2/8: Vólido- Max Sanjulián + Zaguirre-Formatger

Por Jaumep




O cuando el conocimiento eleva.
Gracias a Max Sanjulián y a su equipo por el interés.
Dejaré de lado toda prudencia y empezaré el artículo diciendo que este proyecto es una pasada.
Cuando, en su momento, me avisaron que había una serie de proyectos interesantes que se habían quedado fuera me hicieron llegar esta propuesta. Me llamó la atención poderosamente, pero hasta que no me llegó toda la información (dossiers de memoria, presupuesto y más dibujos de los que salían el los paneles) no calibré su magnitud. Sé que hay una ley, y que ésta es para todos, pero que una propuesta como esta haya quedado fuera del abasto del jurado es injusto se mire como se mire. La decisión es del jurado, el proyecto premiado muy bueno y la intención de esta serie no quiere ser cuestionar el veredicto. Tan sólo me quejo que no se hayan hecho esfuerzos por incluir esto entre los proyectos evaluables.
Tocaría empezar el artículo por la sección del panel 1, documento que resume todo el proyecto, pero antes comentaré el render. Sencillamente es seductor, fascinante. Diferente. Indudablemente, las propuestas para la biblioteca (decenas de ellas) se dividen en dos: esta y las otras. Así de atácivo. Es diferente. Es única. No creo que sea ajeno a esto el hecho que Vólido Arquitectos sea un estudio establecido en Nueva York. Allí no llegan nuestras tensiones, ni nuestras discusiones tontas sobre escuelas o sobre quién controla la arquitectura catalana, etcétera. Allí, con tranquilidad, Vólido Arquitectos (o Architects, mejor dicho)van haciendo, al margen de todo.
He oído una crítica recurrente sobre los arquitectos americanos (consideraré a Max Sanjulián, formado aquí, como un arquitecto americano): son beaux-arts, y, para ellos, el Movimiento Moderno es Estilo Internacional: una etiqueta, como mucho una actitud pragmática, instrumental, más que una manera de hacer finalista, que culmina la historia de la Arquitectura hasta el extremo que ni tan sólo hace falta seguirla enseñando. La arquitectura americana es historicista por definición.
Cierto. ¿Y qué?
Deberíamos aprender. Es básico para los arquitectos (incluso inherente a la profesión) proyectar una ideología. Una ética. Que nuestra manera de hacer no sea tan sólo una aplicación directa de unos conocimientos técnicos, sino una cosmogonía. Una manera de hacer y entender los edificios, la ciudad. Y, a través de esto, crear, proponer maneras de vivir. Y entender y transformar el Hombre. Y el Medio Ambiente. Pero esto no tiene por qué hacerse necesariamente a través de una ideología dogmática y atrapada a unas creencias que la realidad ha superado. De una ideología que pretende, sin la más mínima intermediación, la estética como reflejo directo, inevitable, de la ética, sin cuestionar ninguna de las dos. Por tanto, la consideración (e incluso el método) de proyectar por estilos es perfectamente compatible con la dimensión ética de nuestra profesión.

Ahora, el dibujo: un cuerpo negro flota sobre dos patas negras. Las patas están alineadas con el cuerpo, y el efecto global es el de un prisma vaciado, una escultura enorme dispuesta artísticamente al lado de la Estación de Francia. So la miramos bien empieza a rebelar transparencias, musculatura, el cuerpo pierde hermeticidad y nos rebela que tiene un interior: es un edificio. Hay gente en la cubierta. El edificio tiene la directriz del cuerpo “húmedo” (por el tipo de construcción) de la estación. Acaba alineado con el final del cuerpo “seco” (los porches), que, aquí, aparecen tapados con un muro cortina de vidrio. Detrás aparece, enmarcada, la Estación. Se ve perfectamente la Avenida del Marquès de l’Argentera y el cruce con el Paseo Picasso. El parque atraciesa franco la Ronda de Circunvalación, aquí peatonalizada. El edificio es hermético: no aparece ninguna entrada a la vista. Se ve claramente un pavimento duro bajo suyo. El edificio, que apenas toca el suelo, convoca entorno. La operación es, simultáneamente, de mínimos y de máximos: mínimo encuentro con el suelo, máxima transformación. Nada debería ser tocado, todo cambiaría de funcionamiento. La operación es un cambio de paradigma absoluto. Y, además, es preciosa. Recupero el modo habitual de analizar esta serie: un dibujo-resumen de todo el proyecto. En este caso, el esquema en sección. Una mancha negra, una línea continua varias discontinuas, líneas rojas y negras. Lo ordeno: la línea continua es el suelo. Éste es llano, y el solar se ha excavado. Aparece un primer volumen subterráneo, cubierto. El cubierto, una línea discontinua, será permeable. Una mancha negra llana sobre el solar. Aparece envuelta por líneas discontinuas: una fachada permeable. Un volumen interior hermético, un exterior activo, volcado al exterior. Las líneas rojas son, claramente, líneas de flujo, de movimiento: la gente. La ciudad pasa por debajo. Para subir bajaremos primero. Ahora ya sabemos por qué no se veía el acceso en la perspectiva anterior. La rotulación acaba de explicar el funcionamiento del edificio. Abajo, en el sótano, se habla, se intercambian opiniones. Se razona. Arriba, en el volumen superior, se está en silencio, en contacto con la información; libros, soportes digitales varios, ordenadores, música (con auriculares), pantallas. La mancha negra es donde se guarda y clasifica el material. Bajo suyo se mira cine. No hace falta demasiada luz. Allí se lee. La cubierta capta energía para el edificio. Diente de sierra clásico: a sur, placas fotovoltaicas. A norte, luz. Ya está.

Las plantas introducen un plus de complejidad sobre este organigrama. En el interior de la barra las cosas no son tan obvias: un sistema de escaleras atraviesa el cofre y une la planta inferior con la superior, conectando los depósitos centrales. Ninguna de ellas toca la fachada, siendo simples plataformas interiores. La envolvente es continua y su relación con las plataformas, compleja. A cada uno de los dos extremos, coincidiendo con la proyectada de las gigantescas columnas de soporte (edificios en sí mismas), la administración y zonas especializadas. Estas partes laterales se cubren con une terraza pública. Las plantas inferiores de acceso, subterráneas, tienen una distribución muy interesante tanto des del punto de vista funcional como del diseño: la rampa de acceso es el techo del auditorio. Está descubierta, y se cierra por abajo. Después encontramos un enorme espacio, de casi toda la dimensión de la excavación, atravesado por una pared en zigzag que, primero, separa la zona infantil del vestíbulo y luego, a medida que se va rompiendo. Organiza dicha área infantil en diversos espacios. El vestíbulo, después de un giro de 180º, nos conduce a la columna de acceso al área de silencio (el edificio superior) formando, en círculos, áreas de exposición, cafeterías, revisteros, etcétera. Si arriba es el reino de la ortogonalidad, de la formalidad, del silencio, abajo es el reino de la indolencia, del disfrute, de los movimientos libres. De la risa. Todo el edificio superior funciona como una jácena en celosía gigantesca. Queda arriostrada y conectada entre ella por el propio depósito de libros, que rigidiza el conjunto. Las áreas especiales se organizan en función de unos anillos de hormigón gigantescos, que soportan, absorben, y transmiten a los soportes verticales, también de hormigón, los enormes momentos de torsión que generan los apoyos excéntricos del edificio. La construcción, exclusivamente en seco, está estudiada con mucho cuidado y representada mediante secciones constructivas que (importante) también se han presupuestado adecuadamente.Es, claramente, otra manera de pensar. Primero la idea. Luego la geometría, la estructura, la construcción. Entremedio un proceso coherente empezado exactamente al revés de cómo nos tiene acostumbrados la Escuela de Barcelona. Haríamos bien dejando entrar aire nuevo no a través de los grandes proyectos de arquitectos estrella, sino de proyectos lógicos en edificios necesarios, no tanto por especulación con una marca sino por una voluntad pedagógica que necesitamos como el aire que respiramos. No basta con mirar sólo revistas.