El 29-M, habrá mucha gente que no pueda hacer huelga laboral por hallarse en situación de desempleo, jubilación o condiciones de extrema precariedad. Eso no es motivo para mantenerse al margen. Todas y todos podemos ayudar al éxito de la convocatoria interrumpiendo cualquier actividad económica durante este día de protesta contra el desmantelamiento de los derechos laborales y sociales.
Como ya he explicado en el artículo precedente, un único día de huelga general produce una pérdida de producción similar a la de un festivo cualquiera, día en que también cierran fábricas y comercios. Eso, suponiendo que la huelga fuera total y absoluta. En ese improbable caso habría un doble beneficio: para los patronos —a los que en época de crisis les vendría muy bien ahorrarse el pago de un día de salario— y para el medioambiente. Es obvio que un día en que cesara todo movimiento de máquinas y vehículos proporcionaría un leve respiro a la sobrecargada atmósfera.
Esta evidencia, que vale para refutar el miedo que intenta sembrar Gobierno y patronal para desincentivar la huelga, debe ser tenida en cuenta también por los partidarios de apoyar la protesta laboral con una abstinencia en el consumo. Que nadie sea tan inocente como para pensar que, el hecho de dejar de comprar durante un día, inflige sensibles pérdidas al capital: el que necesita una barra de pan o unos calcetines los compra el día de antes.
Teniendo esto bien presente para no llamarnos a engaño, el 29 de marzo, podemos contribuir a reforzar el éxito de la protesta llevando también a cabo una huelga de consumo que siga sencillas pautas:
No utilizaremos el coche,
no usaremos bancos ni cajeros automáticos,
no entraremos a comprar en los comercios,
no iremos al cine ni al teatro,
no entraremos en bares ni restaurantes,
(ni siquiera al término de las manifestaciones)
no utilizaremos el transporte público
(salvo para asistir a las manifestaciones)
La lista de actos abstencionistas no es exhaustiva. Se debería evitar en esta fecha encender lavadoras y hornos domésticos para reducir el consumo de electricidad. Todo esto son acciones destinadas a visualizar la amplitud de la protesta. Los demagogos del Partido Popular y de la patronal dicen que la huelga perjudica a las personas desempleadas. ¡Como si el hecho de no hacer huelga sirviera para que les ofrecieran un empleo al día siguiente!
Pero los cinco millones de personas que integran la legión del paro, cuya propia situación los vuelve invisibles en el registro de huelguistas, sí pueden hacer patente su protesta no participando ese día en actividades de tipo económico. Y por supuesto, llenando las calles en las manifestaciones que tendrán lugar como broche de la jornada.
Al día siguiente del 29-M tendremos que ajustar las cuentas. Si alguien experimenta una pérdida real con la huelga son los asalariados que la ejercen de manera legítima y responsable, sufriendo en su nómina un descuento. Entre salario y cotizaciones sociales, el trabajador medio pierde 113 euros por la huelga.
Un cálculo racional podría llevar a compensar esa cantidad reduciendo deliberadamente el consumo en aquellos establecimientos claramente alineados con las políticas de derechas. Estadísticamente serían como mínimo el 44,62% de los propietarios de comercios los que votaron al PP. En la práctica, y dada la tendencia conservadora generalizada en el sector, son muchos más. Así que procure cada cual, el próximo mes de abril, abstenerse de realizar una compra por un importe equivalente al descuento sufrido en nómina en un comercio de su elección. Y que la estadística reparta suerte.
Al fin y al cabo, se nos enseña que debemos premiar comportamientos para favorecer la competencia en el mercado. Pues votando al PP, los sectores conservadores están perjudicando el mercado laboral. Y después de todo, el boicot económico a empresas o países que tienen comportamientos inadecuados es algo aceptado.
Más allá de estos ajustes de cuentas puntuales debemos reflexionar seriamente sobre nuestro papel como consumidores. El consumo excesivo no nos hace más libres, sino más dependientes del empleo. Para la producción y subsecuente destrucción masiva de los recursos naturales no se necesitan personas que piensen, sino "personal" susceptible de ser manejado por los dirigentes. Al modelo sociopolítico vigente en la actualidad no le preocupa lo más mínimo la tarea de construir una sociedad mejor. Le bastan masas que trabajen y consuman, es decir, "recursos humanos" convertidos en simples engranajes que sigan al pie de la letra las consignas dictadas por el subsistema mediático asegurando la continuidad del ciclo:
trabajar (producir)—>consumir (romper lo producido) —>
—>
trabajar (volver a producir lo mismo)¿No es esto el mayor de los absurdos?