(Cinemagias, 13). Uno de los varios méritos de 27 horas (1986), la película en la que Montxo Armendáriz hizo una de las mejores y más emotivas crónicas de los estragos que la heroína causó en la juventud vasca, es la naturalidad, no exenta de un veraz lirismo, con que describe el paso del grupo de amigos que se reúne para echar el rato en «los billares» a la soledad mortal del pinchazo en vena. Un cambio de usos sociales juveniles de funestas consecuencias y que, en más de un caso, se produjo casi sin advertirlo, en medio de una gran ingenuidad y con graves errores de bulto, incluidos los políticos.
Otro hallazgo de la peli, de naturaleza bien distinta aunque también adictiva, es que nos descubrió, ya para siempre, a Maribel Verdú, casi nada.
(Primera publicaciòn en Facebook, 22.06.2017)