Esta es nuestra última crónica dedicada a la Muestra Internacional de Cine de Mujeres de Barcelona, que ha puesto su foco este año especialmente en el género documental. El festival nació en 1993 con el objetivo de visibilizar la cultura audiovisual femenina, y dispone también de otras ramas de acción como la distribución de películas o la coordinación y colaboración con otros festivales como el Festival International de Films de Femmes de Créteil en Francia, que este año se tuvo que cancelar debido a las restricciones decretadas por el gobierno francés frente al coronavirus. Este año, la presencia del cine documental es la principal protagonista en la programación de la Muestra Internacional de Cine de Mujeres de Barcelona, presente tanto en las secciones de largometrajes como de cortometrajes.
Sección Panorámica
El foco ya no está específicamente centrado en este grupo de mujeres, sino que ellas ejercen como anfitrionas que nos acercan a las condiciones de vida de las mujeres campesinas, a las reticencias de algunos alcaldes por introducir en sus pequeñas aldeas elementos externos que distorsionen la tradicional convivencia, y al aislamiento que persiste en esta región de Turquía donde la figura del hombre sigue siendo la autoridad, donde las mujeres no pueden ir al médico sin sus maridos. Es un documental interesante, que consigue diversificar el punto de vista de la anterior película y que se acerca con honestidad a un mundo femenino aún aprisionado.
El documental ofrece un acercamiento intelectual al trabajo de estas mujeres, planteando hasta qué punto su condición sexual ha sido fundamental para desarrollar su talento. En realidad, la respuesta de la directora ya está en el propio título, y el desarrollo de su película va creando un discurso que resulta bastante claro. Es interesante tanto en cuanto ofrece una reflexión sobre la que quizás no se habla demasiado, y nos introduce en el lenguaje del arte contemporáneo con el que muchos espectadores pueden no estar familiarizados. A veces, sin embargo, tenemos la sensación de que el estilo tradicional de la película (lo que se denomina como un documental "de cabezas parlantes") va en contra de la creatividad de las propias protagonistas. Con una estructura clásica, dividida en cuatro segmentos independientes (casi podría haber sido una miniserie), la conexión entre estas artistas queda un poco difusa, y el mensaje acaba siendo incompleto.
Este retrato generacional se acerca a una familia en cierto modo inusual, ya que solo está formada por mujeres, por lo que al final éstas tienen una oportunidad de ser las protagonistas de este cambio generacional. Muchas familias nepalíes, por el contrario, deben elegir cuál de los hijos será el que tenga la posibilidad de educarse, y generalmente son elegidos los varones. Hay un acercamiento por parte de la directora que resulta honesto y respetuoso con esta familia, y propone una reflexión interesante sobre cómo se está produciendo este cambio generacional y cómo la única salida a la pobreza y las malas condiciones de vida se encuentra más allá de los hermosos paisajes y la tranquilidad del pueblo natal. Pero lo más interesante de esta propuesta es esa mirada "occidental" hacia una vida "idílica", conectada con la naturaleza, que sin embargo en la experiencia de las familias que han nacido allí, con las carencias vitales que conlleva, se convierte en un lastre que las nuevas generaciones quieren dejar atrás.
Sección Panorámica Cortometrajes
Ya se puede decir que es un tema recurrente en la programación de la 28ª Mostra de Films de Dones de Barcelona el ejercicio de la memoria, y específicamente, de los recuerdos de una época que estuvo marcada por la aparición del SIDA, en los años ochenta. Lo hemos visto en otros cortometrajes como Payback. Ensayo de una despedida (Agustina Comedi, 2019), y también en The archivettes (Megan Rossman, 2019) y en The cancer journals revisited (Lana Lin, 2018), que hemos comentado anteriormente. Esta época también está presente en los recuerdos de la protagonista del cortometraje Xulia (Lur Olaizola, 2019), una mujer que fue adicta a la heroína precisamente en los años en los que la enfermedad comenzaba a dar pasos de visibilización internacional, especialmente tras la confirmación de que el actor Rock Hudson era seropostivo, quizás uno de los momentos de inflexión más importantes de cara a la asunción de una realidad que hasta entonces tenía un carácter casi underground.
Xulia (Lur Olaizola, 2019)
En Xulia la directora propone junto a la protagonista un ejercicio de memoria que se representa básicamente a través de sus palabras, que forman parte en buena medida de su libro Futuro imperfecto (Ed. Galaxia, 2010), en el que hablaba de su experiencia con las drogas. El regreso al lugar donde estuvo el Centro de Rehabilitación en el que la protagonista vivió su período de desintoxicación supone también un retorno a los recuerdos, a veces incompletos, en un espacio en el que ya no existe ningún resquicio del edificio, abandonado a la invasión natural en el que solo permanecen los árboles que de alguna manera delimitaban los muros del centro. Un ejercicio singular, muy personal, en algunos momentos doloroso, que habla de la enfermedad y la adicción. En Terroir (Dawn Westlake, 2019), la directora norteamericana nos propone una reflexión en forma de canción en torno a la relación madre-hija y la percepción de la mujer en la sociedad. Es un cortometraje dotado de cierto humor absurdo en el que la propia directora es protagonista e intérprete de la canción, y en cuya letra desgrana algunos retazos sobre su experiencia personal. La directora ya ha realizado algunas incursiones en su historia personal, como el cortometraje Through the pane (Dawn Westlake, 2015), en el que su padre hablaba de los recuerdos de su esposa y sus sentimientos frente a la pérdida. Aquí hay una mirada más optimista, pero igualmente abierta a discernir en torno a su condición de mujer, aunque tiene la dificultad de encontrar el equilibrio adecuado entre la profundidad y la superficialidad.
Laatash (Elena Molin, 2019)
Laatash (Sed) (Elena Molina, 2019) ha pasado por diversos festivales internacionales, obteniendo el Premio CIMA al Mejor mediometraje en el Festival Alcances de Cádiz. Su historia se centra en la relación de las mujeres saharauis con el agua en los territorios ocupados. Ellas son las que forman las comunas que reparten agua a las diferentes familias saharauis en mitad de un desierto despiadado. Y el concepto de "laatash" (sed) no solo se refiere a la sensación física, sino que también tiene que ver con "la sed de libertad, la sed de patria, eso es lo que provoca el exilio". La mirada de la directora es a la vez poética (suena el mar en el desierto) y descriptiva (el trabajo de organización liderado por mujeres), y consigue incorporar temas diversos que, dada la duración del cortometraje, solo se apuntan, pero al menos ofrece una múltiple lectura de la ocupación marroquí y del exilio saharaui.
La directora checa afincada en Viena Anna Vasof realiza propuestas originales que mezclan la creación de artefactos y la grabación de piezas audiovisuales. Hitting my head on the world (Anna Vasof, 2019) es uno de sus últimos cortometrajes, en el que ella es protagonista golpeando su cabeza contra diferentes objetos en distintos países, una colección de pequeñas historias que forman un conjunto musical. La propuesta convoca al espectador a un juego al mismo tiempo divertido y reflexivo. Nuestra atención se centra en ella al principio, pero llega un momento en el que nos interesa más el entorno (las mujeres que vienen de hacer la compra, la reacción de la vaca, los músicos callejeros...). Su cortometraje Self-portrait (2016) ya planteaba esta idea de una cabeza interactuando con el entorno golpeándose, pero en aquella ocasión se trataba de un dibujo animado. Las lecturas que podemos hacer de este bucle musical son diferentes: hay, por ejemplo, una réplica a la autoridad (en Londres contra un soldado de plástico, en Viena con fuerzas antidisturbio al fondo...), una reflexión sobre la memoria (el muro de Berlín) o la introducción de mensajes que forman parte del espacio urbano ('I don't know what to do, babe', 'Never again'...).
"Me gusta contar historias que me sorprendan, que supongan un descubrimiento", comenta Anna Vasof, cuya obra también está marcada por una profunda mirada feminista. En uno de sus cortometrajes, Heavy writing (2015), su mano sostiene un bolígrafo que está unido a una mancuerna, lo que le impide llegar con facilidad a una hoja de papel. Con mucho esfuerzo, trata de escribir una frase: "This is the story of a woman..." ("Esta es la historia de una mujer que...").
Hitting my head on the world (Anna Vasof, 2019)
La 28ª Mostra Internacional de Films de Dones se puede ver en Filmin hasta el 14 de junio.