Todos sabéis que su origen de San Valentín se remonta a tiempos de los romanos. Allá por el s. III un sacerdote se opuso a la prohibición de que los jóvenes se casaran, ordenada por el emperador Claudio II, quien opinaba que los jóvenes sin ataduras eran mejores soldados. El sacerdote siguió celebrando bodas clandestinas, de ahí que sea el patrón de los enamorados. Os resumo a grandes rasgos el resto de la historia: le pillaron, obró un milagro devolviendo la vista a su hija, finalmente le martirizaron y ejecutaron un 14 de febrero. En la tumba del santo su hija plantó un almendro de flores rosas, que ya de paso se convirtió en el símbolo del amor y amistad duraderos.
La historia, como la de tantos otros santos y mártires siempre ha estado ahí... hasta que en torno a 1842 en Angloamérica se comenzaron a comercializar las primeras tarjetas postales con forma de corazón y angelotes o Cupidos. Las floristerías aprovechan el tirón y también se adopta la costumbre de regalar rosas ese día. En definitiva, que a lo largo del siglo XX se extiende desde el mundo anglosajón al resto del planeta esta tradición tan comercial del Día de los Enamorados. Aquí en España se dice que fue introducido en 1948 por Galerías Preciados.
Pero dejemos las curiosidades sobre el afán comercial del evento y volvamos al tema que nos ocupa y que es la esencia de la entrada de los lunes, ¡la comida!
El amor, su erótico resultado y la comida son necesidades vitales. Ya los encontramos relacionados en versos de sutras como el Srngarakarika, Kumaradadatta (siglo XII) del cual yo os extraigo unas líneas copiadas de las primeras páginas del libro Afrodita de Isabel Allende.
Su aliento es como miel aromatizada con clavo de olor;su boca, deliciosa como un mango maduro.Besar su piel es como probar el loto.La cavidad de su ombligo oculta acopio de especia.Qué placeres yacen después, la lengua lo sabe,pero no puede decirlo.
Mmmmm... bueno, ¡creo que esto resume muy bien cómo puede terminar la cosa! Isabel nos recuerda en este libro que no hay nada más sexi que cocinar juntos, con el delantal y poco más. En estos casos comer es lo de menos y mandan los olores, las especias, el dulzor, la complicidad y el entorno.
Ambientémonos. Para todos aquellos que decidan celebrar una hermosa cena de San Valentín en el calor del hogar, he encontrado esta idea fabulosa para salir de la monotonía, del sofá y la manta de siempre, ¿por qué no montar una íntima tienda de campaña en el salón?
Ingredientes: Imaginación, una alfombra o dos, unos edredones, una estructura con unas cuerdas de tender y unas pinzas, alguna silla que nos haga de mesita en el interior, retomar tal vez las luces de navidad (cuidadito con las velas, ¡que nuestro refugio es inflamable!), sábanas y manteles, unos cuantos cojines y nos montamos un maratón de nuestras películas favoritas achuchados o una partida a las cartas... con prendas (guiño, guiño).
Atentos, papis, cuando los niños se vayan a la cama montáis el chiringuito y lo dejáis para la mañana siguiente, listo para que las fieras se entretengan jugando en el tenderete y no en sacaros de la cama, porque...
;-) ¿Quién dijo que una amorosa jaima no puede ser un inexpugnable fuerte o un castillo de princesas al día siguiente? ¡Dos por uno!
Y aquí entra el dilema... la cena, sí, comida, pero... ¿qué? No os cebéis, que la noche no está para cenas copiosas. Ni para cuchillos y tenedores si me apuras, que por algo "estás más bueno que comer con los dedos". Estamos en esto juntos y juntos nos organizamos un picoteo en la cocina para meterlo en nuestra tienda, a para comer y a retozar.
Unas palomitas con especias, un poco de hummus y crudités o panecillos que ya hemos mencionado en alguna ocasión, tiremos la casa por la ventana. Si estás realmente enamorado sabes que llenar tu comida de corazones de fondant no es el fin último. Pero como la comida bonita no está de más...
Os sugiero una ligera tortilla francesa, ¿quién no sabe hacer una tortillita? ¡Hasta el amante más torpe puede guisar este sencillo manjar! En este caso la tortilla, fina y hábilmente plegada a modo de mantita para un montón de arroz con cabecita de osito, formada con una bola de arroz, unos circulitos de queso para el morro y las orejas, pintar quizá con un hilo de caramelo o crema de vinagre balsámico para hacerle ojos y boca. ¿Fácil? Y ahí es donde podemos encajar un poquito de ensalada, unas crudités y el humus. Con un hábil chorrillo de ketchup dibujamos nuestro corazón. O el mensaje al gusto que exprese nuestro sentir.
Y como dicen por ahí, de postre un vasito de leche y a la cama. Un vasito lleno de amor, eso sí. Yo llevo toda la vida aliñando mi leche con granadina para darle ese toque de color rosa y sabor afrutado, si a eso le añades unos cubitos de corazón que al tiempo que se derriten endulzan y tiñen de rojo nuestra bebida, precioso.
Este San Valentín cae en sábado, ¿no es perfecto? El día ideal para retozar en la cama un rato más y desayunar. Queremos un desayuno especial, ¿qué tal unas tortitas? Y mejor aún, para hacer las más especiales, si las hacemos como estas Tortitas Red Velvet, de un rojo precioso (que bien puede ser colorante alimenticio, bien un poco de pasta de remolacha pasada muy fina, ¡pensemos en los que están en modo ahorro en estos tiempos!) Lo más importante y por lo que he seleccionado este plato es porque a todos nos gusta remolonear en la cama el fin de semana, más si estamos en parejita, ¿quién se levanta y se pega el curro de hacer las tortitas? Mucho amor, mucho cariño y... ¡que me las guarde el congelador hasta que me apetezca comerlas! El relleno, una crema de queso resultado de mezclar el queso de untar con azúcar glás y una chispa de limón o de naranja para darle un toque. Sencillo, delicioso... y que se puede tener hecho de antemano, lo más importante.
Esta vez voy un poco mundo al revés, estoy dejando la hora de comer para después de los dulces, pero, ¿qué importa el orden establecido? Uno de los placeres de la vida es comer cuando uno tiene hambre, sin horarios ni restricciones, eso suele pasar en vacaciones y ¡nos encanta!
Estamos hablando de un San Valentín en tiempos de crisis, y eso me recuerda a una de las comidas más románticas de todos los tiempos y de la historia del cine, el plato que comparten Golfo y Dama en la película de 1955 La Dama y el Vagabundo. Un plato de bajo coste que gustará a niños y mayores, y que quiero resaltar porque también lo podéis hacer en pareja, o por sorpresa para sorprender a la pareja. Sí, el colmo de la sencillez y el amor es la pasta con albóndigas. ¡RAmén, hermanos!
¿Satisfechos? En ello estamos, porque amar es compartir o contigo pan y cebolla, son tantas frases que nos llevan al mismo sitio. Y ya que estamos en tiempos de crisis, ¿acaso no podemos disfrutar igual los que estamos a dos velas?
Por supuesto no me olvido de los jóvenes sin un hogar en el que hacer monerías y retozar. Porque quedar en un burguer a comer juntos antes de ver una peli en el cine lo hacen todos los adolescentes. También puede ser romántico tomar comida rápida y relativamente barata. Este verano vi algo que me sorprendió, una edición limitada sólo en Japón: un vaso enorme de refresco con agujero para dos pajitas. Vi como una parejita lo compartía y me pareció monísimo. Eso sí, como mencionan en el artículo que enlazo, si coges semejante vaso y estás solo o te hundes en la miseria... o haces postureo, como la muchacha del dibujo.
¡¡Que aproveche y hasta otra, Corazones!!
Postdata: Lo más importante del amor es conocer al otro como a uno mismo. Quizá no lo hayáis notado pero a mi si me regalan bombones me hunden, porque no me gusta el chocolate. Nos os cortéis, ¡preguntad! Preguntad sobre gustos, sobre alergias alimentarias... Nunca está de más y siempre será más fácil acertar. Eso sí, que no os pase como a este...