Por un lado, las reuniones de vecinos con los que no tienes por qué tener nada en común. Sólo nos une la elección de ciudad, barrio, edificio, urbanización en la que vivimos. Sin embargo, donde vives es importante y tu relación con ellos también. Sobre todo, si compartes jardín y piscina como en nuestro caso.
Yo he bajado a varias reuniones de vecinos aunque hace tiempo que, ni mi marido ni yo, asistimos a ellas. Por múltiples razones. Entre todas ellas, la pereza. Pero somos conscientes que, si no bajas, luego no puedes quejarte. Hay que apechugar con lo que se haya decidido. Y así lo aceptamos. Salvo raras excepciones, creo que somos una comunidad más o menos normal y por tanto, las decisiones suelen ser lógicas.
Al otro lado del ring, las reuniones de padres. Con ellos tienes en común el colegio elegido para tus hijos. Para la educación de tus hijos con lo cual, el tema es sumamente importante y voy a todas las reuniones que me convocan. Sin embargo, me doy cuenta que, aunque debería tener mucho en común con estos padres, nuestras formas de pensar son dispares. Sobre todo, al encarar un problema. Probablemente, no nos diferenciemos mucho en la base pero, sí en los diferentes escalones hasta la cúspide.
Y lo que me alucina en ambas reuniones es, la facilidad con la que las personas (y me incluyo sin dudarlo) nos ponemos en evidencia. Como, sin darnos cuenta, sin quererlo, metemos la pata hasta el fondo con nuestros comentarios. O con nuestras preguntas. No siempre. No todo el mundo. Pero siempre se da algún caso.
Creo que es un problema de los nervios y la falta de costumbre de expresarnos en público. No todos estamos preparados para ello. Yo, particularmente, no me explico igual de bien hablando que escribiendo. ¡Y mucho peor si tengo público por pocos que sean! Por eso siempre estoy calladita. Con la boquita bien cerrada.
Ahora bien, tampoco vamos a negar la existencia del tonto de turno. Quien dice tonto, dice tonta. Simplón. Inoportuno. Metepatas. Prepotente. Noño.
Cuando aparece uno de éstos, yo me hago cruces. Sobre todo, en el caso de las reuniones de padres del colegio porque pienso, "si el padre o la madre es así, ¿cómo será el niño?" Y seguidamente y en cadena, pienso, "y a ese niño tienen que aguantarle mis hijos"...
Claro que los niños llevan todo mucho mejor que los adultos y frente a un perla de éstos, lo ignoran y punto. ¡Ellos sí que saben manejar las situaciones difíciles!
¡Ay qué fácil sería todo si nosotros tuviéramos ese poder! ¡Cuántos quebraderos y disgustos nos evitaríamos! Voy a ver si lo pongo en práctica...
Y vosotras, ¿cuál de las dos reuniones preferís? ¿La de vecinos o la de padres? ¿O ninguna?