Ya en septiembre pasado, más de un compatriota puso el grito en el cielo cuando se aprobó el ordenamiento de feriados que el Poder Ejecutivo presentó como proyecto de ley. El escándalo se diluyó ante el anuncio mediático del “éxodo” provocado por el fin de semana largo correspondiente al 12 de octubre, fecha también susceptible de reflexión y duelo históricos.
En este punto cabe señalar a la Iglesia católica como verdadera precursora de este reclamo. En efecto, hace años la milenaria institución les reprocha a los fieles de distintos países el usufructo vacacional de Semana Santa.
En los tres casos (24 de marzo, 12 de octubre, Semana Santa) parece posible distinguir entre quienes conciben estas fechas como simples recreos y entre quienes las consideran hitos dignos de conmemoración. Difícilmente la tentación turístico-recreativa seduzca a los argentinos que cada año asisten a Plaza de Mayo para pronunciar el clásico “nunca más”, ni a los descendientes de los pueblos orginarios que ganan las calles de Latinoamérica para denunciar -al cantar de León Gieco- “cinco siglos igual“, ni a los creyentes respetuosos de la liturgia cristiana que van a misa para revivir el via crucis.
El fin de semana largo que hoy inicia el Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia les hace un favor, no sólo al empresariado turístico, sino a aquellos ciudadanos que rechazan la institucionalización del 24 de marzo. Además de alejarlos de la rutina laboral y doméstica, la escapada de rigor los preserva de discursos y actividades oficiales (¿oficialistas?) sobre un pasado molesto, encima recuperado con hipocresía y por pura ambición.
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