22.- Aprender de la Historia. Rescatar la memoria

Publicado el 27 febrero 2011 por Javiersoriaj
“La Historia está viva” (Ismael Serrano)

Una de las tareas que tenemos pendiente en la lucha contra el neoliberalismo es rescatar la historia y no permitir que nos roben la memoria. El capitalismo neoliberal trata de levantarse como un sistema ahistórico, y sus ideólogos luchan desde los think-tanks y desde los medios para lanzar todo tipo de ideas y proyectos que buscan naturalizar la realidad social partiendo de su deshistorización. Frente a ello, debemos levantarnos, partiendo de que “lo que se llama lo social es, de principio a fin, historia” (P. Bourdieu, Cuestiones de Sociología, Istmo, 2ooo). La sociedad en la que vivimos no es “natural”, está construida históricamente y se basa en una dominación que en buena medida se ejerce por el propio desconocimiento de los dominados sobre el carácter de constructo histórico de la realidad social en que viven. Si los dominadores buscan establecer la legitimidad que fundamente los marcos institucionales, los dominados debemos rebelarnos contra la supuesta verdad establecida que señala la eternidad, la “naturalidad” de la condición de las sociedades en que vivimos.

Así pues, se nos hace ver que no necesitamos la historia, o quizá lo que quieren decir es que no necesitamos la historia que no conviene al neoliberalismo triunfante, cuyo corolario lógico es aquélla idea del “fin de la Historia” que lanzó el gurú Fukuyama.

Pero podemos verlo desde otra óptica, reivindicativa. Recojo al sup Marcos, quién nos dice [“Un periscopio invertido (o la memoria, una llave enterrada)”, febrero 1998]:
 “En el neoliberalismo la Historia se recicla para negarse y provocar arrepentimiento. En el globalizado sacrificio de las utopías se incluye la quema de banderas de rebeldía y se abrazan las del cinismo y el conformismo. El Saber se recicla y recicla sus ‘sacerdotes’. La nueva verdad, la de los mercados financieros, necesita nuevos profetas. El nuevo político es también un historiador, pero en sentido inverso. Para él sólo el presente tiene valor y el pasado debe ser visto como el responsable de todo lo malo que ocurra. ‘La verdadera historia’, nos dice y se dice el neo-político, ‘empieza conmigo’.
  (…) Dice el escritor portugués José Saramago que ‘al contrario de lo que generalmente se pretende hacer creer, no hay nada más fácil de comprender que la historia del mundo, aunque mucha gente ilustrada todavía se empeñe en afirmar que es demasiado complicada para el rudo entendimiento del pueblo’.
  El miedo neoliberal a la Historia no es tanto a su existencia (…), sino a que se conozca, a que se aprenda de ella. Para evitar esto, la Historia es secuestrada por esa ‘gente ilustrada’ y maquillada adecuadamente, de modo de hacerla irreconocible para los de abajo. El secuestro de la Historia por las elites es para ‘remodelar’ su consumo de modo que se escamotee al ser humano su patrimonio fundamental: la memoria
En la nueva ‘historia mundial’, el presente derrota al pasado y sujeta al futuro. El hoy es el nuevo tirano, a él se le rinde pleitesía y obediencia”. 
Con todo, “en todo el mundo, topos de todos los colores y tamaños hurgan la Historia oculta y encuentran y entienden. Cada tanto estos topos emergen y abren boquetes de luz subterránea que iluminan en la superficie los grises del caos neoliberal. Además de intentar matarlos, el Poder globalizado adiestra a sus ‘pensadores’ para aislar a estos topos de la historia. Los intelectuales modernos determinan, con oscuros juicios y jurados, la banalización y descalificación del pensamiento crítico. ‘Poesía, utopía, mesianismo’, son los cargos más recurrentes. ¿La condena? La persecución y la calumnia. [Los topos] desafían el orden establecido. (…) Los ‘intrusos’ acechan detrás de cada rincón de la historia. 
Contra la política moderna, y con la Historia como bandera, la sociedad civil en el mundo se empecina en resurgir una y otra vez. Destella y se sumerge de nuevo para, otra vez, reaparecer”.

Los rebeldes indígenas disparan para arriba, no para matar gobiernos, dicen. Para que despierte la Historia. Hagamos lo mismo, despertemos la Historia.