22#. Resiliencia, los cimientos de la felicidad (II)

Por Cortyz

Si hubiéramos sufrido un cáncer, nos hubieran quitado un pulmón, extirpado parte de hígado, y perdido una pierna (que se dice pronto)... ¿Podríamos ser felices? Pues este es el caso de Albert Espinosa.
¿Y si viviéramos postrados en una silla de ruedas sin poder mover casi ningún músculo, teniendo que comunicarnos a través de un robot? Stephen Hawking se encuentra en ese estado.
¿Podríamos haber sobrevivido al genocidio nazi, perdido a nuestra pareja y padres en el holocausto, y aún así, tener la posibilidad de florecer como personas? Viktor Frankl  sufrió ese destino.
Y sí. La respuesta es, sí. Se puede.
Para Freud, la motivación fundamental del hombre en la vida es la recuperación del equilibrio mediante la consecución de placer. Adler postuló que era la búsqueda del poder. Sin embargo, para Viktor Frankl, el motivo fundamental de la existencia es la búsqueda de un sentido para la propia vida.
Cuando el sentido de la existencia se ve truncado, cuando se vive una frustración existencial severa, el deseo de poder o de placer ocupa el lugar más importante en la motivación de la conducta. Esto probablemente explique el motivo por el algunas personas (demasiadas, a juzgar por cómo funciona el mundo) se centran y concentran en poseer, atesorar y acaparar, sea dinero, poder o relaciones, sin encontrar límite a su ambición (que no sé si apellidar como obsesiva).

Foto: Oriol Jolonch



Viktor Frankl: Lo esencial es buscar un sentido a la vida.- 
Un experto en sufrimiento vital como Frankl, aprovechó la experiencia de su padecimiento. Reelaboró lo que vivió en los campos de exterminio, extrajo las lecciones aprendidas, y lo transformó en una teoría vital al servicio del hombre. La denominó logoterapia. Como ya apunta su nombre, esta doctrina aspira a eso mismo, a buscarle un sentido a nuestra existencia (http://elanimalconsentido.blogspot.com.es/2016/12/cita-se-puede-relativizar-el-sufrimiento.html). Por adversa que sean las circunstancias, cualquier vida tiene sentido. O se la puede dotar de él.
En el post http://elanimalconsentido.blogspot.com.es/2016/11/resiliencia-los-cimientos-de-la.html hablamos de que el perfil resiliente se promueve y fortalece desde nuestra más tierna infancia. Puede ser que de manera subliminal, sin ser realmente muy conscientes de ello. La buena noticia es que también podemos tratar de mejorar nuestra resiliencia de forma deliberada y activa.
Al entenderlo como un proceso, como una capacidad del individuo, se trataría de encontrar aquellos factores protectores que permiten que la persona se adapte a las adversidades. Potenciar estos factores no inmunizan a la persona del dolor, pero sí que facilitan las herramientas necesarias para el mejor afrontamiento.
Recomendaciones básicas para promover o fortalecer nuestra resiliencia, entre otras, serían:
-Potenciar nuestra autoestima e independencia como personas. Acumular la suficiente confianza en nosotros mismos para llevar la iniciativa y tomar decisiones al asumir retos o metas realizables.
-Promover nuestras habilidades sociales, nuestra capacidad para relacionarnos. Lograr establecer relaciones íntimas, constructivas y sanas con otras personas.
-Incrementar nuestro sentido crítico, así como disponer de una ética personal para dirigirnos en la vida.
-Aplicar las virtudes del sentido del humor y tratar de ser creativo en nuestra vida.
Con algo de todo eso, más el indispensable apoyo de otros seres humanos, se promueve la adaptación positiva ante la adversidad, y se logra un crecimiento personal, que permite al individuo continuar su vida.

Foto: Oriol Jolonch


Boris Cyrulnik: La importancia de los afectos.- 
Me quedo, no obstante, con el acertado juicio que hace Boris Cyrulnik al respecto. Describe la resiliencia como mecanismo de autoprotección creado, en primer lugar por los lazos afectivos y, posteriormente, por la posibilidad de expresar las emociones. Para él, la clave reside en los afectos, en la solidaridad, en el contacto humano.  
Podemos sufrir un trauma, pero se puede vivir (y hacerlo con plenitud) a pesar de esa herida. Lo importante es ser conscientes de que hemos de reconstruir nuestra vida incorporando a ella dicho trauma.
Las dos ideas esenciales serían: recibir apoyo afectivo y encontrar un sentido a lo sucedido. Dar un sentido a la vida es imprescindible, y en un entorno afectivo adecuado, la persona puede rememorar el suceso traumático y situarlo un relato positivo de su vida, conjurando así sus fantasmas.

Foto: Oriol Jolonch


Albert Espinosa: Las pérdidas son ganancias. 
Tan inspirador, o más, que este autor, me parece Albert Espinosa. Con 16 años, tras varios diagnósticos de cáncer, los especialistas médicos le dieron un 3% de posibilidades de seguir con vida. El médico le recomendó que se fuera alguna isla. Lo hicieron. Él y sus padres se trasladaron a Menorca, a pasar su último mes de vida. No obstante, sus progenitores pensaban que debía seguir luchando, que un 3% no era un margen tan escaso. Dos semanas después le informaron de un tratamiento que podía seguir. Y funcionó. Casi 30 años después sigue vivo y entusiasmado con la vida.
Fue a aquella isla a morir y aprendió a vivir. Allí conoció gente que piensa que lo triste no es morir. Lo triste es no vivir. Tras años de lucha contra el cáncer, Albert nos habla de transformar las pérdidas en ganancias. Cuando perdió a su padre, estuvo un año sin trabajar. Sin embargo, después de hacer el duelo, extrajo la ganancia de aquella pérdida: Mantener vivo el legado de su memoria. Recuerda a su padre con frecuencia; incluso habla con él, en  ocasiones. Finalmente, aquella pérdida cristalizó en un libro que publicó hace unos meses.
Cuando a Albert le recuerdan el pulmón que le extirparon, comenta: “No perdí un pulmón, sino que aprendí a vivir con la mitad de lo que tenía”.
Toda una declaración de principios.

Foto: Oriol Jolonch