Autor: Albert Einstein. La frase de Einstein es aplicable a un número ilimitado de sucesos en los que el hombre ha demostrado su tremenda necedad a lo largo de la historia. Tantos y tan deplorables disparates, que no caben en este rincón ni probablemente en toda la Red en su conjunto.
Hoy se trata de hablar del desastre medioambiental que desde hace meses está asolando el Golfo de México. Lo lamentable es que es que después de múltiples intentos, parece ya casi imposible evitar las dramáticas consecuencias de este vertido y sólo cabría tratar de impedir que suceda otro similar en el futuro.
Pero volviendo a la frase de cabecera y conociendo al ser humano: ¿Hay alguna garantía de que algo así no vuelva a ocurrir? Creo que ninguna. Sucedió en el pasado, sucede hoy y sucederá mañana y perdonad la desazón, pero la experiencia nos dice que no aprendemos nunca.
Sabemos que la dependencia del petróleo implica el aumento de las emisiones de CO2 y, por consiguiente, una aceleración del proceso de cambio climático, y que supone además un peligro constante para el medio ambiente y los ciudadanos. Pero ahí seguimos (todos) siendo dependientes y fomentando con nuestras decisiones de compra ese modelo energético.
Y por supuesto que no somos insensibles y por supuesto que lamentamos y nos duelen las consecuencias de una catástrofe así (faltaría más), pero por otra parte, tampoco estamos dispuestos a sacrificar nuestro modo de vida renunciando a todo lo que el petróleo nos ofrece. Porque sin petróleo, no lo olvidemos, no solamente tendríamos que decir adiós a la gasolina, el gasoil, el queroseno o el gas propano, también a todos los productos químicos que se producen a partir de él y esto incluye plásticos, abonos químicos, medicamentos y un largo etcétera.
Reflexión final: En definitiva, que está bien clamar con estupor y dolerse de las heridas que el ser humano inflinge al Planeta, pero más nos valdría acelerar (exigir) una solución alternativa que nos evitara volver a afrontar dentro de X tiempo una situación calcada y aunque para ello hubiéramos de renunciar a la comodidad en la que nos hemos establecido.
*El sábado en la serie de “Pensamientos insuperables” recordaremos la más preciosa manifestación ecologista de la historia, escrita en 1855 por el jefe Seattle de la tribu Swamish. No tiene desperdicio.