24 horas rumbo al ‘residuo cero’ o ‘zero waste’

Por Yve Ramírez @ecocosmopolita

En septiembre de 2013 conocimos a María y pasamos 24 horas tras los residuos de su familia para comprobar cuánta basura producían en un día. María, un personaje imaginario, entonces estaba tan liada que no se paraba a pensar dos veces antes de enviar algo al cubo de la basura: madre, trabajadora, agitada habitante de una gran ciudad como tantas, pensaba que con reciclar ya cumplía. Pero resulta que María ha cambiado mucho desde la última vez que la vimos, ahora se acerca cada vez más a la vida "zero waste" o libre de residuos y por eso, con motivo del Día Mundial del Medio Ambiente, que se celebró el domingo pasado, hemos querido volver a acompañarla para comprobarlo. (Por cierto, aprovechando esta fecha, desde el Colectivo Hola Eco hemos vuelto a unirnos para bloguear en coro. ¡Al final del post encontrarás los enlaces al resto de posts!).

Todas las ilustraciones de este post son de Cualquier cosita es cariño y forman parte de su serie fantástica Antes y después. ¡Mil gracias Mariana por la colaboración!

Hace un par de años empezó a leer sobre el problema de los residuos (se ve que se hizo muy fan de La Ecocosmopolita después de que escribimos sobre ella 😉 ) y empezó a seguir a bloggers que han apostado fuertemente por el estilo de vida "zero waste" o sin residuos, como Zero Waste Home, Trash is for Tossers y Vivir sin plástico. entre muchos otros. Así se dio cuenta de cuánta basura producía en un día y, finalmente, decidió emprender un cambio. Ahora hasta me lleva delantera y por eso le he pedido -imaginariamente- que me permita hacer otro viaje virtual a su lado: otras 24 horas tras los residuos de su familia, pero después de dos años y medio de reflexión y cambios, ahora con el firme propósito de reducir sus residuos al mínimo posible.

Desayuno sano y zero waste

Encontramos a María ya vestida preparando el desayuno. En una olla pequeña mezcla agua (de grifo y filtrada), un poco de copos de avena, un trocito de canela en rama y ralladura de limón. Los pone a fuego bajo, y sabe que en 15 minutos estará listo un fabuloso porridge.

Antes adicta al café, ahora María toma té verde, que compra en una tienda especializada en productos de comercio justo, siempre sin bolsitas. A los niños les encanta la manzanilla así que pone el agua a hervir en su tetera mientras dispone las tres tazas, cada una con un filtro de acero inoxidable cargado de las hierbas correspondientes. Cuando escucha cantar la tetera, vierte el agua en cada taza. Mientras acaba de preparar el desayuno y la merienda de los niños, las infusiones estarán a punto.

Lava una manzana y una pera, las trocea sin pelarlas porque son frutas ecológicas y coloca la fruta en un bol, después de lanzar al cubo de la basura orgánica los corazones de las frutas. Coge de su armario dos botes de vidrio ( reciclados de dos frascos de miel): uno tiene avellanas y el otro semillas de girasol.

La avena está en su punto, así que sirve dos platos humeantes, los rocía con un poco de miel mientras los niños ponen en la mesa dos manteles individuales, dos servilletas de tela -cada una marcada con el nombre de su propietario porque las usan más de una vez y así es más higiénico- y, en el medio, para añadir al gusto, los frutos secos, las semillas y el bol de frutas.

Mientras los niños desayunan y charlan sobre los planes del día, María corta seis trozos del pan que ha preparado Papá (ahora se ha aficionado a experimentar con masa madre), los extiende sobre la tabla de madera, los unta con un poco de crema de cacahuates hecha por ella misma y, una vez listos, los envuelve con cuidado, uno a uno, en servilletas de tela que ata amorosamente. Está lista la merienda de los niños y también la de María.

Como María es un personaje imaginario, no hay peleas matutinas, ni estrés, ni prisas. Los niños se lavan los dientes con sus cepillos de dientes de bambú, biodegradables, y se lavan las manos con una pastilla de jabón que compran al corte en una tienda de detergentes a granel. Repasan con el hilo dental, que ahora compran en la farmacia porque han encontrado una versión que viene en caja de cartón y sólo trae un film plástico en el empaque (al menos es un avance).

Trabajar y comer en la oficina, sin producir basura

Después de dejar a los niños en la escuela, María llega en su bicicleta al trabajo. Media hora de ejercicio gratis de ida y media hora más de regreso. No está nada mal. María se ha hecho implacable con lo que se refiere a imprimir en la oficina: no imprime nada que no sea un documento oficial. Se ha dado cuenta de que ordenando los documentos en carpetas de su ordenador y creando respaldos periódicamente, no necesita nada más.

A eso de las 11, repite un ritual que ya siguió en casa. En un rincón de la oficina tiene una tetera eléctrica, una taza, una cajita de té y otro filtro de acero. Además, tiene un buen termo, porque así puede hacer más cantidad de una sola vez e ir bebiéndolo durante el día (y ahorrar electricidad). Mientras disfruta de la primera taza, se come el bocadillo que se ha traído de casa, porque ya le está dando hambre. Su desayuno no produce más residuos que las hojas del té, que son compostables.

A la hora de comer, saca la vianda que ha preparado la noche anterior. En un bote de vidrio de buen tamaño trae una deliciosa ensalada. En la parte inferior, zanahoria cortada en trozos, garbanzos, olivas, un poco de chucrut que ha preparado en casa, todo bañado en una suave vinagreta; más arriba tomates, pepinos, rabanitos y, finalmente, lechuga finamente picada y rúcula. Con sólo agitarlo un poco, toda la ensalada está aliñada.

Desde luego, trae de casa cubiertos, mantel individual y servilleta de tela. Come charlando con un par de compañeros, y vuelve a trabajar, porque sigue haciendo jornada intensiva. Las dos horas de trabajo que le quedan pasan volando.

La tarde 'zero waste'

María recibe a los niños con un par de plátanos (que vienen sólo con el perfecto empaque que la naturaleza ha dispuesto para ellos) unas galletas hechas en casa muy ricas en frutos secos y semillas, una botella de acero con agua fresca y un beso inmenso. Si hay novedades en la escuela, María las recibirá por email porque, afortunadamente, han decidido eliminar las circulares en papel.

Pasan de largo frente al kiosco porque los niños han aceptado la nueva política de no comprar más baratijas que duran un rato. En lugar de eso, están ahorrando para comprarse entre los dos un juego que les hace mucha ilusión. Se van directo al parque a correr y jugar con los amigos. María agradece ese ratito viéndolos jugar y leyendo bajo el sol.

Un par de horas después ya están de nuevo en casa, ahora con Papá. Los niños juegan, Papá comienza a pensar en la cena y María se va a comprar algunas cosas. Comienza por el local de la cooperativa de consumidores y en un momento carga dos grandes bolsas de tela de frutas y hortalizas que perfuman por donde pasan y son 100% libres de envoltorios inútiles.

Luego va por una tienda a granel que le encanta (aunque ahora felizmente hay varias opciones en su barrio): ahí puede encontrar todos los cereales y legumbres, además de pasta, condimentos, frutos secos y ¡qué maravilla! aceite. Todo se lo sirven en los botes de vidrio que trae de casa. Hoy sólo se llevará arroz integral y avena, que se le acabó en el desayuno. Cuando va a pagar, le pide que por favor no le dé el ticket de compra, que ella ya ha sacado su cuenta mental y sabe que todo está en orden.

Mientras camina hacia casa, celebra secretamente que por fin ha logrado que las niñas se desenganchen no sólo de la leche de vaca, que hace ya un par de años que casi no toman, sino también de sus sustitutos vegetales, que estaban trayéndole aún demasiados residuos a casa. Otro de los triunfos es que ya no compran carne. La verdad es que a los niños les encanta, pero ya comen proteínas animales tres veces a la semana en la escuela, así que en casa le sacan todo el partido a las legumbres para compensar.

Una cena y una ducha

En casa Papá ha logrado preparar un puré de verduras y lentejas rojas sin generar más residuos que los restos vegetales, que serán convertidos en compost para la ciudad cuando lleguen a su contenedor. De postre tomarán unos albaricoques, de los primeros de la temporada.

Mientras Papá lava los platos, con un detergente que también compran a granel y estropajos vegetales de luffa, María acompaña a los niños a darse una ducha. Los geles de baño han sido sustituidos por el jabón puro de aceite de oliva en barra que compra al corte. Para lavar el pelo todos usan ahora bicarbonato y vinagre, y les va súper bien. Sólo hace falta nutrir un poco con aceite de coco al terminar y el pelo queda perfecto.

Después de un rato de juegos, lectura y descanso, los niños se van a la cama. María se lava la cara con un poco de aceite vegetal (en algunas semanas te lo explicaré bien), se pone una crema hidratante que ha preparado ella misma y se cepilla los dientes con otro de sus mejunjes. Saca cuentas de que la regla está por llegar, así que preparara un par de compresas de tela y su copa menstrual en el bolso. Hace un año que es lo que usa y está súper contenta.

Finalmente han superado un día más de conciliación familiar y laboral. María y Papá quieren relajarse un rato, así que se sirven dos vasos de cerveza que compran también a granel en una fábrica artesanal y nos pide un poco de intimidad...

Espero que hayas disfrutado de este día y te inspire para comprometerte con algún cambio. Mi vida hoy se parece bastante a la de la María del 2016 aunque tiene algunos momentos de la del 2014 (según como me organice). Algunas cosas siguen pendientes, y otras las hago mejor hoy que mañana, sobre todo porque no soy tan organizada como María. Mis niñas tampoco son tan dóciles como sus hijos (para fortuna de ellas), pero vamos negociando día a día e intentando que sus decisiones estén a tono con nuestra línea familiar sin forzar (que no creo que sea una buena forma de educarlas). Papá es un súper papa y mucho mejor "amo de casa" que yo, pero es más flexible en algunos aspectos del tema de residuos; Hace un pan que sabe a gloria, pero de momento la vida no nos da para que esto sea cada día. En fin, ahí vamos, buscando el equilibrio doméstico y con este lindo planeta que habitamos, dando dos pasitos hacia adelante, uno para atrás, ¡pero avanzando siempre!

¿Podemos ayudarte en algo en tu proceso de cambio de rutinas? ¿Te da curiosidad alguna de las actividades de María? ¿o tal vez tienes algún consejo para ella y para mí?

Este post forma parte de una serie que hemos preparado desde el colectivo de blogeros Hola Eco con motivo del Día Mundial del Medio Ambiente, que se celebró el pasado domingo 5 de junio.

¡Aquí te dejo otros tesoros para leer! Que aproveche 🙂

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