Autor: Blogracho
Ellos lo único que hicieron fue ofrecerle un helado. Él miraba las cubetas con ojos de brillantina. ¿Cuál quieres? El más grande, respondió. El cono era dos veces su mano de canela; y con la misma voracidad con la que lamía los gustos melosos de caramelo, comenzaron a chorreársele humedeciéndole los dedos resecos. Solo después de ocho años tuvieron noticias de él. El niño con manos de canela es sus delirios de agonía les había enviado un mensaje: díganles que ya no puedo más con ese helado, demasiado dulce para un ángel.