La imagen principal que veis en la parte superior de este artículo corresponde a mi perra. Os la presentaré: su nombre es Triki (sí, como el monstruo de las galletas). Es una perra mestiza como podéis observar, lo que denominamos comúnmente un “chucho”, y llegó a mi casa en febrero de 2013.
Se la encontró mi marido en las inmediaciones de la clínica veterinaria donde trabaja (VETAM) sus jefes son grandes amantes de los animales, y acogen a aquellos que llegan perdidos y sin dueño para ofrecerles lo antes posible un hogar. Como podéis ver en la foto, Triki no es precisamente uno de esos perros que te quedas admirado cuando lo ves andando por la calle. Antes de traerla a casa mi marido me envió la siguiente foto:
Claro, yo al verla pensé: “¡pufff, que fea es!”. Sé que está “mal” dejarse llevar por la primera impresión y juzgar por el “envoltorio” pero no os voy a mentir, es lo que se me pasó por la cabeza, y tengo que reconocer que no me gustó. Le dije a Javi que no podíamos tener perro, que no teníamos tiempo, que nunca estábamos en casa… en fin, una serie de excusas que de poco sirvieron pues a los 2 días Triki entraba por la puerta de mi casa, para quedarse.
Al principio no se me acercaba mucho, supongo que se sentía una extraña entre nosotros, pero con el paso de las semanas se hizo su hueco en nuestra pequeña familia y ahora ya es una más.
En estos 16 meses le he intentado inculcar las normas básicas de convivencia: que no tire de la correa cuando la saco a pasear, que no se suba al sofá de casa de mis padres, que no moleste cuando estamos comiendo… pero lo mejor de todo no es lo que YO le he enseñado, sino lo que me ha enseñado ELLA a mí. Y es, en definitiva, estas 3 lecciones de psicología:
Desconozco por completo el pasado de Triki. No llevaba collar, ni chip ni nadie la reclamó nunca. No sé si tuvo dueños ni qué tipo de personas eran. Pero lo que he aprendido de ella es que realmente no importa el pasado que tuviera. ¿Qué más da? Lo que sí puedo afirmar es que Triki es feliz AHORA.
Cuando llega una persona a nuestra consulta en Webpsicólogos y nos relata su problemática, con frecuencia se centra en sus experiencias pasadas para “justificar” su malestar actual. Lógicamente nuestra estructura cognitiva es mucho más compleja que la de Triki y el sufrimiento lleva un alto grado de componente racional; pero no podemos trabajar en ese pasado, porque no lo podemos modificar. Del pasado lo que podemos “coger” es el análisis de las conductas y pensamientos que nos han llevado a estar como estamos ahora y aprender nuevas estrategias que nos lleven a un resultado distinto. Pues como dice mi compañera Isabel Serrano: “para cambiar el final he de probar a cambiar el principio” y el principio es el ahora.
Los que también tenéis perro lo sabéis. ¡Qué gusto da llegar a casa y que te reciban como lo hace tu perro! Antes de abrir la puerta oigo cómo resopla nerviosa al otro lado. Y cuando traspaso la entrada, no me da tiempo ni a dejar el bolso que ya ha saltado a mis brazos como una exhalación. Qué queréis que os diga, ya puede haber sido un día nefasto que lo único que me sale en ese momento es una gran sonrisa en la cara.
En terapia de pareja intentamos enseñar, precisamente, que la actitud que mostremos hacia nuestro compañero, provocará un tipo de respuestas similares hacia nosotros. Las interacciones sociales funcionan a modo de espejo. Lo que doy, recibo. Si cuando estoy con mi pareja sólo le muestro desdén, gritos y/o reproches, sus respuestas hacia mí estarán en consonancia con estas conductas. Si por el contrario aprendo a expresar el cariño y a comunicarme de un modo positivo y funcional, empezaremos a romper la espiral de conductas destructivas que hacen que las relaciones de pareja se deterioren.
Triki tiene 8 o 9 juguetes, que le hemos ido comprando con el tiempo. De todas sus “propiedades” a ella le gusta jugar con la zapatilla gris y con el canguro. Ya está.
Con sus 2 juguetes le basta y le sobra. No NECESITA más. Y es que normalmente, en la sociedad consumista en la que vivimos, nos creamos unas falsas expectativas acerca de lo que realmente necesitamos para ser felices. Triki me ha enseñado que a veces, menos es más.
Aprender a establecer las necesidades y prioridades vitales nos acercará un poco más al logro de nuestra felicidad. En consulta, partimos de las áreas de satisfacción de nuestros pacientes para determinar los objetivos de trabajo y necesidades de mejora.
Como veis Triki, sin plantearse siquiera el por qué de sus acciones, me ha enseñado 3 grandes lecciones de psicología que puedo aplicar en mi trabajo diario. Por ello agradezco infinitamente el día que entró a formar parte de mi vida.
¡Gracias Javi por traerla a casa!
El post 3 lecciones de psicología que me ha enseñado mi perra aparecio primero en La sala de Espera. WebPsicólogos.