Ya lo hemos escrito un servidor y alguno que otro participante en este mismo blog: la originalidad está sobrevalorada. El hecho de ser el primero en algo es un mérito indudable pero no necesariamente el único ni el más importante. Tómese el caso de la película de ciencia ficción Luna: 1095 Días (Moon, GB, 2008), opera prima de Duncan -hijo de David Bowie- Jones: en sentido estricto, nada de lo que nos muestra es novedad.
Las referencias cinematográficas, a bote pronto, son inocultables: una computadora de tersa voz masculina que interactúa con un solitario astronauta (cf. 2001: Odisea Espacial/Kubrick/1968), una compañía que lo que menos le interesa son sus trabajadores espaciales tan sacrificables (cf. Alien, el Octavo Pasajero/Scott/1979), una reflexión sobre lo que significa el ser humano en un mundo futuro en donde ya no es muy claro qué es la humanidad (cf. Blade Runer/Scott/1982)... Las referencias literarias son, sospecho, tan abundantes, aunque eso se lo dejo a los especialistas (¿Duende?) que de vez en cuando caen por aquí.
La trama, que parte de un argumento escrito por el propio cineasta debutante, nos ubica en un mundo futuro en donde todos los problemas energéticos han sido resueltos. Lunar Industries, una poderosa megacoporación terrestre, envía el Helium-3 a nuestro planeta, elemento que obtiene de una minas que se encuentran en el lado oscuro de la Luna. Ahí, solo y su alma, se encuentra el astronauta/ingeniero Sam Bell (impresionante Sam Rockwell), quien maneja el proceso automatizado de extracción del Helium 3, ayudado por la servicial computadora Gerty (voz perfecta de Kevin Spacey). Bell, quien está a punto de cumplir su contrato de tres años y ya se le cuecen las habas para volver a la Tierra, no tiene mucho qué hacer además de asegurarse que las máquinas estén funcionando: en los casi 1095 días del título en español se ha entretenido tallando una ciudad en miniatura, regando unas plantas con las cuales habla continuamente, viendo viejos programas de Hechizada y, por supuesto, recibiendo los mensajes de su adorada esposa desde la Tierra.
Pero usted ya se imagina: ese inminente regreso a la Tierra presentará algunas dificultades. Sam tendrá que salir a la superficie lunar a resolver un desperfecto técnico y sufrirá un accidente que lo dejará inconciente. El problema es que cuando despierta no se encuentra en el automóvil espacial sino acostado, en una bata, conectado a un suero, con Gerty cuidándolo cual fiel y preocupada enfermera. ¿Cómo llegó ahí? ¿Hace cuánto que pasó el accidente? ¿Por qué se siente tan confundido? Pero mejor dejémoslo así. Aunque lo que sigue es más o menos previsible, no quiero echarle a perder a usted el placer de descubrir qué le sucede a Sam, qué es lo que está pasando en la Luna y cuáles son las implicaciones de todo ello.
Jones ha dirigido una temprana obra mayor con un presupuesto mínimo -5 millones de dólares- un solo actor que fue injustamente ninguneado en la entrega del Oscar y el BAFTA, y unas cuantas ideas que, si bien no son exactamente originales, sí supo apropiarse de ellas de la mejor manera posible. Habrá que seguirle la pista de aquí en adelante.
Luna: 1095 días se exhibe hoy en la Cineteca Nacional, dentro del 30 Foro de la Cineteca.