Parece que fuera ayer, cuando escojí uno de los tres posibles caminos a seguir en mi vida. Fuera el que fuese, siempre habría alguien que saldría perdiendo. Alguien que se pondría triste, pero la vida es así.Hace tres años, que llegué al inaka japonés (pueblo de montaña) directamente desde Barcelohna. Lo que inicialmente pensé que sería el inicio de mi felicidad encontrada a los 31 años, se convirtió en un auténtico infierno, con la huída a Tokyo como única solución posible a ese purgatorio diario al que me había metido sin saberlo.Los meses pasaban, yo totalmente solo en la capital japonesa. Trabajos, mil y uno. Dineros, ninguno. En navidades había perdido 30 kilos. Al año, ya no tenía problemas para pagar el alquiler y el plato de sopa de cada día, aunque tuviera que ver desde la balla como otros extranjeros iban de viaje, se compraban cosas,...A pesar de mi soledad, de mi precariedad, era feliz. Todavía enamorado de aquella princesa angelical que se transformó de la noche a la mañana en demonio, tenía algo que el resto codiciaban... cierta libertad.Laboralmente, encontré a gente que me pagaron como era debido, otros tardaron y alguno creyéndose por encima del bien y del mal, suposieron que yo no debía comer aquel mes por lo que no era necesario el dinero.Conocí a mucha gente. Personas que me invitaron a su casa, pero que, otra vez, de la noche a la mañana cambiaron y empezaron a odiarme. Estos tres años me han servido para espabilarme. Más que eso, me he convertido en un superviviente. Un eterno turista para los japoneses. Alguien que siempre deberá estudiar para algunos, y alguien que no interesa a muchas. Es lo que hay.Y entonces están Yolanda, Debitto y el resto. Sobretodo estos dos. Supervivientes de esta sociedad. Gente que llegó a Japón, sin becas ni contratos firmados con su nombre. Personas que empezaron casi desde cero, como yo, y que saben lo que es pasarlas malas. Gente que somos diferentes al resto, pero con la cabeza bien alta. Gente que parecemos pertenecer a otra época, autodenominados dinosaurios entre homo sapiens. Pero este también es nuestro lugar. ¡Cómo os quiero Yolanda y Debitto!Lo bueno de todo esto, es que dentro de otros tres años, tengo la certeza que estaré entre lonas azules de algun parque hablándoles a los gatos, o disfrazado con traje y corbata respondiendo al teléfono con un japonés perfecto. Es lo que tiene la incertidumbre y la libertad personal.