cotidiana. Dentro de este contexto, resulta fundamental que el sistema educativo formal haga una evaluación a conciencia sobre los mecanismos que aún siguen vigentes y refuerzan la desigualdad de los géneros. Así como de la necesidad de atacar y erradicar los estereotipos, los prejuicios y las relaciones de poder que conllevan y protegen tales prejuicios en la organización escolar, en las materias y en los contenidos que enseñan los/as docentes y los libros y materiales que se usan, a fin de tomar conciencia acerca de los mismos y desarrollar las condiciones necesarias para eliminarlos.
La educación con perspectiva de género debe estar orientada a fortalecer el ejercicio de la ciudadanía en condiciones de equidad, que incluye la enseñanza de los derechos humanos y ciudadanos, así como los deberes y las responsabilidades de las personas. Si desde la infancia, niñas y niños aprenden el valor de la solidaridad, a respetar a los demás y a participar equitativamente en las distintas tareas que realizan, en el futuro podremos garantizar el disfrute de una mejor sociedad, que respete y garantice los derechos de las mujeres, basados en la igualdad y en la equidad como principios básicos de la convivencia humana. Sólo de esta manera se podrá educar para no discriminar.
Ya en 1851, la filósofa y feminista inglesa, Harriet Taylor Mill, sentenciaba que “la mujer no descollará por sus facultades intelectuales más que excepcionalmente, mientras no se le abra la posibilidad de cualquier carrera y mientras no se eduque tanto a ella como al hombre para sí mismos y para el mundo, no un sexo para el otro.”
Por Por Mariblanca Staff Wilson
Abogada, escritora y feminista.