Recientemente se ha celebrado el Día del Libro y con él las tradicionales Ferias que año tras año quieren animar a los lectores a comprar y a quienes no lo son a llegarse a aficionar, en un ritual costumbrista que cada primavera llena de casetas los principales paseos de nuestras ciudades con libreros deseosos de vaciar sus estanterías y autores expectantes sobre el número de ejemplares que podrán firmar. No hay duda, la venta de libros es un negocio y como tal suele mirar mucho más hacia la rentabilidad que a otras consideraciones de carácter cultural.
Sin embargo y por razones siempre ajenas a la actual realidad, el mercado editorial parece que sigue queriéndose dibujar como el reino de la literatura y la calidad donde lo que se publica es, de lo que se escribe, lo que mejor escrito está. El mundo del libro, por su carga romántica vinculada a otras épocas en las que gran parte de la cultura descansaba en el papel impreso y casi nada más, ha cambiado tanto que hoy ya no es el destinatario del saber para convertirse en el vehículo del parecer. Vende más lo que parece que lo que es, en esta sociedad de lo urgente que solo atiende al envoltorio por no quererse parar a profundizar.
Un libro hoy es un producto que hay que vender. Nada más. Y en esta verdad el fundamento del éxito de la comercialización ha pasado desde el contenido (lo que dice) o la forma (como lo dice) a otros valores menos literarios cuyo estandarte principal es la popularidad. La popularidad del autor, como garantía de aceptación a ciegas de algo que llama la atención solo por ser de tal o de cual, de alguien en definitiva con el brillo fugaz del protagonismo audiovisual. En las portadas de los libros los títulos han dejado de ocupar espacio para ceder paso al estelar nombre del escritor, gracia que solo antes se otorgaba a quien le precedía la calidad y cantidad de su obra pero que hoy se viene a regalar a cualquier personaje mediático en busca de ser autor, aunque no haya escrito ni una sola línea del interior. En estos días ya no puede asombrar que el libro autobiográfico de Belén Esteban multiplique por tres en ventas el último de Vargas Llosa, aun con su nobeliano premio y su porcelánico amor.
En la Crónica 91 de mi libro recientemente publicado, “Marathon-15%: 115 CLAVES DE SUPERACIÓN PERSONAL” escribí…
“Ayer, como parte del proyecto Marathon-15% y una de tantas veces más, me detuve un buen rato en una céntrica librería a ojear algunos de los cientos de libros que desde múltiples orientaciones versan sobre el desarrollo y la superación personal, temática cada vez más extendida y popular. Cada vez que hago esto no puedo negar mi desconsuelo al pensar que el mío pueda ser uno más en este río revuelto cuyas ganancias se las suelen llevar los pescadores con más fama y presencia social, con más popularidad”.
…nada que hoy no siga siendo verdad…
Saludos de Antonio J. Alonso