Este fin de semana estuve en Madrid. No sé qué hubiera pasado si me hubiera quedado hasta ayer, hasta hoy. Quizá hubiera sufrido la carga policial y no sólo estaría lamentando porque la prensa se esté centrando en ella y no en poner de manifiesto o en someter a crítica cuáles son los motivos que llevan a salir a la gente a la calle, a ocupar el Congreso.
No hay una solución para esta situación. La demagogia atenta contra la democracia venga de donde venga. Creo que no basta con exigir que la crisis la paguen otros (los políticos), pero tampoco me parece justo que la paguen los de siempre (el pueblo). La distancia que existe entre estos dos grupos ya debería ponernos los pelos de punta.
Hago intentos por comprender la situación económica mundial, la presión europea y las medidas españolas, pero no disculpo que se pueda hacer más y no se haga, que no se muestren signos de diálogo social. No sólo ellos están sobrepasados. Los ciudadanos lo están. Eso es lo que falta por entender, la situación extrema en la que están viviendo tantas personas. Y a situaciones extremas corresponden medidas extremas. Eso es lo que también falta por entender y no se muestra voluntad de entender con descargas de violencia policial.
Hoy, huelga general. No creo que se pueda cambiar todo de la noche a la mañana, pero me da pena (porque no tengo otra palabra) que no cambie nada. No tengo soluciones, sólo una convicción: el mañana sigue dependiendo de lo que hagamos hoy.